Babylon Show: Cuando la intención es el primer paso hacia un buen programa
Analizamos el estreno de 'Babylon Show', el nuevo programa diario de Telecinco con Carlos Latre
El estreno de ‘Babylon Show’ en Telecinco, con Carlos Latre al frente,ha sido recibido con un escepticismo palpable. No es para menos, considerando los últimos movimientos de Mediaset, que han entrenado a la audiencia un radar afinado para detectar fracasos antes incluso de que se materialicen. Sin embargo, en medio de esta atmósfera de desconfianza, Latre ha aparecido en la franja más competitiva de la televisión con una ilusión que no debemos subestimar. Y es que, a pesar de los errores de cualquier programa que se estrena en directo, esa ilusión es sinónimo de compromiso con el proyecto, un aspecto que merece ser reconocido.
Es cierto que ‘Babylon Show’ ha comenzado con tropiezos. El decorado resulta un tanto arcaico y la iluminación, en lugar de realzar la vitalidad que el programa pretende proyectar, es más bien pobre y oscura. No cuenta con el diseño sonoro y de realización dinámico al que nos tiene acostumbrados ‘El Hormiguero’, pero comparar un programa recién salido del horno, aún a medio cocer, con un coloso televisivo que lleva más de 18 temporadas arrasando, es no solo injusto, sino también miope.
Carlos Latre sabía desde el principio que su camino no sería fácil, así lo dejó claro en las entrevistas promocionales. El primer 'Babylon Show' evidenció errores, sí, pero también mostró intención, y en televisión, la intención lo es todo. Latre quiere que pasen cosas, que el espectador se sorprenda y se sienta partícipe de algo nuevo. En una época en la que la televisión española parece estancada en un bucle de contenidos reciclados y aburridos, este tipo de ambición puede acabar traduciéndose en un soplo de aire fresco.
Es fácil criticar un estreno por sus fallos técnicos o por la falta de rodaje del equipo, sin embargo, lo que debería importar aquí es el potencial que ‘Babylon Show’ tiene para evolucionar. Todo programa necesita tiempo para encontrar su ritmo, para perfilar su estilo y para ajustar sus contenidos hasta dar en el clavo. Está en manos de la audiencia decidir si está dispuesta a dar a Latre un voto de confianza. Si bien es posible que sea difícil que alcance grandes audiencias, una parte de su éxito radicará en si logra convertirse en un producto entretenido y distinto en una franja que ha estado desértica de oferta durante demasiado tiempo.
En esta primera entrega, vimos a un Carlos Latre nervioso, lo cual es buena señal: le importa lo que está haciendo. El equipo aún está encontrando su camino, la técnica no estuvo a la altura, hecho que generó momentos un tanto cutres. En cuanto a los contenidos, el primer ‘Babylon Show’ fue de una imitación sin demasiada gracia a Mbappé a una entrevista con Luis de la Fuente (aunque un tanto sosa). De un reportaje con el inconfundible estilo de Walter Capdevila a una charanga entrando en plató para dar inicio a las fiestas de Haro, ciudad natal del invitado.
La nostalgia inundó el plató con el reencuentro de Sardà y Latre, recordando los tiempos de ‘Crónicas Marcianas’, y Marta Torné se mostró segura y cómoda en el papel complementario que juega en la mesa. Y no podemos olvidarnos de Mari Carmen, un sí rotundo como personaje del programa. En definitiva pasaron cosas, y eso es algo que no se veía en esa franja de Telecinco desde hace mucho tiempo.
‘Babylon Show’ ha demostrado en su debut que tiene intención, energía y un deseo de entretener, que se agradece. Confiemos en que Carlos Latre y su equipo sepan afianzar el programa y convertirlo en un espacio que, aunque quizás no conquiste audímetros, sí logre entretener y sorprender, dos cualidades que la televisión actual necesita con urgencia.
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