¿Trump o Kamala? Las elecciones de EEUU también se juegan en Cataluña
La polarización entre la derecha radical y la izquierda woke se ha trasladado al escenario político y mediático catalán
Este martes se celebran en Estados Unidos las elecciones presidenciales más cruciales que se recuerdan en muchos años. Con el mundo en llamas, en el país más poderosos del mundo se enfrentan dos modelos antagónicos: el globalismo de Kamala Harris contra el soberanismo/proteccionismo de Donald Trump.
El resultado marcará para bien o para mal el devenir de los próximos años en la geopolítica global. La guerra de Ucrania, la crisis en Oriente Medio, la recesión económica, la guerra comercial, los países emergentes, la Unión Europa… Todo esto está en juego en las elecciones norteamericanas de esta noche.
El choque tiene lugar también en plena batalla cultural entre la derecha radical y la izquierda woke. Esto hace que las elecciones no se disputen solamente en Estados Unidos sino también, sin ir más lejos, en Cataluña. Los medios públicos y subvencionados llevan días haciendo campaña desesperadamente por Kamala Harris, temerosos de que una victoria de Donald Trump “dé alas a la ultraderecha catalana”.
Y al revés, confían en que un triunfo de Kamala Harris devuelva la esperanza a la izquierda como hizo Barack Obama en 2008. Los análisis políticos en Cataluña se centran en esconder las carencias de Kamala Harris y en reproducir los mismos mensajes apocalípticos que cuando Trump ganó en 2016. La falta de pluralismo y la parcialidad desacomplejada muestra el nerviosismo del establishment político y mediático en Cataluña, ante unas horas decisivas para el mundo.
Cataluña también está dividida: Quién va con quién
Estas son las elecciones estadounidenses más apretadas que se recuerdan, y podrían decidirse por un puñado de votos. Las encuestas dan un empate técnico, aunque Trump parece haber tomado ventaja estos últimos días respecto a una Kamala Harris que sigue ofreciendo dudas. Cataluña es un reflejo de esta división, con sectores a favor de la candidata demócrata y otros partidarios del republicano.
El procesismo está volcado con Kamala Harris por varias razones. Primero, porque no olvidan que Trump se opuso a la independencia de Cataluña y defendió una España fuerte, unida y soberana. Segundo, porque Trump representa el conservadurismo radical que ellos llaman "extrema derecha" y temen que su victoria confirme el hundimiento de la izquierda.
En cambio, algunos sectores independentistas radicales prefieren el modelo ultraconservador de Trump que el wokismo de los demócratas. Ven en Kamala Harris una copia del procesismo catalán, con el aparato mediático a favor de un establishment guiado por las políticas buenistas. Por simplificarlo, los simpatizantes de ERC, Junts y CUP son más afines a Kamala Harris, y los de Aliança Catalana a Donald Trump.
Por supuesto, la izquierda que representan el PSC y los Comunes sueñan con ver otra presidenta feminista y racializada en la Casa Blanca. Mientras que PP y Vox apuestan claramente por el modelo republicano, liberal en lo económico y conservador en lo social. Especialmente en Vox, cuyo líder Santiago Abascal tiene buena relación con Donald Trump y representa mejor que nadie su proyecto antiglobalista.
Qué hay en juego
Uno de los principales temores a la victoria de Trump es la guerra comercial que podría desencadenarse, especialmente con China. Pero esto tendría evidentemente su impacto en el resto de la economía mundial. En Cataluña también, porque el modelo proteccionista de Donald Trump y la subida de aranceles que ha prometido afectaría a las relaciones comerciales con un socio preferencial.
Pero por otra parte, el mandato de Joe Biden no ha traído la prosperidad anunciada y concluye con dos guerras (Ucrania y Oriente Próximo) y el mundo al borde del desastre. También con la Unión Europea más debilitada y al borde de la recesión.
Trump ofrece un modelo de orden y enfriamiento geoestratégico que podría relanzar la economía gracias a una mayor estabilidad internacional. Por el contrario, Kamala Harris propondría un modelo continuista de la anterior administración que trajo crisis económica y conflictos armados. Tampoco está claro en qué beneficiaría a Cataluña, más allá de permitir a la izquierda woke y a sus medios seguir manteniendo su relato.
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