La crisis francesa, una crisis europea
En las elecciones europeas del 9 de junio, las ultraderechas francesas rozaron el 40% del voto emitido
Sin Francia no habría habido la integración económica y política concretada en la Unión Europea, una construcción inacabada, pero ya determinante en la vida de los europeos. Con Francia gobernada por la ultraderecha asistiríamos al fin de la Unión Europea, tal vez conservada un tiempo como una carcasa vacía.
Este escenario dramático podría estar en ciernes a partir del 7 de julio, después de la segunda vuelta de las legislativas en Francia, si el bloque de la ultraderecha francesa, aglutinado por el “Rassamblement national” (RN) que dirige Marine Le Pen, fuera el campo ganador de las elecciones por mayoría absoluta.
Improbable, pero no imposible. En las “europeas” del 9 de junio, las ultraderechas francesas rozaron el 40% del voto emitido. El traslado de este porcentaje a las legislativas, parceladas en 577 circunscripciones en las que el factor local y el perfil de los candidatos pueden desbordar el marco ideológico, no será inexorablemente mecánico en todas las circunscripciones.
Aun así, de ganar la ultraderecha y ser nombrado primer ministro su candidato al cargo, Jordan Bardella, inmaduro, superficial, se produciría una cohabitación inédita e insólita entre el presidente de la República, Emmanuel Macron, europeísta militante y el conglomerado anti-integración europea, por más que Marine Le Pen atempere o disimule su oposición al Tratado de la Unión Europea, que a modo de constitución fija unos valores y objetivos que ellos rechazan.
Ha sido muy criticada la decisión del presidente Macron de convocar las legislativas el 30 de junio en primera vuelta, después de que su campo perdiera frente al RN, que lo ha doblado en votos y escaños. Macron hizo pública su decisión la noche del 9 de junio a partir de unas estimaciones de voto, sin esperar siquiera los primeros resultados oficiales, una precipitación que cabe interpretar en el sentido de que tenía tomada la decisión a la vista de las encuestas que habían anunciado la debacle electoral.
El cálculo de Macron se asienta en una presumible “reacción republicana” ante la amenaza de la ultraderecha a los valores republicanos culturalmente tan presentes en la sociedad francesa. Pero el cálculo pudiera ser erróneo o fallar a causa de factores imprevistos.
Una primera “reacción republicana” se ha concretado ya en el Nuevo Frente Popular, formado por el movimiento “Francia Insumisa” del polémico e histriónico Jean-Luc Mélanchon, el partido socialista, los verdes y el partido comunista, cuyo posicionamiento siendo abiertamente opuesto a la ultraderecha también lo es al centro liberal de Macron, que no contaba con una tan decidida —y quizás decisiva— unión de las izquierdas.
La reacción política republicana apunta dividida, al menos en la primera vuelta, en dos bloques, el centro y la izquierda. Probablemente, en la segunda vuelta se producirán lo que los franceses denominan “triangulares”, de cuyo resultado podrían depender algunas circunscripciones y con ellas el cómputo final a favor de uno u otro bloque.
En el terreno ideológico tampoco está asegurada la “clarificación” pretendida por Macron como justificante de la convocatoria. Una desinhibida ultraderecha, principalmente el núcleo central representado por el RN se presenta también como intérprete legítimo de valores republicanos en torno a la soberanía nacional y la identidad francesa. Según Marine Le Pen, la primera de todas las libertades es “la libertad de ser francés”, valor absoluto que opone a todos los demás valores.
Y, por último, en el fondo lo más importante, aunque aparezca diluido en la cotidiana brega de la politiquería, el contenido de los programas. En este punto, el centro y la izquierda parten con una cierta ventaja frente a una ultraderecha demagógica —drástica bajada de impuestos, generoso aumento del gasto público sometido a “preferencias”— e inexperta en gestión de gobierno. La institución más relevante que el RN gobierna es el Ayuntamiento de Perpiñán. (El “cordón republicano” funcionó hasta ahora).
Aunque compensarán la falta de experiencia con un viento de cambio que se nota en toda Francia, y que hábilmente han sabido alentar. En una de esas entrevistas “espontáneas” de pocos segundos que hacen las televisiones, una mujer mayor de estatus social indefinido, lo expresaba significativamente: “Deseo que esto cambie, me es igual en qué sentido”, asumía implícitamente la existencia de una ultraderecha “normalizada”, un éxito estratégico de Marine Le Pen.
En las legislativas francesas, el resto de los europeos, sin votar, nos jugamos mucho. Como mínimo sigamos de cerca la crisis francesa, que es una crisis europea. Es el seguimiento que les propondré semanalmente hasta el desenlace de la segunda vuelta.
Más noticias: