Las 4 consecuencias políticas de la DANA en España
El recibimiento a Pedro Sánchez, el Rey y Mazón en Paiporta señala un claro hartazgo social
Misiles de barro contra el rey, un palazo en la espalda de Pedro Sánchez, Mazón huyendo al grito de “asesinos”. Las escenas vividas ayer en Paiporta (Valencia) son de una contundencia inusitada: nunca hasta ahora habíamos visto a los ciudadanos reaccionar de una forma tan virulenta contra las más altas autoridades del Estado. Más allá de reflejar la indignación de los afectados, son también un síntoma del hartazgo de mucha gente estos días (y no solamente los afectados).
Lo que se está viviendo a raíz de la DANA en Valencia es la demostración de como una catástrofe natural puede desencadenar una crisis política sobre un sistema ya de por sí debilitado. Estas son las 4 consecuencias inmediatas que en el plano político han dejado las riadas de Valencia.
Pedro Sánchez, más hundido
Dicen que las desgracias nunca vienen solas, y Pedro Sánchez lo sabe muy bien. No empezó con bien pie esta legislatura y desde entonces todo son contratiempos para el Gobierno. Primero las manis contra la amnistía, después el caso Koldo, luego el fracaso de los presupuestos, más casos de corrupción, y el escándalo Errejón para rematarlo. Contra las cuerdas y en plena negociación de los presupuestos 2025 (que serán claves para su supervivencia), a Sánchez solo le faltaba la peor catástrofe natural de la historia moderna en España.
Ha sido precisamente esto lo que ha desnudado la alarmante fragilidad del Gobierno y su falta de gestión. Sin quitar un ápice de responsabilidad al gobierno de Carlos Mazón, el Gobierno central reaccionó tarde y mal, y alimentó un enfrentamiento con el PP valenciano que nadie perdona en momentos así.
En el reparto de culpas estos días Pedro Sánchez y Carlos Mazón salen claramente señalados. Supone un perjuicio especialmente para la imagen de Pedro Sánchez, al que hace tiempo persigue la sombra de la sospecha de la mentira, el autoritarismo y la manipulación para mantenerse en el poder. Su única salida ahora es intentar hundir al gobierno valenciano para demostrar que tenía razón, pero por el camino volverá a quedar la mancha. Lo más preocupante para Sánchez es que cada nueva crisis se resuelve peor, lo cual refuerza la imagen de que su Gobierno avanza inevitablemente hacia su caída.
Más tensión entre PSOE y PP
Otra consecuencia está siendo el debilitamiento del frente centrista, bipartidista, representado por el PSOE y el PP. Socialistas y populares tenían una oportunidad para unir esfuerzos en una crisis devastadora como esta, pero se han dejado guiar por el impulso primario de la competencia y el revanchismo. Los últimos llamamientos a la unidad parecen condenados al fracaso, porque tras el pulso entre Sánchez y Mazón solo puede quedar uno en pie.
Pedro Sánchez y Carlos Mazón intentaron finalmente mostrar sintonía, pero todo era puro teatro. El PSOE trata de demostrar que siempre estuvo preparado para ayudar de forma inmediata a los afectados y por lo tanto que el problema fue del gobierno regional y su reacción tardía. El PP contraataca deslizando que ha habido una negligencia por parte del Estado central con la voluntad de perjudicar al ejecutivo valenciano.
Sea como sea, está claro que una consecuencia de esta DANA será elevar la tensión política entre el PSOE y el PP. El sanchismo quiere utilizar la crisis de la DANA para demostrar a los barones díscolos que con este PP no hay nada que negociar y mucho menos se puede llegar a un entendimiento para un futuro gobierno. Los populares en cambio sueñan con que esta catástrofe sirva de revulsivo como en 2004 lo fueron los atentados del 11-M para el PSOE.
Crisis institucional sin precedentes
La nefasta gestión de la crisis, fruto de la descoordinación entre administraciones, ha desatado una crisis de confianza sin precedentes de la ciudadanía hacia las instituciones. Hace tiempo que la desconfianza se viene masticando, pero esto ha sido la gota que ha colmado el vaso. Las redes han servido estos días para tomar el pulso de la indignación de los ciudadanos que ya no distinguen entre derecha o izquierda, sino que señalan las deficiencias de un sistema partitocrático.
La batalla política enmedio de la catástrofe, la lentitud de los políticos para movilizar efectivos en contraste con sus prisas para hacerse la foto, o el papel de los medios de comunicación. Todo esto ha generado un caldo de cultivo en una olla a presión que ha acabado por estallar. La reacción irada contra el Jefe del Estado y el presidente del Gobierno este fin de semana revelan una indignación sin precedentes que estos días se extiende sinfín por las redes sociales.
Tampoco ha ayudado el aprovechamiento que han intentado hacer algunos políticos como Carles Puigdemont y otros independentistas. La sensación es que hemos pasados del alejamiento de los ciudadanos a la ruptura definitiva con las instituciones. La gente ya no confía en la clase política y se autoorganiza para defender su vida y sus bienes, y para superar una crisis de magnitudes incalculables.
Los extremos salen ganando
El debilitamiento del centro y la crisis institucional acaba beneficiando a los extremos, a derecha e izquierda, que saben aprovechar como nadie la frustración. Parece que esta crisis reforzará ciertamente a la izquierda extrema, que estos días ha encontrado en el cooperativismo y la ayuda mutua un puntal para relanzar su discurso y fortalecer sus estructuras. También a la derecha, que encuentra un terreno fértil para dar rienda suelta a su relato sobre el negacionismo y el reagrupamiento nacional contra el establishment político.
A su modo, igual que el PP, los polos más extremos de la izquierda y derecha tratan también de utilizar el momento para reforzar su posición. Una demostración de que algo está cambiando en la política y que están surgiendo nuevas propuestas al margen de la política tradicional. Habrá que esperar a ver el alcance de estas consecuencias, pero está claro que algo ha empezado a cambiar.
Más noticias: