El tema de la lengua en tiempos de Prohens
Durante los ocho años del Pacto de Progreso, el catalán no ha hecho más que retroceder en el ámbito de lo público
Estos días vemos como ha saltado la alarma por el tema lingüístico (la defensa de la lengua propia de las Baleares) en asociaciones de izquierdas, partidos de izquierdas, asambleas de izquierdas y demás merenderos, tradicionales focos de histeria institucional. El catalán que sobrevivió a Felipe V, a las invasiones napoleónicas, a cuarenta años de franquismo, al parecer no va a sobrevivir cuatro años si un determinado número de activistas dejan de cobrar del erario público.
El catalán, más que un idioma, parece ser una entidad bio-sensitiva: en cuanto percibe que los de la Obra Cultural Balear dejan de ingresar su nómina de cinco cifras, palidece, enferma y se encamina a la muerte, sombrero en mano, dedicando un último saludo a la afición.
En realidad, durante los ocho años del Pacto de Progreso, el catalán no ha hecho más que retroceder en el ámbito de lo público. Llegó un momento en que hubo que amonestar a cierto conseller (uno al que le cuesta conciliar el sueño) porque a mitad de legislatura solo había empleado el castellano tanto en el Parlament como en las ruedas de prensa.
Armengol, visto el estropicio del procés y el apoyo del PSOE al 155, se dedicó a ponerse de perfil, como en tantos otros temas, alcanzando a confundirse con el paisaje como esos admirables insectos inmóviles de la jungla de Borneo: la quietud de un palo, la actitud de un palo, la estrategia política de un palo.
Al menos, eso sí, Armengol es capaz de decir dos frases con sentido en su lengua materna, mientras que el exalcalde Hila (originario del país del sopor y los bostezos) habla un catalán patanesco, de surtidor de gasolinera, que basta por sí solo para refutar todos los esfuerzos de las políticas de inmersión.
En sus primeras declaraciones, el conseller de Educación, Antoni Vera, dijo que lo pactado con Vox no se aplicaría en el curso próximo porque “tenían temas más importantes”. Para los que sabemos traducir la jerga del PP, tal anuncio fue causa de enorme alborozo, pues supimos que comenzaba el rejoneo. Se van a pasar dos años enredando con trucos como el del antiguo conseller Bosch, que vendía la lengua “de primera enseñanza” (termino inventado, sin rango pedagógico alguno) como “lengua vehicular”: daba discursos retorcidos, tramposos hasta el escándalo y diseñados para provocar el reflujo gástrico y el agotamiento moral en alborotadores de uno y otro signo.
Si nada cambió entonces, con los 35 diputados del alferez Bauzá, menos va a cambiar ahora con alguien como Prohens, que practica el famoso bilingüismo cordial de Feijóo mediante el sencillo método de hablar los dos idiomas al mismo tiempo, con simétrica incorrección, en un híbrido meloso, insustancial, pero eso sí, muy sonriente.
El problema (lo gracioso y fenomenal) es que desde ambas orillas de la polémica interesa dar la imagen de que están embarcados en una lucha heroica. Unos para reponer las “libertades”, otros para defender “la lengua propia”. Nadie quiere volver a casa y explicarle a su señora que ha perdido otra tarde más en reuniones con gente exaltada e inoperante; se necesita un relato épico no solo para ganar votos, sino para poder mirarse al espejo y poner cara de Savonarola.
Que al fin y al cabo es lo que mueve a esta gentecita tan peculiar.
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