Marta Rovira con chaqueta roja hablando frente a dos micrófonos.
POLÍTICA

A ERC le entran las dudas en la recta final de las negociaciones con el PSC

La presión de los sectores procesistas es muy alta y eso afectará a la decisión de las bases republicanas

Desde el inicio, ERC tenía dos posibilidades: o apostaba por el procesismo y repetía elecciones o hacía presidente a Salvador Illa. Todo apunta a que han optado por la segunda opción. El objetivo es adquirir una mínima estabilidad, mantener alguna cuota de poder y recuperar el rumbo (algún rumbo).

Los republicanos, pero, se enfrentan ahora al nerviosismo que produce la inminencia de una decisión.

Al fin y al cabo, tienen una posición débil frente al PSC y Junts presiona mucho desde el otro lado. Si finalmente optan por Salvador Illa, los republicanos necesitarán un buen acuerdo para poder vendérselo al desengañado electorado nacionalista.

Montaje con las caras de Marta Rovira y Salvador Illa, ambos sonriendo y con un fondo desenfocado del Parlament de Catalunya

El procesismo se moviliza

Como decimos, hacer presidente a Salvador Illa exige un buen acuerdo y un buen relato para vender el acuerdo. En esto último hay (y habrá) dificultades porque algunos sectores procesistas se envuelven ahora con la bandera para presionar.

A pesar de tener cada vez menos incidencia social, la ANC insiste a ERC para que no opte por el PSC. Su presidente, Lluís Llach, organiza manifestaciones y da entrevistas para meter el miedo en el cuerpo a los republicanos. Llegó a decir incluso que hacer presidente a Illa sería un error estratégico de enorme calado.

De la misma manera, ayer era noticia que los CDR (que todavía existen) habían irrumpido en la sede de ERC. Su mensaje fue claro y procesista: “contra la investidura de Illa”. Esta acción estuvo en vuelta en simbología y mensajes indepes, incluyendo que el PSC es el partido del 155:

Por otro lado, y como se explicó en E-Notícies, Junts también maniobra a la desesperada para hundir el acuerdo entre ERC y PSC.

Si no engañados, los de Puigdemont sí que se pueden sentir toreados por el juego a dos bandas de los republicanos. Recordemos que, en un primer momento, ERC optó por una Mesa del Parlament procesista. Algo que ponía un primer granito de arena para una investidura de Puigdemont.

Aunque parezca de carácter general, toda esta presión sobre ERC es en realidad una presión a las bases, que tendrán la última palabra. Y es ahí donde están los nervios de la dirección republicana.

La impredecible decisión de las bases

Si se tienen en cuenta los precedentes históricos, la dirección puede estar tranquila porque los militantes han tendido a aprobar las decisiones que venían de arriba. Ahora, sin embargo, la situación es muy diferente.

Los sucesivos fracasos electorales, la guerra interna y algunos episodios especialmente patéticos como el de los carteles del Alzheimer añaden un suplemento de incertidumbre. Con este mar de fondo, los estímulos nacionalistas que vienen desde sectores procesistas podrían tener un fuerte impacto en la decisión que tomen las bases.

De entrada, no se conoce cuál es la temperatura ideológica de las bases. En teoría, los militantes tenían que dar el visto bueno al acuerdo entre ERC y el PSC en el ayuntamiento y, al final, no se produjo esa consulta. La zozobra interna y la alta afluencia de militantes llevaron a la dirección a suspenderla.

Puigdemont en una rueda de prensa en Argelers

Todo esto conduce a que los aspirantes a dirigir el partido - Oriol Junqueras entre ellos - no se manifiesten con demasiada claridad y ejerzan de camaleones. Esto es un claro síntoma de que no hay nada claro y de que un paso en falso se pagará muy caro.

Y por no hablar de que a Junts le queda todavía un as en la manga: que Puigdemont vuelva para ser detenido.

En tal caso, los republicanos serán llevados a su límite y deberán pasar por el mal trago de hacer presidente a Illa mientras Puigdemont está en un calabozo. Es el procesismo, que agoniza.

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