Junts y PSOE: Cenas, llamadas desde Waterloo y una relación que ya no es flirteo
Ya no hay desconfianza entre los dos partidos políticos: Carles Puigdemont y Pedro Sánchez avanzan, sus segundos ya cenan juntos y hacen de la necesidad virtud
Junts per Catalunya sigue insistiendo que no se fía del PSOE y que Pedro Sánchez tampoco tiene confianza en Junts. Pero parece que ya no es así. La relación entre las dos formaciones avanza y, como si fuera un noviazgo, ya han pasado de quedar a escondidas, a conocer a los suegros.
Según avanza la prensa procesista, dirigentes de Junts per Catalunya cenaron en Moncloa la noche del martes con altos cargos del PSOE. La intención era desencallar las votaciones del miércoles en el Congreso. El resultado ya es conocido: los de Puigdemont lograron no votar a favor a cambio de darle a Sánchez lo que quería. El noviazgo avanza, la relación se afianza.
Por si fuera poco, fue el propio Carles Puigdemont quien llamó el miércoles por la mañana a su 'amigo' Santos Cerdán para sellar el acuerdo. Hay contacto directo, se ha creado un clima de confianza entres dirigentes del Junts y el PSOE. Por lo menos es lo que vende la prensa procesista próxima a Waterloo.
En la cena del martes estaba la vicepresidenta Montero, el ministro Bolaños y el diputado Santos Cerdán. Al otro lado de la mesa se sentaron Nogueras, Turull y Albert Batet -siempre omnipresente el de Valls-. La papeleta de las dos formaciones es sumamente complicada: El PSOE intenta demostrar que no está a merced de Puigdemont, mientras que Junts disimula su nuevo papel de muleta socialista.
Puigdemont escoge al PSOE mientras prepara su vuelta
Pero la realidad es la que es más allá de los aspavientos y las proclamas. Junts y el PSOE se están gustando y parece que han olvidado todo lo sucedido en 2017, cuando Sánchez apoyó el 155 y Junts situó a los socialistas en el grupo de "los malos".
Carles Puigdemont manda y ordena, no es ninguna novedad. Tras resolver su situación personal con la ley de amnistía, parece que quiere volver a jugar a los políticos. Sus últimos movimientos lo confirman: ha dado el ok para el pacto con el PSC en Barcelona, ha entrado de pleno en el debate sobre la inmigración y está arrinconando el sector menos político y más activista.
Las elecciones catalanas son a la vuelta de la esquina y Junts sabe que no las ganará ni será posible un pacto con ERC. Salvador Illa se erige como imprescindible, de modo que o bien Junqueras o bien Puigdemont son candidatos a poder gobernar con el PSC. La aproximación de Waterloo a Sánchez vía Santos Cerdán podría ir más allá de la ley de amnistía.
El problema es que Junts sigue siendo impredecible y que se hace difícil pensar que el Gobierno de Sánchez tenga largo recorrido. El procesismo es por definición egoísta, de modo que a Puigdemont le gusta ahora mismo el PSOE porque le permitirá volver a Cataluña y volver a gobernar algunas instituciones. Y al otro lado, los socialistas necesitan a Junts y alargar como sea la legislatura.
Lo que pasa es que el procesismo se desenamora rápido, cambia de forma inesperada de rumbo y rompe acuerdos que había jurado respetar. Tener una relación con Junts implica sufrir más que entrar en 'La isla de las tentaciones', pero el PSOE no tiene más remedio si quiere mantener Moncloa y no asumir lo evidente: que así no hay quién viva.
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