Dos hombres frente a un cartel amarillo con el texto "Defensa Catalunya!" y el logo de Esquerra Republicana.
POLÍTICA

De la ANC a los díscolos de ERC: la última esperanza de Carles Puigdemont

La militancia republicana vota hoy el preacuerdo con el PSC para investir a Salvador Illa

Carles Puigdemont planteó las elecciones del 12 de mayo como un plebiscito entre él y Salvador Illa. Es decir, entre el candidato llamado a reagrupar el independentismo para relanzar el proyecto de la ruptura con España, y el candidato del 155 cuyo objetivo es completar la vuelta de Cataluña al autonomismo iniciada por ERC. Llevado por la euforia, llevó a prometer incluso que dejaría la política si no era proclamado President de la Generalitat. 

Las elecciones confirmaron el sorpasso de Junts a ERC, pero el expresident quedó lejos del PSC, que ganó las elecciones con siete diputados de ventaja. A partir de entonces, su situación no ha hecho más que empeorar. Carles Puigdemont ha intentado por todos los medios boicotear las negociaciones entre el PSC y ERC, pero como suele ser habitual en él no ha ofrecido más alternativa que la confrontación y la guerra sucia.

Primero embarrando con su regreso y utilizando una posible detención como chantaje para torcer las intenciones de los republicanos. Después evitando coger el toro por los cuernos y utilizando a otros para presionar a las bases republicanas. Los militantes de ERC votan hoy sobre el acuerdo de investidura de Salvador Illa, y Carles Puigdemont ha tirado de lo que tenía para boicotear el acuerdo y forzar la repetición electoral.

La ANC se ha quitado la máscara

La ANC, entidad independentista que supuestamente aspira a la transversalidad, irrumpió tras la noche electoral con un posicionamiento político claro: bloquear la investidura del PSC y forzar la repetición electoral. Curiosamente la misma estrategia que Junts. Y es que la ANC lleva tiempo bajo la órbita de Puigdemont, y con la elección de Lluís Llach como presidente la entidad se ha acabado quitando la máscara.

Las presiones de la ANC han ido in creciendo hasta desatarse por completo este lunes, con la presentación del preacuerdo entre ERC y el PSC. Lluís Llach ha pedido personalmente a las bases independentistas que estén preparados ante una eventual investidura de Illa. La entidad ha estado detrás de las movilizaciones frente a las sedes de ERC en Manresa, Vic y Granollers, con cánticos y pegada de carteles.

Es una contradicción en sí misma de la ANC, que por un lado pide la reunificación del movimiento independentista y por el otro hace campaña contra una parte del independentismo. O no lo es tanto, si vemos a Lluís Llach como un sucedáneo de Puigdemont al que le hace el trabajo sucio. Puigdemont, en lugar de coger el toro por los cuernos, ha decidido callar y esperar que la ANC y los CDR erosionaran el debate.

La militancia de ERC, su última esperanza

Pero los CDR y la ANC tienen una capacidad muy limitada y se ha visto estos días con su pobre capacidad de concentración. En realidad, la última esperanza de Carles Puigdemont radica en la militancia de Esquerra. Lo cual no deja de ser una humillación para él, que pese a sus aires de grandeza ha acabado con su futuro político en manos de los 8.700 afiliados de ERC.

Y ahí puede estar precisamente la clave de la decisión final de los militantes de ERC, que odian al PSC pero odian aún más a Junts y a Puigdemont. La sola idea de liquidar políticamente a Puigdemont puede ser suficiente para decantar la balanza de las bases republicanas.

Además de la ANC y las bases de Junts, la otra gran fuerza de choque de Puigdemont han sido los díscolos de ERC. Especialmente los nueve mil militantes del Colectivo Primero de Octubre, encabezados por el exdiputado gerundense Joan Puig. Este se ha empleado a fondo con decenas de tuits contra el acuerdo de investidura y críticos con la direccion del partido y su connivencia con el PSC.

Hombre con gafas y traje oscuro en un entorno natural con montañas al fondo.

En todo caso, en el entorno de Junts confían en última instancia en las juventudes de Esquerra, las JERC, que podrían decantar la balanza para boicotear la investidura de Illa.

Si finalmente no funciona ni lo de las JERC, Puigdemont quemará su último cartucho cruzando la frontera y esperando ser detenido. Sabe que su detención pondría patas arriba la legislatura y podría hacer descarrilar la investidura de Salvador Illa. Lo triste para él es que tanto tiempo después a Junts ya solo le queda como proyecto político la detención de Puigdemont y el ruido.

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