Imagen de un grupo de casas adosadas

OPINIÓN

Feudalismo inmobiliario

La gente, como el agua, si se queda estancada se pudre y el mercado inmobiliario estanca a mucha gente

El otro día un compañero va y me suelta “me preocupa que el criterio socioeconómico más determinante sea que tu familia tenga pisos o no”. Es un tipo joven, altamente formado, que en los próximos meses se va a trabajar al extranjero y con una familia que carece de patrimonio inmobiliario.

Y no es para menos la preocupación de mi compadre; los datos están ahí y no hace falta repetirlos: el resumen es que un desastre. Lo que nos interesa señalar ahora son dos cosas. La primera, la dinámica feudalista en la que hemos entrado. La segunda, los efectos agregados y a futuro de esta situación.

Feudalismo light

Podríamos sintetizar el feudalismo en la importancia excesiva del linaje. Este tipo de sociedades tienden a la mediocridad porque la inteligencia y la valía no son criterios determinantes. Al contrario, es el azar de haber nacido en tal o cual familia lo que más influye en los individuos (lo que ha pasado y pasará siempre, pero acentuado). Por otra parte, estas sociedades son binarias: perteneces o no perteneces a los linajes que están salvados.

Exageraciones al margen, podemos decir que nuestra sociedad se ha instalado en un feudalismo de baja intensidad: el feudalismo inmobiliario. Es decir, una situación en la que el criterio socioeconómico más importante es el patrimonio de la familia. Y no usamos la palabra ‘socioeconómico’ para ampararnos en la grandilocuencia. Es un problema social de primer orden, no un tema para amenizar las charlas de barbacoa con un tono grave.

La vivienda es una condición necesaria para armar un proyecto de vida. Además, es una condición un poco sibilina porque no es de las primeras con las que uno se encuentra, como sí lo son la salud o el empleo. El problema de la vivienda es más bien como pararse de repente a la mitad del camino. Los jóvenes pueden tener trabajo, estar bien de salud, incluso tener pareja, pero... no pueden continuar. Y la gente, como el agua, si se queda estancada se pudre.

Un sumidero de clase

El mercado inmobiliario ya empieza a ser binario. Quiero decir: cada vez más se acerca a un perfecto “puedes o no puedes”. En este sentido, la gradación es inusual. Lo cual apunta a la otra característica de todo este asunto: que el mercado inmobiliario está tan alto que actúa como un sumidero. Concretamente, el que lleva de la clase media a la clase baja.

Uno de los pilares de un proyecto de vida es la capitalización, lo que de toda la vida se ha llamado ahorro (el capitalismo, por cierto, es el sistema del ahorro) ¿Cómo se aplica esto al mercado inmobiliario? Pues al revés: descapitaliza a un ritmo de vértigo. Es decir, que hay dos posibilidades. O accedes a la vivienda y desangras tus finanzas personales o no entras y te quedas en esa charca de insatisfacción vital.

Todo ello conduce a un incremento de la desigualdad entre los que sí tienen y los que no tienen familia con patrimonio inmobiliario. Los que sí tienen se pueden permitir una capitalización que a su vez les hace más ricos, que a su vez aumenta la desigualdad y así sucesivamente. O sea, un poema. Por mi experiencia, los hijos de familias con pisos son los más preocupados por encontrar un trabajo en el que se sientan realizados

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