Los años dorados del perroflautismo contemplativo
De la vieja izquierda tremebunda, el perroflautismo contemplativo solo ha mantenido calimocho, mugre y gruñidos
Comencemos haciendo los honores a quien acuñó el término, Alejandro Fernández, presidente del PP catalán. “Perroflautismo contemplativo” es, a nivel de aportes para la posteridad, lo único que ha dejado la reciente campaña de las elecciones autonómicas.
Bajo esta preciosa etiqueta se pueden ir apilando, como baldosas viejas, todos esos grupos que hace diez años tiraban piedras y prometían asaltar los cielos y ahora se dedican a las batucadas.
También a los hombres menstruantes y a reflexiones grupales indescifrables, como el famoso “Procés de Garbí” de los camaradas de la CUP, con el que tienen planeado entretenerse estos próximos meses sin que nadie, en ningún sitio, bajo ninguna circunstancia, haya podido saber en qué consiste dicho “proceso” ni cuál puede ser su utilidad.
El perroflautismo contemplativo se hace necesario cuando se transiciona desde Vallecas a Galapagar, desde los fanzines universitarios a la portada del Vogue, desde la vida de activista mantenido por papá a la vida de activista mantenido por los contribuyentes con sueldos de seis cifras. Entonces se impone un tipo de izquierda tamboril y campestre: esta misma semana, en la Universitat de les Illes Balears, el grupito de acampados pro Palestina realizó un “torneo de ping-pong solidario” y luego estuvieron tomando el sol, tumbados en círculo, cogidos de las manos.
Hay parvularios en Namibia con mayor nivel intelectual, por supuesto, pero una vez arruinada la ideología por la tozuda realidad (la ley del sí es sí suelta violadores, la ley de alquiler dobla los precios, etc) solo queda el Colorido Reino del Kumbayá, porque, claro está, no vamos a protestar contra el ministerio si nosotros ocupamos el ministerio. Bueno, para ser justos, la vicepresidenta y ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, estuvo manifestándose en la calle el primero de mayo, no se sabe exactamente contra quién.
De la vieja izquierda tremebunda y anarcoide, el perroflautismo contemplativo solo ha mantenido el calimocho, la mugre y los gruñidos. Al no poder protestar contra gobiernos copados por los suyos, han de luchar contra enemigos imaginarios (el heteropatriarcado, la bifobia, el derretimiento de los polos) o bien enemigos muy lejanos: ahora están con Netanyahu, pero lo que les gusta de verdad es protestar por las multas a alguna periodista del Nepal o la opresión colonial contra los caníbales de Papúa Nueva Guinea.
Va así disolviéndose aquella izquierda panfletaria, complutense y folladora, que lo revolvió todo, bien apadrinada por grupos mediáticos de derecha (la Sexta, es decir, Planeta) para intentar debilitar al PSOE por el flanco izquierdo. Ahora nos queda Sumar, es decir, la inoperancia absoluta, el celofán y las sonrisitas. Y un presidente “profundamente enamorado” que cada semana rompe relaciones con un país civilizado diferente.
A los escépticos a menudo nos preguntan: ¿cómo puedes decir que es todo una farsa, cómo puedes ser tan cínico? A lo que nosotros respondemos, caña de cerveza en mano: si en esos despachos se decidiera de verdad algo importante, no hubieran sido cedidos a esta patulea de incapaces, ¿no crees?
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