Cinco usos razonables para el libro de Pedro Sánchez
En cualquier caso, el libro ha de mantenerse lejos del alcance de los niños
Una vez todos hemos descartado (por su toxicidad, por su fecalidad infinita y pringosa) el libro del Presidente Geyperman como material de lectura, podemos sugerir a nuestros lectores, en estas fechas entrañables, otros posibles usos.
1.- Purgante. Como que estos días resultan previsibles algunos excesos con el marisco y los turrones, el libro de Sánchez puede servir como magnífico estimulador tanto del vómito como de la diarrea explosiva. Bastan un par de párrafos y comienzan los espasmos estomacales. Conviene, eso sí, no estar muy lejos del WC.
2.- Combustible. ¿Hay que encender la chimenea para cantar villancicos? ¡Ningún problema! Se van arrancando las páginas, con deleite goloso, y se les prende fuego con total tranquilidad de conciencia. Los antiguos decían que el fuego todo lo purifica, pero estaban equivocados. El libro pertenece a una peculiar minoría de objetos irredimibles y ningún incendio, por masivo que sea, purificará semejante detrito. Pero al menos lo borraremos de la existencia.
3.- Objeto contundente. En los municipios pequeños los concejales socialistas se mueven en libertad, como si la cosa no fuera con ellos. El libro puede ser arrojado desde los balcones, en conjunción quizás con alguna maceta sobrante, o puede ser empleado para aporrear saludablemente la cabeza del concejal en caso de que este se encuentre sentado frente a la mariscada de turno.
4.- Operaciones punitivas. En caso de que algún enemigo íntimo se haya propasado últimamente, se le puede regalar el libro de Sánchez con el objetivo de arruinar su vida intelectual y moral. Que tiemblen los cuñados, las exnovias y los compañeros de oficina pedantes.
5.- Cortocircuitos de la inteligencia artificial. ¿Tiene usted fobia a los nuevos motores de IA generativa? Se le pide al bot en cuestión que resuma el libro y se puede sentar uno a contemplar cómo el algoritmo colapsa bajo el peso de tanta estupidez y cursilería.
En cualquier caso, el libro ha de mantenerse lejos del alcance de los niños y debe ser manipulado con medidas de protección personal extremas, tales como trajes de buzo o cámaras acorazadas de titanio. Si se usa un robot con ruedas como los de los artificieros, todavía mejor. Cualquier prudencia es poca.
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