Francia tiene miedo
Ni Macron ni su primera ministra se han reunido con policías
Acabo de entender lo que le pasa a Francia: Francia tiene miedo.
Emmanuel Macron se ha reunido con su gobierno. Y la primera ministra, Élisabeth Borne, con el alcalde al que intentaron prender fuego a su casa con toda su familia dentro. Su mujer y sus dos hijos, de tres y siete años de edad.
Vincent Jeanbrun, alcalde de L'Haÿ Les Roses. De los Republicanos, el partido de centro-derecha heredero de la UMP de Jacques Chirac. Evidentemente, los autores del ataque eran vecinos. Sabían donde vivía.
Por supuesto todo el apoyo al alcalde y a su familia. Pero parece que se hayan reunido con él porque es un político.
El diario El Mundo titulaba este lunes: “La violencia cruza la «línea roja»”, No, la línea roja se cruzó hace tiempo.
¿Y los policías? A la hora de escribir estas líneas -el tres de julio a última hora- no he visto ni a Macron ni a su primera ministra reuniéndose con agentes de la Policía Nacional.
O visitando algunos de los edificios públicos incendiados. Entre otros, escuelas. También ayuntamientos. ¿Saben por qué han quemado escuelas? Porque todas tienen grabado en la fachada los valores republicanos: “Liberté, Égalité, Fraternite”.
Por eso lo primero que hay que hacer para afrontar un problema es hacer un buen diagnóstico. Luego dejar de culpabilizarse. Finalmente, coger el toro por los cuernos.
Y me temo que no lo están haciendo. No de ahora. Desde hace mucho tiempo. Por eso sospecho que el miedo no es solo en Francia.
Es también en otros países europeos con elevados contingentes de población de origen extranjero. No se sienten ni franceses ni ingleses ni alemanes ni españoles.
Con zonas no-go donde hasta las fuerzas de seguridad tienen problemas para actuar.
Recuerden, sin ir más lejos, los coches de la policía local que tuvieron que salir huyendo del barrio de Rocafonda en Mataró en abril del año pasado.
Yo estuve hace diez años por recomendación del periodista Manuel Cuyàs (1952-2020), que nos debe estar vigilando desde el cielo. Los pocos vecinos autóctonos que me encontré lo llamaban Rocamora. Sospecho que, durante los últimos años, la situación debe haber empeorado.
No es que Francia tenga miedo, es que una buena parte de Europa también lo tiene. De ahí el ascenso de partidos de derecha extrema o de extrema derecha.
Incluso, como ven, en Suecia o Finlandia. Si Olof Plame levantara la cabeza.
Eso sí, aquí el gobierno catalán está más preocupado por los burkinis en piscinas públicas -¡y privadas!- que por lo que pasa en Ripoll.
O en otras localidades catalanas que superan, con creces, el porcentaje de población extranjera en la capital del Ripollès.
Por eso, acabaremos con el refrán en versión libre: “Cuando las barbas de tu vecino las veas quemar, pon las tuyas a remojar”.
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