El boomerang de la unidad procesista
Junts per Catalunya y ERC reciben su propia medicina en Barcelona
Xavier Trias y Ernest Maragall siguen relamiéndose sus heridas tras lo sucedido el sábado. El acuerdo del PSC con el PP de un lado y los Comuns de otro ha dejado al independentismo procesista sin su gran caramelo municipal: el Ayuntamiento de Barcelona.
La famosa unidad independentista es algo ya tan cuestionado, que no hace falta ni poner ejemplos. Hay decenas de ciudades donde unos y otros podían pactar y han escogido a los Comuns, al PSC o incluso al Partido Popular. Pero hay que recordar que desde hace casi una década Junts per Catalunya y Esquerra han utilizado el factor independencia para justificar todos sus acuerdos en común,
En 2017 Ciutadans ganó las elecciones del Parlament de Catalunya con Inés Arrimadas de cabeza de lista. En 2021 lo hizo Salvador Illa con el PSC. En las dos ocasiones Junts per Catalunya y ERC pactaron para mantener el poder pese a no soportarse y tener visiones de país muy distintas. Solo les unía, a priori, su deseo de hacer la supuesta República Catalana.
Casi una década después, ni rastro de república ni nada por el estilo. Los acuerdos indepes y los vetos a partidos como el PSC durante una década han servido solo para mantener cuotas de poder. No se ha respetado la lista más votada ni siquiera para que tenga la presidencia del Parlament de Catalunya. En resumen: Junts y Esquerra han aplicado un cordón sanitario a todos los partidos no procesistas en el Parlament de Catalunya.
El pacto en Barcelona, un boomerang inesperado
Sucedió en 2019: Ada Colau fue alcaldesa con los votos de Manuel Valls, que quiso impedir un alcalde independentista en Barcelona Cuatro años después ha vuelto a suceder lo mismo. Salvando todas las distancias es lo mismo que lleva haciendo la CUP en el Parlament: votar a un candidato independentista para que los procesistas mantengan el control y la Generalitat.
La gran diferencia es que Salvador Illa y el PSC no se pasearon por todos los platós de televisión visiblemente afectados y hablando de golpe de estado. El PSC asumió la aritmética parlamentaria -perversa en Catalunya por la Ley d'Hondt- y asumió que necesitaba aún más apoyos.
La doble vara de medir procesista parece que ha llegado esta semana a un punto culminante. Después de años repartiendo carnets de buenos y malos, clama al cielo cuando los otros suman sus votos. Hay que recordar que los indepes no ganan en el Parlament desde 2015, cuando se unieron y quedaron aun así lejos de la mayoría absoluta.
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