Imagen del político Artur Mas, vestido con traje mirando hacia su derecha

OPINIÓN

Las responsabilidades olvidadas del rey Artur

Y ninguna alusión a una autocrítica, ni la más modesta, habría bastado con un genérico “nos equivocamos”

La Vanguardia del 24 de diciembre, uno de los días más señalados del calendario, publicó, anunciándolo en primera página con una destacada tipografía, una entrevista a Artur Mas, 129 avo (ex)presidente de la Generalitat, según el conteo nacionalista.

Las respuestas de Mas, cautelosas, no tienen más interés que aquello que ocultan y un lamento que se le escapa: “el riesgo que los partidos soberanistas no suman mayoría en el Parlament” y, en consecuencia, que Salvador Illa acabe siendo presidente de la Generalitat. Una muestra más de la histórica apropiación de la Generalitat por la globosfera convergente-independentista, si no la ocupan ellos, es como si se la robaran. 

Mas reaparece de vez en cuando en el escenario de la política y entonces pontifica, como lo hace en la entrevista: el independentismo (que él promovió), hoy no tiene bastante fuerza, el pacto fiscal (que él no supo negociar), hoy es el tema principal; en el fondo, también puede interpretarse cómo que se postula de nuevo para resolver los dos asuntos pendientes. 

Y ninguna alusión a una autocrítica, ni la más modesta, habría bastado con un genérico “nos equivocamos”. Ni esto, por parte de quien tuvo la más grande de las responsabilidades en el desencadenamiento del costoso proceso, carísimo en daños económicos, políticos y morales para Cataluña y el resto de España. 

Él, “el rey Artur”, como lo coronó Pilar Rahola en aquel libro-panegírico del 2010, “La màscara del rei Artur”, que tendría que avergonzarla, si esto fuera posible, “él”, como lo llama siempre Rahola, es el responsable moral y político del procés.

La responsabilidad penal se la limitó el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña en sentencia del 13 de marzo de 2017 a la desobediencia del artículo 410 del Código Penal con una condena a dos años de “inhabilitación especial”.

La responsabilidad política la purga en la “papelera de la historia”, si no se evade, la responsabilidad moral no lo ha asumido. Recordémosla. 

Mas fue presidente de la Generalitat de diciembre de 2010 a enero de 2016, presidente de CiU de 2001 a 2016, presidente de CDC de 2012 a 2016, retuvo, por lo tanto, el poder institucional de la Generalitat y el poder político hegemónico en Cataluña durante un periodo crucial. Fue “el rey Artur”, hasta que fue destronado y echado a la papelera de la historia por la CUP.

Artur Mas con Carles Puigdemont dándose la mano con fotógrafos a su alrededor

Pues bien, durante su reinado los independentistas institucionales, los de la corte del rey Artur, cometieron dos violaciones gravísimas de la Constitución y del Estatuto de Autonomía, insólitas en el marco de legalidad de la Unión Europea, que, si eran un churro jurídico como una catedral, en el plan político representaron dos momentos álgidos del procés, dos impulsos desde arriba creídos y seguidos desde la calle. 

El Parlament de Cataluña aprobó, con el solo voto independentista, por lo tanto, con el de CDC, la resolución 5/X de 23 de enero de 2013 de la declaración de soberanía y del derecho a decidir del pueblo de Cataluña y la resolución I/XI de 9 de noviembre de 2015 sobre el inicio del proceso de creación de un estado catalán independiente, en la cual, además, se negaba la legitimidad y la competencia del Tribunal Constitucional. Las dos resoluciones involucraban al Govern de la Generalitat en el logro de los objetivos pretendidos, ambas fueron declaradas nulas por el Constitucional. 

Mas, “el rey Artur”, que podía haber contenido la deriva de los cortesanos, no lo hizo, al contrario, la amparó y la impulsó. No ha pedido perdón por su indudable responsabilidad, atendidos sus poderes institucionales y políticos. No ha tenido el coraje del rey de verdad que pidió perdón por cazar elefantes, asunto muy grave, pero no funesto para la sociedad como el procés

A Mas le falta poco para ser blanqueado del todo, igual como su mentor, Jordi Pujol, y su sucesor, Carles Puigdemont. Aquí no habría pasado nada y, si pueden, continuarán, como antes, señoreando Cataluña.