La CUP se hace invisible
La formación busca su sitio sin éxito tras los últimos fracasos electorales
La CUP sigue existiendo, aunque parezca lo contrario. Los anticapitalistas han visto perder gran parte de su capital político desde el 28 de mayo, cuando sufrieron su primer revés electoral en las municipales. Poco después, el 23 de julio, quedaron fuera del Congreso de los Diputados, perdiendo así foco mediático y -lo más importante- mucho dinero.
Los resultados de las elecciones generales pusieron el foco en Junts per Catalunya y ERC. Pese a perder votos y escaños, las dos formaciones procesistas pasaron a ser indispensables para Pedro Sánchez, de modo que pudieron tapar la caída electoral. Gracias a la aritmética también salvaron los muebles económicos: tienen grupo propio, contarán con más asesores y lo que se preste. Además, los de Puigdemont y Junqueras ocupan horas de televisión y radio gracias a la negociación con el PSOE.
Mientras, la CUP parece que haya desaparecido. Su posición en el Parlament sigue siendo anecdótica: ya no son necesarios para el Govern de Aragonès y sus peticiones no son ni contempladas. La CUP vive un proceso de refundación mientras se hace invisible.
Sin liderazgos, dinero, ni hoja de ruta
La CUP se había convertido en los últimos años en un partido más del sistema procesista. Fue el que menos se implicó en la organización del uno de octubre y de hecho ninguno de sus cargos políticos entró en prisión o está amenazado de hacerlo. Anna Gabriel se fugó a Suiza sin saber demasiado por qué y espera ser juzgada por desobediencia, que es castigada con multa e inhabilitación.
Pasó el uno de octubre, pues, y la CUP se entregó al procesismo. Tras obtener la cabeza de Artur Mas, el partido anticapitalista fue incapaz de encontrar su sitio ni un discurso propio coherente. Hasta se presentaron en el Congreso de los Diputados, algo impensable hace años.
Y, claro, sin hoja de ruta y tras ponerse de perfil post referéndum, el votante más independentista dio la espalda a la CUP. La sensación de que no había cambio de liderazgos internos, con las mismas cara que pasaban de cargo público a asesor y viceversa, tampoco ayudó. El partido que no tenía que ser un partido se convirtió en la empresa de varias familias, que evitaron repensar el partido antes de la debacle.
Tras perder concejales, grupos municipales y representación en el Congreso, llegó el drama. La estructura actual de la CUP es imposible de mantener con los actuales ingresos y los pesos pesados del partido han dimitido ya o lo harán en breve. La formación asegura que trabaja en una refundación, pero por el camino ha perdido toda visibilidad.
En el momento en que se pacta una amnistía, en que Carles Puigdemont vuelve a ser un actor político, la CUP ha desaparecido. Su opinión no importa, sus votos ya no son necesarios y su futuro es totalmente incierto.
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