Inmigrantes sentados en el suelo tras su llegada en cayuco a Tenerife

OPINIÓN

Hablemos de la inmigración: la ilusión de un mundo mejor

¿Acaso los 3,65 millones de personas residentes en España que en junio de 2023 se encontraban en situación de carencia material severa no desean y se merecen “un mundo mejor”?

El otro fundamento del relato emotivo de los inmigrantes es que vienen en busca de “un mundo mejor”. La expresión ha hecho tanta fortuna que transciende el supuesto de la inmigración y es una noción universalizada en el sentido de que todo el mundo tiene derecho a aspirar a “un mundo mejor” que, naturalmente, será diferente según de dónde se parta; en todo caso, cierta beatería lo ha incorporado acríticamente al lenguaje del “buenismo”.

La aspiración a “un mundo mejor” es indiscutiblemente humana y muy deseada, sobre todo por los más necesitados, incluidos los de las sociedades prósperas, pero con la riqueza mal repartida. ¿Acaso los 3,65 millones de personas residentes en España que en junio de 2023 se encontraban en situación de carencia material severa no desean y se merecen “un mundo mejor”?

Una mujer sube escaleras con carro de compra, se dirige al banco de alimentos

Las carencias severas en los países de Europa serían un lujo en Senegal, donde más de la mitad de la población sufre un “estado de necesidad” extremo. En Senegal no hay un “ingreso mínimo vital” ni las ayudas sociales que los necesitados pueden recibir en Europa, ayudas más consistentes en unos países que en otros, pero generales. 

Digámoslo con una licencia retórica: en Europa está prohibido morir de miseria, aunque puede ocurrir. En Senegal es un riesgo nada raro. Por eso, y algunas otras razones no exentas de idealización, Europa es percibida como ''un mundo mejor'' con el poder de atracción de un imán.

Ahora bien, hay que saber qué entienden por “un mundo mejor” los senegaleses necesitados más allá de salir de la miseria inmediata, y aquí se entra en el terreno de la mitificación de Europa, del autoengaño o, simplemente, del engaño fomentado por quienes les dicen que Europa es un paraíso que los espera con los brazos abiertos. 

La realidad es bien diferente, la inmensa mayoría de los inmigrantes no encuentran un paraíso, sino muchos un infierno, lo más probable es que hagan los trabajos, si se les ofrecen, que nadie quiere hacer y encima muy mal pagados, con suerte algunos acabarán de “manteros” con el miedo en el cuerpo en todo momento por si los decomisan la mercancía de artículos falsificados o les pidan “los papeles”. 

Decenas de inmigrantes llegan en barco al Puerto del Rosario en Fuerteventura, Canarias

Las posibilidades de realización en Europa de los 320 emigrantes amontonados en la embarcación que el 21 de octubre llegó a El Hierro son más bien escasas, creer que en Europa los esperan con trabajo, vivienda, ayudas diversas y protección asistencial es muy ingenuo. Y, aun así, que puedan considerar la dura realidad de Europa como “un mundo mejor” no hace más que confirmar tanto la amplitud y gravedad del “estado de necesidad” en Senegal como el autoengaño a partir del engaño del que han sido víctimas. 

Senegal tiene en Dakar una reputada Facultad de medicina, de farmacia y de ontología. Los licenciados que salen son muy cotizados en Francia, en Canadá y en otros países. Esta es una inmigración solicitada, pero empobrecedora del Senegal, que habrá pagado una costosa formación de alto nivel para que se aprovechen países muchísimo más ricos. 

En el intento de contener la inmigración masiva indeseada no sobrarían campañas de desmitificación de Europa promovidas en los países de origen de la emigración. Quizás unos cuantos se lo pensarían dos veces antes de creerse los cantos de sirena de las mafias del transporte de emigrantes, que una vez cobrado “el billete” se desentienden tanto de la seguridad del viaje como de la suerte del viajero. 

Por otro lado, el obligado a proporcionar “un mundo mejor” es el país del necesitado emigrante, los dirigentes y los funcionarios del cual son en gran medida culpables del estado de necesidad de tantos de sus compatriotas por su incompetencia o por la rapiña de los recursos del país y a menudo por ambas cosas al mismo tiempo. 

Y los dirigentes del país escogido por el emigrante tienen la obligación de atender, en primer lugar, las necesidades de los nacionales, si no pueden atender a la vez las necesidades de los unos y de los otros, o si hacerlo representara una carga que impidiese el cumplimiento de otras obligaciones.

Esta prioridad es de sentido común. Ninguna población europea aceptará en democracia que se atienda una inmigración masiva desatendiendo las necesidades propias. Quien apoye una solidaridad sin límites, que tenga el coraje de proponerlo abiertamente en vez de descalificar el sentido común colgando a los que lo invocan el sambenito de la xenofobia o la del fascismo.