Dos policías de Sant Cugat del Vallès escoltan a una persona esposada frente a un coche patrulla.
POLÍTICA

Okupación y delincuencia, el binomio que desmonta el relato buenista en Cataluña

Varios sucesos recientes demuestran que la inseguridad se origina muchas veces en viviendas okupadas

La crisis de la vivienda ha reabierto el debate sobre la okupación en Cataluña. La izquierda prookupación defiende la legítima apropiación de la propiedad privada frente al abuso y la especulación de los bancos y grandes tenedores. Para legitimar la okupación argumentan que es un fenómeno muy reducido, y que la mayoría se producen en pisos vacíos por parte de colectivos vulnerables.

Imagen de dos agentes de los Mossos d'Esquadra deteniendo a un hombre

Frente a este relato, que los medios han convertido en la verdad oficial, hay una realidad que prolifera en los barrios más degradados de las grandes ciudades. Muchos problemas de inseguridad e incivismo tienen como foco viviendas okupadas. La gran cantidad de robos y peleas con okupas implicados rompe el relato del buenismo según el cual la ocupación responde a problemas de vulnerabilidad.

Badalona, epicentro de la okupación

Hace poco los vecinos del barrio de La Salut de Badalona asistieron a la enésima pelea entre los inquilinos de dos ocupaciones conflictivas. Badalona es uno de los epicentros de la okupación en Cataluña. Los vecinos viven atemorizados sufriendo incivismo, gritos, peleas, robos y fiestas a altas horas de la madrugada.

Una persona disfrazada de dinosaurio sale de una puerta en una calle con coches estacionados y un edificio de ladrillo al fondo.

En Badalona, como en muchos otros lugares, se añade el problema del tráfico de drogas. Y es que muchas de estas casas ocupadas acaban funcionando como narcopisos, base de operaciones de las mafias para la compra y venta de estupefacientes.

Mataró ha revelado la gravedad del problema

El problema se extiende a otras ciudades catalanas afectadas por este problema. Mataró es un buen ejemplo. La ciudad fue literalmente tomada por los okupas hace unos días, a raíz de la detención de un extranjero que quería ocupar una vivienda.

Ocurrió en el barrio de Cerdanyola, donde la saturación migratoria y las ocupaciones están muy por encima de la media catalana. Los vecinos, amenazados por los propios okupas, llevan años denunciando los problemas de inseguridad e incivismo. Como en muchos otros lugares de Cataluña, acaban yéndose del barrio de toda la vida ante el abandono de las instituciones. 

Un grupo de policías detiene a una persona en una calle mientras la introducen en un vehículo policial.

Esta misma semana se ha conocido que los Mossos detuvieron a dos okupas de Mataró por un robo con violencia en Vilafranca del Penedès. Una muestra más de la estrecha relación entre okupación y delincuencia que desmonta el relato de la vulnerabilidad.

Otro suceso tuvo lugar el pasado viernes en Terrassa, donde unos okupas protagonizaron una espectacular pelea con palos y machetes. Igual que en La Salut o en Cerdanyola, los vecinos de Torresana también llevan tiempo denunciando los problemas de seguridad que generan estos okupas. Lo mismo ocurre en Lérida, L’Hospitalet, Figueres, Vic o Tarragona, por poner solo algunos ejemplos.

Acabar con la okupación para reducir la delincuencia

Estos okupas suelen tener algo en común, y es que acumulan numerosos antecedentes por robos, peleas y agresiones. Pero la connivencia de los poderes catalanes con la okupación ha favorecido espacios de impunidad que favorecen la multirreincidencia.

Si a ello le sumamos la proliferación de mafias y la multiplicación de armas blancas y de fuego en las calles, sale un cóctel explosivo. Algunos partidos y medios de comunicación se empeñan en maquillar los datos. Pero los agentes de policía a pie de calle aseguran en privado que la situación de la seguridad en Cataluña ha empeorado hasta límites inimaginables.

Ante esto, cada vez hay más personas que creen que acabar con la okupación sería un gran paso para reducir la delincuencia. Muchos alcaldes están alzando la voz, pidiendo más controles en el padrón y un cambio de leyes para actuar con mano dura contra los okupas. Poco a poco se va imponiendo un enfoque más sensato de la gestión pública de la seguridad en Cataluña.

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