Primer plano de Carles Puigdemont con la mano en la frente y cara de preocupación
POLÍTICA

Carles Puigdemont se atraganta con la geopolítica

Aumentan las críticas al líder de Junts por sus posicionamientos sobre política internacional

Carles Puigdemont intenta centrar su discurso en las cosas que básicamente le afectan a él. Su idea de liderar un movimiento procesista transversal lo empuja a intentar posicionarse más bien poco en cuestiones que puedan generar fuertes debates. Un ejemplo claro de ello es el debate sobre la inmigración.

La cuestión migratoria es un debate cada vez más en auge ya no solo en la política de toda Europa, sino también dentro de su partido. A pesar de que varios alcaldes de Junts (como Marc Buch en Calella o Jordi Masquef en Figueres) apuestan por afrontar este complejo debate sin buenismos, Puigdemont no quiere ni oír ni hablar del tema. De hecho, a día de hoy no sabemos qué opinión tiene respecto a la crisis de la llegada de menas o sobre si hay que acelerar las expulsiones a delincuentes reincidentes.

El presidente del Consell de la República, Carles Puigdemont, interviene durante la constitución de la Asamblea Territorial del Consell de la República

Más allá de las evidentes cuestiones en las que Puigdemont intenta no meterse en jardines polémicos para no erosionar la figura de mesías que quiere proyectar, hay un aspecto en el que no tiene problemas para opinar. Se trata de la política internacional. 

Sin embargo, en muchas ocasiones sus posicionamientos le han generado más críticas que no apoyos. Y es que, a menudo, cuando abre la boca para posicionarse con según qué debates, demuestra lo que es para muchos una falta de altura de miras impropio por alguien que se vende todavía como “el president legítim de Catalunya”. En resumen, podríamos afirmar que a Carles Puigdemont se le atraganta esto de la geopolítica.

Personas ayudando a Donald Trump a bajar de un escenario con una bandera estadounidense de fondo tras ser disparado en la oreja

En la última semana hemos podido ver un ejemplo de ello, aunque el currículum del líder de Junts es extenso en este aspecto. Cuando, el fin de semana pasado, Donald Trump sufrió un intento de asesinato del que sobrevivió de milagro, Puigdemont no pudo controlar su incontinencia tuitera e hizo una publicación muy criticada.

“Pocos atentados están exentos de especulaciones y conspiranoias, especialmente en Estados Unidos[...]y el que ha sufrido Donald Trump no será una excepción”, dijo. Y, acto seguido, se puso a recomendar películas sobre atentados a políticos y teorías de la conspiración. Todo ello, sin condenar el ataque al candidato norteamericano ni deseándole una pronta recuperación ni nada por el estilo.

Las críticas no se hicieron esperar. “A cada publicación caes más bajo, sales con este texto para evitar condenar la violencia política”, “qué animaladas has dicho”, “un presidente debe ser diplomático y solidarizarse con Trump, este es el nivel”, “está claro que no eres un hombre de estado”, “primero se debería condenar el atentado, ¿no?”, “para hacer este tipo de comentario, mejor el silencio”, fueron algunas de las respuestas que recibió Puigdemont. Tuvo casi 200 y la mayoría iban en la misma dirección, señalándole sus inoportunas palabras.

Meteduras de pata internacionales, un hecho habitual en Puigdemont

Su desafortunado tuit evitando condenar el atentado a Donald Trump se suma a una larga lista de meteduras de pata del líder de Junts a la hora de hablar de política internacional.

Por ejemplo, el pasado mes de mayo, quiso criticar el festival VIVA24 que organizó Vox en Madrid y que tuvo como invitados a dirigentes internacionales como Marine Le Pen, Javier Milei, Viktor Orbán o Giorgia Meloni. El principal problema es que lo hizo comparándolo con un acto que se celebró en Barcelona. Y este acto no fue más que una manifestación que llamaba al “boicot a Israel” y se reclamaba una “Palestina libre”.

Plano medio de Marine Le Pen con las manos en la boca lanzando besos a los asistentes de un mitin

“El mismo día que Madrid acoge a toda la extrema derecha mundial, Barcelona es punto de encuentro internacional de defensores de los derechos humanos”, dijo en su cuenta de X. Más allá de querer mostrar una supuesta superioridad moral de Barcelona respecto a Madrid, también recibió centenares de críticas por menospreciar líderes políticos de todo mundo mientras consideraba “defensores de derechos humanos” una protesta que gritaba aquello de “desde el río hasta el mar”.

Hace unas semanas, también tuvo un encontronazo con Marine Le Pen, que aseguró que si gobernaba ella en Francia, Carles Puigdemont sería detenido. Como respuesta, el líder de Junts celebró que su partido no ganara las elecciones legislativas francesas. Y las críticas volvieron a aparecer. 

Sobre todo, mucha gente le recordaba que precisamente la formación de Marine Le Pen había ganado en la considerada “Catalunya Nord”. Pero también le señalaron que hacía estas declaraciones porque Le Pen había hablado de él y no porque le importara el futuro de los franceses. O que el rival de Le Pen, Jean-Luc Melenchon, tampoco sería precisamente un defensor del catalán en el Rosselló. Otra vez le volvieron a señalar su falta de visión de geopolítica.

Otro caso parecido lo tuvo con Giorgia Meloni. Hasta en dos ocasiones criticó a la líder italiana y, de nuevo, las reprimendas no se hicieron esperar. Y es que no fueron pocos los que le recordaron que precisamente la oposición de Meloni es partidaria de reducir la autonomía política de las regiones. Algo que, sin duda, iría en contra de los intereses de Cataluña si esto sucediera en España. De nuevo, su afán de posicionarse contra ciertos líderes evidenció que, seguramente, esto de la geopolítica le viene grande a Carles Puigdemont.

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