Varios inmigrantes son atendidos por los servicios de emergencias, algunos se cubren el cuerpo con una manta roja

OPINIÓN

Hablemos de inmigración: ¿cuántos y quiénes?

Afirmar que Europa necesita la inmigración para cubrir puestos de trabajo (¿cuáles?) y sostener los sistemas de pensiones -que en su día tendrán que incorporar también a los inmigrantes- es una suposición muy cuestionable

Aunque la mayoría vienen de África, llegan a Europa procedentes de todo el mundo miles de emigrantes por tierra y por mar -también en avión, principalmente los de Latinoamérica-, de todas las edades: bebés, niños, adolescentes, jóvenes, adultos, ancianos, varones y mujeres, algunas embarazadas, llegan con lo puesto, agotados todos, enfermos muchos. 

Los que llegan por mar en embarcaciones en estado de desguace - la pequeña isla de El Hierro, una puerta de entrada a Europa, recibió más de 4.000 de enero a octubre de 2023- tienen que ser rescatados o auxiliados, asistidos todos. Los centros de primera acogida de inmigrantes irregulares están desbordados, los equipos de trabajadores y voluntarios que los asisten también. 

Hasta aquí la descripción de una migración masiva hacia Europa. Si alguien quiere objetar la descripción, que lo haga con datos y observaciones contrastadas, no con objeciones ideológicas.

Varios inmigrantes son atendidos por los servicios de emergencias, algunos se cubren el cuerpo con una manta roja

Lo que diré a continuación son interpretaciones personales opinables, a las cuales pueden oponerse otras interpretaciones, también opinables, en esto consiste un debate hasta que se llega o no a un consenso mínimo sobre la cuestión debatida.  

Afirmar que Europa necesita la inmigración para cubrir puestos de trabajo (¿cuáles?) y sostener los sistemas de pensiones -que en su día tendrán que incorporar también a los inmigrantes- es una suposición muy cuestionable. Da por supuesto el mantenimiento del sistema económico tal como es actualmente en sus vertientes de producción y consumo, basado en el crecimiento y la ganancia sin límites. 

Antes de dar por buena una afirmación tautológica: se necesita la inmigración para cubrir unos puestos de trabajo indefinidos para un crecimiento improbable, habría que examinar a fondo el sistema, cosa que no se hace por creencia ciega en él, por pereza mental, por intereses derivados del sistema, de hacerlo pudieran resultar conclusiones demoledoras para el sistema.  

La racionalización de la producción, un consumo responsable y socialmente reequilibrado, la utilización de las nuevas tecnologías, el aprovechamiento justo de los recursos humanos propios -menos prejubilaciones forzadas en torno a los cincuenta años, lo que representa una onerosa pérdida de trabajadores experimentados y una causa de profunda frustración para los prejubilados-, más formación profesional y más formación continua de los parados, puede que hicieran innecesaria la inmigración.

En España, con 2.855.200 parados, lo que supone una tasa del 11,84% en el tercer trimestre de 2023, resulta difícil sostener que se necesitan los inmigrantes que llegan en las pateras, a mayor abundamiento, careciendo el país escandalosamente de viviendas para alojarlos y con los servicios de la sanidad pública y la enseñanza ya saturados.

Diversas personas hacen cola para entrar a la oficina de empleo en la ciudad de Madrid

Cuántos inmigrantes, para qué trabajos, quiénes y de dónde, ninguna de estas interrogaciones lógicas se plantea, de manera que las sociedades receptoras se hallan sin referencias y no tienen nada que decir sobre la inmigración. Una ausencia de voz en la organización propia -ahora que se habla tanto de empoderamientos- antidemocrática e incomprensible, que incrementa las resistencias locales a los inmigrantes, que en parte se guetizan por eso en un infernal círculo vicioso. 

La cuestión social de la inmigración se ha dejado al albur, sin que nadie la pilote ni haya una regulación a ningún nivel. Para una cierta izquierda, el inmigrante es intocable, lo tiene por un “refugiado económico”. En aquella pancarta “Welcome Refugees” colgada en los Ayuntamientos de Barcelona y Madrid cabían todos los que llegaran de cualquier procedencia y por cualquier motivo y medio. Para una parte del empresariado, el inmigrante es una mano de obra fácilmente explotable y un consumidor más.  Para la ultraderecha toda inmigración es rechazable.

Hay que recuperar la cuestión de la inmigración desde la racionalidad y el respeto de los derechos humanos, cuya violación en la persona del inmigrante, además del daño a la víctima, embrutece al causante.

La emigración se disuade en el país de origen y su supuesta necesidad se establece, en su caso, después de examinar a fondo el sistema económico propio y las consecuencias reales de las migraciones tanto en las sociedades receptoras que cargan con los problemas de los inmigrantes, como en las de origen, que con la salida de miles de emigrantes padecen un empobrecimiento humano que provoca también un círculo vicioso de pobreza y emigración.