Grupo de personas caminando con un fondo rosa y líneas negras.
OPINIÓN

La inmigración: entre la teletienda y la música de John Lennon

La inmigración es como las pensiones o esa casa en el campo que heredó la familia y que es de doce primos

Un debate presupone la buena fe. Esto no es una chuchería de la actitud tolerante o humanista, sino que es constitutivo de la cosa. La buena fe forma parte de un debate de la misma manera que lo hacen lógica, los datos o el matiz.

Y, de todos los debates que ahora hay sobre la mesa, el de la inmigración tal vez sea el que exige más buena fe. A diferencia de otros asuntos, la inmigración convoca varios planos fundamentales de la política: fronteras, seguridad, economía y, sobre todo, el conflicto entre ética y política.

El algodón no engaña. Que la inmigración es un tema jugoso se manifiesta en que cada cual encuentra su particular dosis de autoengaño, populismo y mala fe. Cuánta estabilidad nos ha traído que cada cual crea que tener una opinión vale algo...

La izquierda Disney

La izquierda parece incapaz de entender que ‘inmigración’ es sinónimo de ‘inmigración ordenada’. Su postura consiste en tocar el silbato humanitario y pedir veredicto al VAR de la moralina. Presentan también una incapacidad crónica para entender la máxima que advierte que de buenas intenciones está empedrado el camino al infierno.

Así mismo, la izquierda parece impotente para contemplar realidades que no sean unidimensionales y caricaturizadas. Insisten, por ejemplo, en que la desatención social y la pobreza llevan a los migrantes (ni que fueran pájaros) a la delincuencia. Para resolver esto, razonan, hace falta más asistencia social porque todo en general está desbordado.

No parecen contemplar la posibilidad de que todo esté desbordado precisamente por el desorden migratorio. Son los mismos que, después, darán soluciones “punitivas” a la inseguridad en Barcelona. Véase el caso del PSC.

El inestimable Gabriel Rufián también ha hecho su aportación al debate. Si se cierran las fronteras, dice, Lamine Yamal no habría marcado el primer gol contra Francia. Está bien. Es como una versión de bazar chino de la omnisciencia divina. Pero ya se sabe que si juegas, loterías.

Mira qué flota más chula tengo

Por su parte, la derecha se apunta a soluciones de teletienda y a marcar abdominales. Aunque el mantenimiento de la idea de “identidad nacional” les preserva un poco de que la política migratoria de un Estado sea el Imagine de John Lennon.

Por lo demás, podrán dar misa en arameo, pero una vez que entra un inmigrante irregular en España tienes todos los números de quedártelo

¿El motivo? Intenta tú aterrizar un avión con deportados en Marruecos o en Mali. El Ministerio del Interior ya dijo que conseguía deportar al 5%. Esto, claro, resultará inconcebible para el adicto a los zascas, pero la mejor política migratoria es poner a un agente del CNI en cada esquina de África.

En ciertos sectores del populismo de derechas las soluciones resultan incluso enternecedoras. No podían ser otros, claro, que catalanes.

Aliança Catalana se propone una moratoria en inmigración, un estricto control de fronteras eventuales y, quién sabe, que igual los extranjeros prefieran aprender catalán antes que español. Para conseguir todo esto, matizan, solo les hace falta una cosa: la independencia.

Sobre Aliança Catalana, por cierto, se han dicho muchas cosas y servidor ha participado de ello. Pero poco se habla de la simpática ingenuidad que muestran a la hora de ejercer un populismo como de primero de primaria. Ya sabes, que Sílvia Orriols sí coge el tren, las élites procesistas están en contra del pueblo y no hemos venido a hacer lo mismo que los demás.

Y mientras tanto...

La enorme estabilidad de nuestro sistema tiene el problema de que se devora a sí mismo. Incluso algo tan elemental como las fronteras resulta más provechoso en el circuito de la partitocracia. No hay personas ilegales, señorías del fascismo, llévatelos a tu casa si tanto te gustan y todo eso.

¿Soluciones? De entrada, creo que ninguna. La inmigración es como las pensiones o esa casa en el campo que heredó la familia y que es de doce primos. Todos sabemos que estará ahí hasta que deje de estarlo.

Solo cabe la posibilidad de que las élites dirigentes den por descontado el show mediático en torno a la inmigración. Quiero decir: que den cuerda a las opiniones en Occidente mientras untan a las tiranías africanas o le alquilan un campo de refugiados a Turquía, por decir algo.

Por el momento, el éxito es haber transmitido la idea de que la inmigración no es una cuestión política. 

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