Toni Comín, el rostro del fracaso del procesismo en Europa
El Procés ya no interesa a nadie más que a la élite que lo impulsó
“He presentado una demanda de medidas cautelarísimas porque el Parlamento Europeo me reconozca como eurodiputado a todos los efectos. Me parece muy grave que la presidenta Metsola deje casi medio millón de ciudadanos europeos sin representación”.
Es el grito indignado de Toni Comín tras la decisión de la presidenta del Parlamento Europeo de no concederle el acta de eurodiputado. Luego llegarían las reacciones de Puigdemont y de otros dirigentes de Junts y su entorno. Y para de contar.
El grito en el desierto de Comín no ha suscitado el más mínimo interés entre el resto de los partidos de la cámara, ni siquiera los más sensibles a la causa independentista. Los de Junts han vuelto a quedarse solos. El Procés ya no interesa en Bruselas, es más, hay la sensación de que el tema cada vez agota más en una Europa que se enfrenta en estos momentos a retos mucho más exigentes y trascendentales.
Toni Comín se ha convertido así en el rostro del fracaso de la estrategia internacional de Junts. Pero esto no tiene nada de anecdótico, puesto que Carles Puigdemont ha construido toda su acción política posterior a octubre de 2017 en base a la legitimidad internacional del llamado "gobierno en el exilio". El drama para el expresident es que el aislamiento internacional coincide con la pérdida de prestigio de los fugados, que están volviendo a Cataluña solos y haciendo el ridículo.
En evidencia a los ojos de Europa
La no concesión del escaño a Toni Comín ha servido a Junts para hacer la pataleta de siempre y poco más. Comín ha intentado restarle legitimidad a Roberta Metsola diciendo que está secuestrada por el PP. La realidad le ha vuelto a dar una bofetada, porque la maltesa ha sido reelegida con una mayoría aplastante gracias a los votos no solo del centroderecha sino también del grupo de los socialistas y los liberales.
El momento actual es preocupante para el soberanismo en general. ERC y Junts no solo han perdido peso en el Parlamento Europeo, sino también prestigio y capacidad de influencia. Una demostración ha sido el fiasco de la oficialidad del catalán en Europa, un debate que ha suscitado cero interés y que ha demostrado que los procesistas son ya irrelevantes en Bruselas y más molestos que otra cosa.
El futuro no es más esperanzador, al contrario, las cosas parece que pueden complicarse aún más. La batalla judicial que Puigdemont ha utilizado como excusa para seguir empujando la pelota hacia adelante está a punto de acabar y podría hacerlo de la peor forma posible para él. Si finalmente es detenido, el expresident perderá el poco prestigio que le quedaba al haber malgastado siete años para acabar entre rejas. Es decir, acabar como acabó Junqueras, pero siete años más tarde.
Sus adversarios ganan peso
Para empeorarlo aún más, no es solo que el procesismo pierda peso en Europa sino que sus rivales lo ganan. El PP ha sido el partido más votado y pertenece también al grupo de la cámara que más ha crecido, el Partido Popular Europeo. También Vox y los identitarios han aumentado su representación, lo cual confirma que hay una oleada conservadora contraria a los intereses de los procesistas.
En cuestiones como el catalán o las batallas judiciales, el PP tiene las de ganar en Europa para presentar batalla al PSOE y a los procesistas. El contexto actual indica que Comín, por muchas pataletas que dé, está más solo que nunca. Y que Puigdemont, que un día se creyó el Simón Bolívar europeo, puede acabar olvidado o como una caricatura de sí mismo. Lo que está claro es que el procés ya no interesa a nadie, más que a la élite que lo impulsó.
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