
El empobrecimiento silencioso: más trabajo, menos renta, más impuestos
Los hogares no solo ingresan menos, sino que además soportan una carga impositiva superior a la de hace 17 años
Más de quince años después del estallido de la crisis financiera, los hogares españoles siguen sin recuperar el poder adquisitivo que tenían en 2008. Esta es una de las conclusiones más relevantes del informe publicado por Funcas. Se confirma así que la renta neta real de las familias se mantiene por debajo de los niveles anteriores a la Gran Recesión. Pero es que, al mismo tiempo, la presión fiscal se encuentra en máximos históricos.
La situación se explica por un fenómeno identificado como “progresividad en frío”, es decir, la ausencia de ajuste del IRPF a la inflación. Esto provoca que los contribuyentes paguen más impuestos sin un incremento real de renta. Según los datos analizados, el índice de carga fiscal pasó de 100 en 2008 a 114,4 en 2024. En cambio, la renta neta real apenas alcanzó un índice de 95,7. Los hogares no solo ingresan menos en términos reales, sino que además soportan una carga impositiva superior a la de hace 17 años.
La presión fiscal se refleja especialmente en el IRPF y en el IVA. Solo entre 2021 y 2024, los hogares han asumido un sobrecoste total de 438 euros por la vía del IVA. En paralelo, el tipo medio del IRPF ha subido del 12,7% en 2019 al 14,4% en 2024, impulsado por el aumento del empleo y la falta de actualización de los tramos. La recaudación, lejos de moderarse, creció un 8,1% en 2024, lo que supone 21.167 millones adicionales.

Ojalá fuera solo un problema fiscal
Pero este deterioro no es solo fiscal. Según advertencias de la agencia Moody’s, el estancamiento del PIB per cápita revela problemas estructurales de fondo. Desde la crisis de 2008, España ha dejado de converger con los niveles económicos del núcleo europeo. La renta per cápita permanece estancada y España se encuentra hoy en niveles comparables a los de 1999. La explicación más repetida por los analistas apunta a dos factores clave: baja productividad y excesiva dependencia del empleo de bajo valor añadido.
A este diagnóstico se suma un elemento demográfico relevante: el fuerte crecimiento poblacional a través de la inmigración. Informes recientes, como el publicado por el Círculo Cívico de Opinión, señalan que los flujos migratorios masivos han contribuido a diluir el PIB per cápita y a contener los salarios en sectores con escasa cualificación. Este fenómeno, combinado con un mercado laboral frágil y una presión fiscal creciente, agrava la pérdida de poder adquisitivo entre hogares vulnerables y jóvenes.
¿Adónde vamos?
La consecuencia directa de este modelo es una creciente dificultad para capitalizarse. A falta de vivienda accesible y con escasa capacidad de ahorro, la renta disponible se orienta casi exclusivamente al consumo básico. Mientras tanto, el precio de la vivienda continúa creciendo muy por encima de los ingresos. Se limita así la acumulación patrimonial de las nuevas generaciones y agrava las desigualdades intergeneracionales:
A día de hoy, las perspectivas a largo plazo no son optimistas. Según Funcas, si se mantiene el actual ritmo de crecimiento de la renta real, se tardarán varios años en alcanzar los niveles de 2008.
Y si no se introducen reformas fiscales que ajusten los tramos del IRPF a la inflación, el proceso de erosión será acumulativo. La presión sobre las rentas medias y bajas seguirá creciendo, consolidando un modelo económico en el que más impuestos no equivalen a más capacidad económica.
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