Tres hombres, dos de ellos dándose la mano y uno hablando en un podio con el logo de Òmnium.
POLÍTICA

El incómodo silencio de Òmnium ante la investidura de Salvador Illa

El entorno de Junts y la ANC acusan a la entidad presidida por Xavier Antich de connivencia con ERC

La Assemblea Nacional Catalana (ANC) se posicionó recientemente a favor de la repetición electoral apelando a la unidad del independentismo. La entidad presidida por Lluís Llach, exdirigente del Consell de República de Carles Puigdemont, secundaba así de forma descarada la estrategia de Junts. Ya nadie tiene dudas de que la ANC, que nació como una plataforma transversal para aglutinar al independentismo cívico, ha acabado siendo un instrumento político más al servicio de Puigdemont.

La significación de la ANC en las negociaciones sobre la investidura contrasta con el silencio de la otra gran entidad cívica durante el Procés, Òmnium Cultural.

La asociación que preside Xavier Antich ha sido siempre acusada de ser la muleta de ERC. Ahora, el entorno de Junts y el independentismo contrario a la investidura de Salvador Illa les acusan de callar para no entorpecer las negociaciones entre republicanos y socialistas.

Este nuevo enfrentamiento demuestra, por una parte, el nivel de división alcanzado por el independentismo siete años después de la proclamación de la independencia. Pero también revela las consecuencias de mezclar a las entidades cívicas con la política durante el Procés.

Al final, estas organizaciones cuya función tenía que ser aglutinar a la sociedad civil más allá de los partidos, han acabado consumidas en la propia lógica de esos partidos que conduce a la división y a la irrelevancia.

La ANC contra Òmnium

Lejos han quedado aquellos años en los que la ANC y Òmnium Cultural participaban en actos conjuntos y multitudinarios sin tensión ni rivalidad. Eran años felices, de esperanza, en los cuales las entidades cívicas, llevadas por la euforia de los partidos, cayeron en la tentación de subirse al carro del activismo político. La mayoría de los dirigentes procesistas siguen en sus puestos, mientras que los activistas han ido desapareciendo uno a uno.

Era de esperar que tras el fracaso de la independencia y la ruptura de la unidad, la guerra entre partidos llegara también a las entidades. El punto álgido llegó con la salida de Junts del Govern, en otoño de 2022. La ANC, espoleada por Puigdemont, declaró la guerra a Òmnium Cultural por su complicidad con ERC e incluso militantes de base publicaron en sus redes sociales instrucciones para darse de baja de la entidad.

Hombre hablando en un podio con un fondo rojo y el logo de Òmnium.

El boicot a Òmnium marcó un antes y un después en la relación entre entidades independentistas. La Assemblea, lejos de intentar recuperar la transversalidad que le dio en su día el poder de movilización, se ha ido escorando cada vez más hacia Junts y Puigdemont. Lo mismo con Òmnium Cultural, cuyo silencio ante las negociaciones entre ERC y el PSC solo se explica por su proximidad hacia los republicanos.

Más lejos que nunca de la unidad

Una nueva muestra de la cercanía entre Òmnium y ERC ha sido la efusividad con la que la entidad ha recibido a los fugados de Esquerra con Marta Rovira a la cabeza. La entidad que preside Xavier Antich organizó un acto de bienvenida y ha publicitado en sus redes sociales el recibimiento a los exiliats exonerados. Eso sí, el presidente de Òmnium se acordó de Carles Puigdemont, Toni Comín y Lluís Puig, que ya es más que lo demostrado al otro bando por Lluís Llach.

El presidente de la ANC solo se acuerda de ERC para darle palos a Oriol Junqueras, del que despotrica siempre que tiene la ocasión. ERC ha denunciado reiteradamente la hostilidad de la ANC hacia su partido, incluso en las manifestaciones en las que no tienen más remedios que ir juntos. Todas estas guerras no hacen más que demostrar que la soñada unidad independentista está más lejos que nunca.

El problema para la ANC y Òmnium Cultural es que han acabado como meras sucursales de partidos a la deriva. La crisis interna de ERC y la que está a punto de estallar en Junts si finalmente Illa es investido amenaza con ser el hundimiento definitivo de espacios cada vez más irrelevantes.

Sin poder de movilización y atados de pies y manos por su servilismo a las luchas políticas, unos y otros van camino de enterrar definitivamente el sueño de construir la independencia desde la sociedad civil.

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