Formación docente decente
Los cursos que la administración ofrece no lucen por sus contenidos, incluso se oscurecen por la falta de ellos
A pesar del alud de cursos que la administración pone a disposición de los profesores, estos siguen mal según la propia administración, es más, cada vez que los resultados PISA son publicados, el Gobierno repite la salmodia que los docentes necesitan mejor formación. La verdad es que los cursos que la administración ofrece no lucen por sus contenidos, incluso se oscurecen por la falta de ellos. En una ocasión, y durante un curso de evolución humana, se propuso que los asistentes ensamblaran unos rompecabezas en donde al final se veían los cráneos de un neandertal y un sapiens. Tal estrategia rellenó la sesión final que los formadores ya no sabían cómo terminar. Otra estrategia muy observada es poner a los asistentes en grupos de cinco para que discutan algún concepto abstracto, sea la felicidad de los alumnos, los valores a enseñar o las emociones de las matemáticas. Esta argucia permite al formador añadir de dos a tres horas más en su curso sin preparar contenido alguno. En fin, una gran cantidad de cursos que se ofrecen a los docentes ostentan baja o nula efectividad. Dicho de otro modo, son una tomadura de pelo sin tener en cuenta lo que corre por muchos institutos.
Primero, los cursos a impartir deberían ser más de contenidos que de didácticas.
Segundo, y a nivel de didáctica, deberían impartirse cursos de oratoria, seguridad ante los alumnos, psiquiatría, neurobiología, funcionamiento de la memoria, gestión del aula y de cómo enseñar la especialidad de uno.
Tercero, y a nivel de contenidos, deberían distinguirse los cursos de actualización de los de ampliación.
Cuarto, los de actualización deberían ser muy concretos, como por ejemplo el castellano en tercero de la ESO o las matemáticas en cuarto, e impartidos por docentes con experiencia.
Quinto, los formadores de los cursos de didáctica y actualización deberían ser docentes con más de cinco años de experiencia, que hayan impartido más de dieciocho horas semanales de clase, con más de veinte alumnos por grupo, y habiendo trabajado con adolescentes diversos a nivel académico, social y de origen étnico.
Sexto, los cursos de ampliación deberían ser de nivel universitario o superior impartidos por doctores, doctorandos, profesores universitarios, miembros del CSIC u otras entidades ilustradas.
Séptimo, no deberían impartirse más cursos de temas sin demostración científica como las inteligencias múltiples, educación basa en proyectos, educación competencial, educación por ámbitos, educación por descubrimiento, educación contextualizada, coaching emocional, educación emocional y demás teorías pedagógicas recogidas en el libro Edumitos del Dr. Héctor Ruiz.
Octavo, el objetivo final de la formación docente debe ser que los alumnos se esfuercen, estudien y se ejerciten más para mejorar sus resultados en PISA y en la adquisición de conocimientos contrastados.
Noveno, los cursos deben crear docentes con un amplio dominio de su especialidad, de la didáctica de esta y del lenguaje utilizado.
Y décimo, la formación debe ser de calidad excelsa sin provocar ya mayor estrés en los centros educativos del que ya cargan los docentes con tanta burocracia. Ello implica que la formación debe ser fuera del horario escolar, mejor durante los periodos de descanso, con un par de formaciones por curso bastaría, llenos de contenidos, con algo de didáctica y nada de teorías pedagógicas no demostradas y con formadores con autoridad académica que amplíen o actualicen los conocimientos de los profesores de secundaria. Y algo muy importante, para mantener la calidad excelsa de esta formación y criticar la nefasta oferta vigentes de cursos de la administración, debiera aparecer la denuncia de unos buenos docentes cómo asesores educativos. Desgraciadamente esto apenas ocurre.
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