Oriol Junqueras hablando frente a un micrófono con un fondo rosado y nubes.
OPINIÓN

El ocaso del Junquerismo

En este verano de incertidumbres, Oriol Junqueras es la estrella que ha guiado a Cataluña a la calamidad y la confusión

Imagen del Blog de Octavio Cortés

En este verano de incertidumbres, a medida que el calor y la Eurocopa van desdibujando las irisadas fronteras de lo imaginario, unas pocas cosas van quedando claras, entre ellas el lento apagarse de la estrella de Oriol Junqueras, la estrella que ha guiado a Cataluña a la calamidad, la confusión y el cisma.

Hasta el 2017, Oriol fue el rostro del independentismo integrador y amable, es decir, del absoluto sinsentido, puesto que de hecho proponía romper el país por la mitad. Con sus programas de Évole, con sus pasajes evangélicos y sus catalanes magrebíes, Oriol quería acoger a todos desde la atalaya de su pureza moral, como un Corcovado con los brazos abiertos en las cimas de la historia.

Primer plano de Oriol Junqueras en un mítin con cara de enfado

Gracias a él, ERC mudó a Esquerra Republicana del Califato, con Rufián haciendo bromas de barra de bar y Wagensberg recorriendo los desiertos en busca de las tribus perdidas. Propuso lisa y llanamente la disolución de la nación en los llamados “valores republicanos”, de modo que el sueño indepe se vio contaminado para siempre de ese izquierdismo bobo, de lágrima fácil y Ramadán asambleario, que nos ha venido dando la matraca los últimos diez años. El votante independentista se vio obligado a comprar un lote de productos inseparables: libertad para Cataluña, sí, pero no sin su correspondiente atrezzo de ecologismo fanático, trans-feminismo, antifascismo verbenero, inmigración libre y entusiasmo islamizador.

Después pasó un tiempo en la cárcel, Oriol, de donde salió convertido en el Sancho Panza del PSOE: toda su labor se redujo a localizar candidatos socialistas allí donde pudieran ser detectados, para investirlos a toda prisa a cambio de retórica vacía y promesas baratas. Así, consiguió llevar al partido a una continua devaluación electoral, dejándose un millón de votos en las sucesivas contiendas electorales, es decir, camino de la extinción más segura. Recordamos con especial agrado sus videos rurales de la última campaña, en los que Oriol comparecía en verdes pastos soleados o en establos llenos de moscas, castigando sin piedad a tal o cual payés con sus discursos interminables acerca de la bondad humana. 

Oriol Junqueras, vestido con traje, hablando frente a un fondo amarillo con letras negras.

Ahora le encontramos en modo nómada, recorriendo el territorio para “escuchar a la gente”, es decir, para escuchar a los que quieren tomar un café con él, que son una minoría obnubilada de seres humanos a la deriva, intelectualmente agotados por años de monsergas. Cuando sea finalmente desbancado, será finalmente libre: entonces aparecerá en cada calle, en cada plaza mayor, en cada esquina, para abrazar a quien se deje y danzar entre un revuelo de pájaros como Francisco de Asís.  Y su destino habrá sido felizmente cumplido.

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