El PSOE impone la calma tras el desafío de Carles Puigdemont a Pedro Sánchez
Moncloa acelera el traspaso de competencias y prepara nuevas concesiones en materia fiscal
Que no cunda el pánico, ese fue el mensaje que transmitió ayer la cúpula del PSOE ante el órdago de Carles Puigdemont. El presidente de Junts sorprendió con la petición de una cuestión de confianza. Superado el shock inicial, en Moncloa se impuso la calma y la sensación de que, vistas las cosas con frialdad, no hay motivos para temer.
Los socialistas comprenden la frustración de los postconvergentes y sus urgencias políticas. Sin poder en las principales instituciones y con ERC pisándoles los talones, Junts necesita marcar territorio. Pero la lectura que hacen del balance del acuerdo de investidura es muy distinta.
Carles Puigdemont fue muy duro al hablar del PSOE como un partido que "no es de fiar". Señaló los incumplimientos de los acuerdos como una demostración del engaño, y vino a decir que los socialistas son unos trileros. "Las cosas no van bien", dijo, y habló de "punto de inflexión" en la legislatura.
El PSOE, en cambio, entiende que los incumplimientos responden a factores externos que ellos no pueden controlar. Como la negativa de los jueces a aplicar la amnistía o las reticencias de Europa al uso oficial del catalán. En aquello que depende del PSOE, como las competencias en inmigración, creen que están siendo extremadamente generosos.
Por eso desde Moncloa se ha lanzado un claro mensaje. Entienden la frustración de Junts, pero Pedro Sánchez no presentará ninguna cuestión de confianza ni tampoco lo ve necesario. En Presidencia están convencidos de que convencerán a los juntaires para retirar la petición.
Pragmatismo y poco ruido
Pedro Sánchez y su entorno ven la petición de Carles Puigdemont como mera gesticulación de cara a su electorado en Cataluña. No es la primera vez y va con el carácter imprevisible del personaje. Creen que lo mejor es acercar posiciones con el sector más pragmático de la cúpula de Junts, y apelar al interés mutuo de ambos partidos.
El ejemplo es la buena sintonía que habían mostrado ambas formaciones estas últimas semanas con la negociación de la fiscalidad. Surgieron tiranteces, sí, pero el hilo directo entre María Jesús Montero y Carles Puigdemont dio resultado.
Esto ha allanado el camino para la negociación de los presupuestos, y en Moncloa están convencidos de que Junts acabará dando su brazo a torcer. Por eso se ha impuesto una consigna, pragmatismo y poco ruido.
Por otro lado, Sánchez sabe que escurrir el bulto de la cuestión de confianza no le saldrá gratis. Puigdemont ha conseguido aumentar la presión sobre el Gobierno, que ahora tendrá que hacer nuevas concesiones para demostrar su lealtad. De momento, ya se han comprometido a acelerar el traspaso de las competencias de inmigración y preparan nuevas concesiones en financiación.
Evitar unas nuevas elecciones como sea
Los sondeos dibujan un panorama apocalíptico para Pedro Sánchez y la izquierda. El PSOE consigue resistir pero es incapaz de crecer, y ni siquiera es capaz de rentabilizar las ayudas ofrecidas por la DANA. Lo más preocupante es el hundimiento de Sumar, que aleja a la izquierda de la mayoría absoluta.
Las últimas encuestas muestran una robusta solidez del PP y un crecimiento sostenido de Vox. La derecha obtendría cómodamente la mayoría absoluta sin tener que cortejar a PNV y Junts. Ante esto, la consigna en Moncloa es evitar como sea unas nuevas elecciones.
La parte positiva para el PSOE es que a Junts tampoco le conviene que caiga el Gobierno. Eso le quitaría la única posición de influencia que tienen ahora mismo, y abriría un escenario demasiado incierto para una formación que tampoco va bien en las encuestas.
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