Dos imágenes comparativas: a la izquierda, tres personas caminando por un sendero de tierra en un entorno natural; a la derecha, una fotografía en blanco y negro de personas caminando, una de ellas llevando a un niño en brazos.
OPINIÓN

La farsa de Ruben Wagensberg

El caso del diputado de ERC es el claro ejemplo de la banalización del concepto 'exilio'

Editorial Arnau Borràs

Era evidente que el procesismo no iba a desaprovechar la ocasión para organizar una orgía emocional con el regreso a Cataluña de Marta Rovira, Ruben Wagensberg y otros fugados del Tsunami Democràtic. Porque sí, aunque a Albano Dante Fachín le moleste que lo digamos así en E-Notícies, Rovira, Wagensberg y compañía no eran exiliados, eran fugados.

Permítanme que me centre en el caso de Ruben Wagensberg porque es el claro ejemplo de la banalización del concepto “exilio”. En un país que conoce bien lo que es el exilio, hablar de exiliados para referirse a él y otros procesistas es una buena forma de mearse en la memoria de los miles y miles de personas que, hace ya casi un siglo, sí que estuvieron obligados a exiliarse. Pero exiliarse de verdad (no como esta pantomima indecente procesista). Porque si se quedaban, corrían el riesgo de sufrir represión por el simple hecho de militar a X partido, a X sindicato o haber asistido a X reuniones.

El portavoz de ERC en el Parlamento de Cataluña, Rubén Wagensberg, sentado en su escaño durante una sesión plenaria

En cambio, el “exilio” de Ruben Wagensberg ha sido muy diferente. Más que exilio, podríamos llamarlo farsa. Viviendo a cuerpo de rey unos meses en el paraíso capitalista llamado Suiza mientras cobraba 100.000 euros anuales. Ni el mejor de los Erasmus, tú. Eso sí, cogiéndose la baja médica para que su voto pudiera ser contabilizado en el Parlament. Una baja médica curiosa, ya que no le impedía participar en reuniones, encuentros y otros actos políticos. Esperemos que con su regreso ya esté mejor de salud.

De la farsa del ‘exilio’ a la farsa de su regreso

Si podemos definir el “exilio” de Ruben Wagensberg como una farsa, podemos definir con la misma palabra su regreso. Besos, abrazos, lloros… hijo mío, que has estado 7 meses viviendo de lujo en Suiza. ¡7 meses! Que todos tenemos a algún familiar que no vemos desde navidades y cuando lo volvamos a ver no haremos este aquelarre sentimentaloide. 

Marta Rovira, por lo menos, ha estado 6 años en Suiza. Se entiende más que se funda a abrazos con sus seres queridos tras 6 años sin verles. ¿Pero todo este show por 7 meses, Ruben? ¿A quién quieres engañar? 

Marta Rovira, Ruben Wagensberg, Oriol Soler, Xavier Vendrell, Jesús Rodríguez y otros fugados caminando por una calle con árboles y coches estacionados a los lados.

Conviene recordar que si se “perseguía” a Wagensberg no era por su independentismo. “Nos persiguen por nuestras ideas”, repiten como loros los procesistas. Si fuera así, también se hubiera “perseguido” a todo dirigente indepe como, por ejemplo, Gabriel Rufián o Míriam Nogueras. Y allí los tenéis, en el Congreso cobrando más 113.000 euros al año del maldito estado opresor español. 

Hay procesistas que quisieron echar un pulso a un estado y acabaron llorando y apelando a la “represión”. ¿Pero qué os pensabais? ¿Que el estado se quedaría de brazos cruzados mientras vosotros jugabais a ser activistas con sueldos de seis cifras?

Ya es curioso que el mismo estado que os oprime sea el mismo que os ha hecho una amnistía a medida o que os ha archivado las causas judiciales que teníais abiertas. Curiosa opresión. Pero claro, hay que seguir vendiendo el relato. En un momento en el que cada vez menos gente cree ya en su proyecto político, toca sacar el comodín de las emociones. Pero no les llames populistas, que esto está reservado solo a la “extrema derecha”.

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