Hemiciclo durante una sesión plenaria, en el Congreso de los Diputados, a 27 de febrero de 2024, en Madrid (España)

OPINIÓN

El fenómeno de la ultraderecha: la ultraderecha es derecha ultra

En realidad, si se analizan las ideas de la ultraderecha se constata que la mayor parte son ideas de derecha

El título del artículo puede parecer una ocurrencia o un trabalenguas sencillo, pero es la definición de una variante de la derecha de toda la vida, la que representa una vieja y legítima manera de concebir el mundo. Si solo hubiera izquierda, la sociedad sería más justa, pero probablemente también más gris y unidimensional.

Por los humos que tiene, se diría que la ultraderecha es un “tercer género”: derecha, izquierda y ultraderecha, y así se presenta a menudo, mientras que a veces opta para guarecerse en la respetabilidad de la derecha —lo hace habitualmente cuando habla de economía—, entonces la diferencia es mínima entre una y otra.

En realidad, si se analizan las ideas de la ultraderecha se constata que la mayor parte son ideas de derecha, por lo tanto, de la derecha, pero formuladas con una intensidad superior uno, dos, tres o más grados. 

El tronco de ideas es el mismo, arraigado en la desigualdad que tiene un haz de aplicaciones y ha impregnado el ideario “familiar” de las derechas. La idea de la desigualdad ha sustentado explícita o implícitamente el dominio ideológico, político y práctico de la derecha conservadora a lo largo de la historia; por el contrario, la izquierda tiene la idea de igualdad como propia desde la Revolución Francesa de 1789, recordemos el lugar central de la igualdad en la tríada “Liberté, Égalité, Fraternité”.

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y la vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo y Economía Social, Yolanda Díaz, durante la Solemne Sesión de Apertura de las Cortes Generales de la XV Legislatura, en el Congreso de los Diputados, a 29 de noviembre de 2023, en Madrid

Poca o ninguna innovación ideológica aporta la ultraderecha, que, en general, tiene el origen en una escisión de la derecha y al marchar no habrá hecho más que llevarse ideas del patrimonio ideológico de la derecha. Por eso, la frontera ideológica entre la una y la otra es muy porosa y es frecuente el tráfico transfronterizo de ideas. 

Justo es decir que no todas las derechas son iguales —las ultraderechas se asemejan más entre ellas, puesto que la radicalidad uniformiza mucho—, no es lo mismo la democracia cristiana alemana, la CDU, que el Partido Popular español. Explica esta diferencia entre las dos derechas el hecho histórico de la participación de la democracia cristiana de Alemania (y la de Italia) en la reconstrucción política y moral de Europa después de 1945, junto con la socialdemocracia establecieron las bases del Estado de bienestar a modo de contrato social consensuado e interclasista. 

Nada parecido hicieron las derechas españolas que, salvo unas pocas y valerosas excepciones de líderes coherentes (Antón Canyelles en Cataluña, por ejemplo), desaparecieron del escenario político o colaboraron durante 40 años. 

Dicen los sociólogos que, a la hora de la verdad, en las elecciones, se produce un trasvase de votos entre las dos ramas, según  las circunstancias. Cuando la derecha se “radicaliza” recupera votos que habían recalado en la ultraderecha, cuando la derecha se “contiene”, se modera, se centra, se expresa como derecha tradicional, entonces los pierde a favor de la ultraderecha. Esta peregrinación del voto ya se ha observado entre el PP y Vox.

Montaje de fotos de Santiago Abascal, líder de Vox, y Alberto Núñez Feijóo, líder del Partido Popular, ambos con rostro serio

El voto acordeón o de péndulo entre derecha y ultraderecha es preferible al voto consolidado a la ultraderecha. Para la higiene democrática conviene más una mayoría de la derecha a expensas de la ultraderecha, que al revés es lo que ocurrió el 23-J (2023).

La honestidad intelectual obligaría a la izquierda a reconocer que es mejor vivir políticamente con una mayoría de la derecha que con una de la ultraderecha, por eso, la izquierda tendría que distinguirlas y no meterlas en el mismo saco, como acostumbra a hacer.

Siempre será preferible un terreno de respeto de las formas, relativo o no, así como la posibilidad de acuerdos que pueden llegar a concertarse entre la derecha y la izquierda políticas, incluso acuerdos de gobierno —el caso más logrado es la “Grosse Koalition” CDU-CSU/SPD que ha gobernado en Alemania en cuatro ocasiones— y que son casi imposibles con la ultraderecha, sin descartarlo del todo, al fin y al cabo, las ultraderechas no son alienígenas, solo son radicales de este mundo que hay que contener por el bien común y no contentar como hace el PP.

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