Imagen del cartel electoral de Aliança Catalana, con la foto de su candidata Sílvia Orriols
POLÍTICA

Sílvia Orriols: cuando la casta política va por un lado y la gente por el otro

La líder de Aliança Catalana suma nuevas adhesiones y rompe tabúes en Cataluña

Sílvia Orriols está llamada a ser uno de los nombres políticos de la Cataluña del 2023. Muchos pronosticaron que quedaría en la oposición en Ripoll, otros que se le verían las vestiduras cuando gobernara. De momento, Orriols ha roto los esquemas de la clase política y su sistema mediático, que ven como la ciudadanía va por otro lado.

Hasta la llegada de Aliança Catalana en la alcaldía del Ayuntamiento de Ripoll, el procesismo controlaba el relato en los canales oficiales de Cataluña. TV3, Catalunya Ràdio y hasta RAC1 no se movían del oficialismo: informaciones sobre los partidos procesistas y un enfoque de izquierdas y buenista sobre temas sociales. Informaciones día sí y otro también sobre el 1 de octubre, noticias sobre el colectivo LGTBIQ+ constantes, documentales contra la masculinidad... Solo había un modo de poder decir las cosas, una sola óptica woke en Cataluña de ver el mundo.

Tal ha sido la transformación vivida con el Procés, que la derecha puramente catalana había desaparecido. Junts se parece hoy día más a la CUP que al Partido Popular. Se había movido el ecosistema, pero ¿también las bases? Era la duda que quedaba en Cataluña al ver el nuevo orden establecido entre la clase política y sus altavoces subvencionados.

Ya había indicios que nos daban la respuesta. Los jóvenes son cada vez más de derechas, porque hoy en día, ser alternativo es alejarse del buenismo existente. No hay nada más sistema que Podemos -ahora Sumar- o la CUP. Y, claro, este dato, reflejado en encuestas, hizo saltar las alarmas de una industria política catalana que confunde derecha con fascismo, que cree que todo lo que no es de izquierdas no es digno.

Montaje con un primer plano de Sílva Orriols y de fondo una imagen desenfocada del hemiciclo del Parlament con varios diputados sentados

Sílvia Orriols rompe con todo

La llegada de Sílvia Orriols, una alcaldesa de un pueblo de 10.000 habitantes, ha roto los esquemas de la casta política. Con un discurso de control a la inmigración los ha dejado descolocados y aún no acaban de entender qué está pasando.

Este martes, por ejemplo, Ripoll comunicaba que habían encontrado un inmigrante ilegal durmiendo en la calle y que habían dado parte a la Policía Nacional. Habían cumplido con lo que dice la ley, en definitiva. La clase dirigente procesista no tardó en salir en tromba: TV3, periodistas de Nació Digital, concejales de la CUP... Todos contra Sílvia Orriols con graves insultos. Pero algo ha cambiado ya en Cataluña y rápidamente se toparon con la realidad.

Si bien es cierto que algunos usuarios en redes criticaron a la líder de Aliança Catalana por el caso del inmigrante ilegal, muchísimos otros la aplaudieron. Se pueden dar un paseo por Twitter para comprobar que Orriols despierta más pasiones entre los indepes de base que no animadversión. 

Son ciudadanos de Cataluña, la mayoría indepes, que ya no tienen miedo a decir la suya sobre la inmigración ilegal. Catalanes que piden abrir el debate de la integración y del salafismo en nuestras ciudades. Y claro, esto descoloca a la izquierda oficial catalana, que creía que su 'país' era de pensamiento único. Acusan a Sílvia Orriols de 'racismo' de 'xenofobia' y piden una moción de censura sin entender que esto solo acaba de empezar. 

Sílvia Orriols ha cumplido en este caso la ley. Ha hecho lo que prometió en campaña electoral y sus detractores harían bien en no ridiculizarla y tratar de entender qué está pasando. Roger Montañola, del PDeCAT, es el único candidato de los soberanistas que parece dar en el clavo, pero los otros hacen oídos sordos y prefieren taparse con la bandera y mirar a otro lado.

Plano medio de Sílvia Orriols, mirando a cámara, sentada en su despacho y con las manos en el teclado y ratón de su escritorio

Por primera vez en años, la casta política procesista ve como sus votantes potenciales van hacia otro lado y, lejos de entenderlos, los criminalizan. Uno puede discrepar de Sílvia Orriols, pero convertirla en el demonio cuando cada vez tiene más adeptos, es infantilismo. Sobre todo cuando la van a votar los que hace tres años te votaban a ti.

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