Las lágrimas de Àngel Llàcer y Ricard Ustrell: televisión en estado puro
El reencuentro entre 'Col·lapse' y la audiencia obtuvo como resultado una noche para recordar llena de emoción
El regreso de 'Col·lapse' a TV3 con su tercera temporada no podría haber empezado con mejor pie. Ricard Ustrell y el equipo de La Manchester han vuelto por todo lo alto, demostrando que el gran dato de audiencia está asegurado cuando se hace televisión con pasión, inteligencia y, sobre todo, con esa sensibilidad especial capaz de tocar la fibra al espectador.
El regreso de 'Col·lapse' debutó con un impresionante 17,9% de share y 259.000 espectadores, lo que ya es en sí un indicador de que la fórmula funciona. Pero las cifras no son lo más valioso: es la sensación de que en la televisión catalana vuelven a pasar cosas importantes.
Desde el primer minuto del programa, Ustrell demostró una vez más por qué es uno de los grandes comunicadores de Cataluña. La entrevista con Carles Francino no solo fue íntima e interesante, sino que también puso sobre la mesa temas que llevan años generando tensión en el ámbito mediático catalán y que interpelan de pleno al espectador, como lo son las injerencias políticas en TV3.
Francino puso palabras a las intenciones de 'Col·lapse'. Esa aspiración de que 3Cat vuelva a ser la televisión que llega a todas las casas, con independencia de los tintes políticos. Esa sombra de grandes espectáculos con ambición internacional, como lo era 'Àngel Casas Show', que sobrevuela el plató del sábado noche de TV3.
Ustrell domina el arte de saber dónde están los intereses de la audiencia. La mesa de debate sobre la fortuna del Rey Juan Carlos fue otro momento clave del programa. Es casi una verdad universal: la monarquía es nuestro guilty pleasure colectivo. Y ahí reside la magia de 'Col·lapse', que con habilidad mezcla lo frívolo y lo trascendental, lo que nos engancha por el morbo, con lo que nos hace pensar por la crítica.
Pero el momento cumbre de la noche fue la entrevista a Àngel Llàcer. Desde el primer "Bona nit, Àngel" de Ricard Ustrell, la emoción inundó el plató. Era imposible no sentir la intensidad de la relación entre Ustrell y Llàcer, dos amigos que han pasado por el infierno de la enfermedad juntos, y que se sentaban frente a las cámaras para intentar, de alguna manera, cerrar ese capítulo.
Llàcer, con una franqueza desarmante, confesó que lo que más le preocupaba mientras luchaba entre la vida y la muerte no era él mismo, sino sus amigos. “No puedo morirme, no puedo hacerle esto a Ricard”, sollozaba, mientras Ustrell se quedaba en silencio sin poder evitar las lágrimas. Fue un momento televisivo auténtico, de esos que al día siguiente se comentan en el bar o en la oficina. Que quedan en el imaginario audiovisual colectivo.
La sorpresa de la noche, la entrada de Manu Guix para cantar junto a Llàcer una canción que celebraba su amistad, fue la guinda del pastel. Televisión en mayúsculas, en la que se mezclan el talento, la emotividad y el espectáculo. La tele que te pone la piel de gallina y te humedece la mirada. Eso es lo que hace grande a un programa: la capacidad de hacer sentir, de conectar con el público más allá de la pantalla.
'Col·lapse' no solo volvió, volvió más grande que nunca. En una parrilla televisiva cada vez más competitiva, Ustrell vuelve a demostrar que la televisión pública sigue teniendo un lugar en la noche de los sábados. La tercera temporada de 'Col·lapse' es un refugio para los que creen en la televisión como un espacio para emocionar, provocar y conectar.
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