Dos personas con niqab, una en primer plano con un niqab negro y otra al fondo con un niqab azul.
POLÍTICA

El burka en Cataluña, una batalla perdida 14 años después

Su proliferación alerta de la extensión del islamismo radical con el peligro que conlleva para la seguridad pública

Hace justo catorce años, el 20 de octubre de 2010, el gobierno catalán recomendó prohibir el burka en las escuelas y permitir el velo islámico. Fue el inicio de un debate que llevó a varios ayuntamientos a aprobar ordenanzas municipales para prohibir este tipo de vestimenta denigrante para la mujer. La justicia acabó tumbado aquellas prohibiciones, abriendo un proceso de relativización y permisividad que llega hasta nuestros días.

Imagen de dos mujeres, entre ellas una niña, con velo islámico

Catorce años después, la lucha contra el burka como símbolo de opresión de la mujer es una batalla perdida en Cataluña. De hecho, hoy se ven muchos más burkas que hace unos años. Es el resultado de la relativización cultural y la tolerancia de los gobiernos de izquierdas, sumado a un auge de la inmigración de origen islámico y su radicalización. 

La izquierda catalana, que entre la islamofilia y el feminismo siempre escoge la islamofilia, lleva años censurando un debate que sin embargo sigue en la calle. Se han inhibido incluso en la reivindicación de las mujeres iraníes, que son perseguidas, torturadas y asesinadas en su país por el revolucionario acto de cortarse el pelo. Y cualquiera que ose plantear el debate sobre el burka en Cataluña es inmediatamente catalogado de fascistas, xenófobo y ultraderecha.

El último gobierno de ERC fue más allá, aprobando una normativa que impedía la prohibición del burkini en las piscinas públicas y privadas bajo pena de sanción por discriminación. Lo cual demuestra que no solo no se ha avanzado, sino que incluso se ha cedido terreno en este ámbito.

Lejos de una legislación contra el burka

Cataluña está ahora mismo lejos de legislar en la línea de otros países europeos como Dinamarca o Bélgica sobre la prohibición del burka en espacios públicos. O como Francia, pionera en la prohibición del velo islámico en las escuelas. 

Esto es así porque en Cataluña, pese a ser la comunidad autónoma con más inmigración islámica de toda España, siguen dominando los partidos políticos contrarios a legislar en este sentido. ERC era un claro ejemplo, pero también el PSC, que no ha dudado en sumarse al “pacto antifascista” contra los partidos que promueven medidas como esta (Vox y Aliança Catalana).

En España sigue sin haber una legislación sobre el uso del velo islámico en los espacios públicos, pese a que diez ayuntamientos prohibieron su uso en las instalaciones municipales. España sigue siendo una excepción dentro de Europa, donde varios países han legislado en este sentido e incluso el Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TJUE) ha avalado estas prohibiciones. El caso es más sangrante en Cataluña, donde figuras públicas como Pilar Rahola han denunciado la rápida proliferación de burkas en la vía pública.

Un peligro público

El debate sobre el burka se sitúa en la defensa de los derechos de la mujer conquistados a lo largo de muchos años y pilar fundamental de los valores occidentales. Pero también tiene que ver con el ámbito de la seguridad. Los expertos plantean la amenaza que supone el uso de prendas ropas en el espacio público, que impiden la identificación del individuo, especialmente en un país como España en máximo nivel de alerta antiterrorista.

La proliferación del burka es también un síntoma de la radicalización del islam en Cataluña, donde se han registrado la gran mayoría de mezquitas salafistas en el territorio español. Si el velo islámico puede ser interpretado como un rasgo cultural, en cambio el burka es un claro instrumento de dominación sobre la mujer que debería alertar a las autoridades. Sin embargo, hace muchos años que miran hacia otro lado pese al peligro latente que representa el islamismo radical para la seguridad nacional.

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