Dos hombres de pie frente a un fondo rosa con un coche de taxi en el fondo.
OPINIÓN

El Teorema de Baños

Es una labor humanitaria bajar la mentalidad catalana a la realidad

Uno tiene simpatías arbitrarias. Y menos mal; de lo contrario, las pasiones responderían al etiquetaje distribuido por medios y partidos. A mí, por ejemplo, Puigdemont me parece un buen tipo, un pardillo sí, pero un buen tipo; José Luís Ábalos también me cae bien, que es de pacharán, barriga peluda y no te preocupes que esto ya te lo arreglo yo. Pero si por alguien tengo debilidad es por Alejandro Fernández.

Es cierto que, entre una cosa y otra, Alejandro Fernández también está más que instalado en la partitocracia. En más de una ocasión ha tenido que hacer equilibrismo con la postura del partido en Madrid. Pero, en fin, es el formato de la política en nuestra época. Prefiero un partitócrata consciente que un salvador inconsciente, de la misma manera que Pérez-Reverte prefiere a un mercenario que a un idealista. Resultados, resultados, resultados y mirar cuál es el empedrado del infierno.

Manifestación con personas sosteniendo bengalas y una pancarta verde que dice

Y si por algo es digno de nuestras simpatías Alejandro Fernández es porque es muy gracioso. Presenta esa gracia emparentada con el espécimen liberal, que mantiene una distancia irónica, vagamente británica, con los maximalismos y lo que nuestra bendita Sor Juana Inés de la Cruz llamaría silogismos de colores (socialización de los medios de producción, vamos a deportar a cien mil personas, independencia en 18 meses, etc.).

Además, su ironía es esa ironía sana, que refleja realidades a través de recursos como el doble sentido o la pirotecnia verbal. No es ni mucho menos esa otra ironía malsana de Gabriel Rufián, como de catequesis embozada; una mezcla entre un cura sin vocación y un profesor de gimnasia.

Perroflautismo contemplativo

A Fernández le debemos, por ejemplo, el concepto de “perroflautismo contemplativo”, que lo acuñó en sede parlamentaria. Se trata de una disposición vital, residenciada en las ciudades empachadas de confort, que consiste en salvar a los demás a través de la suspensión de la realidad. Ni aeropuertos, ni ampliar carreteras, ni industria, ni centrales nucleares, pero tampoco placas solares, etc. Fiat iustitia, et pereat mundus.

El perroflautismo contemplativo es un caso de complejo de Jesucristo; además, claro, de una incapacidad cognitiva para entender aquello que decía Gustavo Bueno: que las cosas están conectadas solo hasta cierto punto y también desconectadas hasta otro cierto punto. O sea, que no, que no es buena idea afrontar, por ejemplo, la prostitución queriendo arreglar primero la pobreza en el mundo. Como dice una buena amiga mía (productora de cine), primero las ratas y después la humedad.

En su exposición de la doctrina perrofláutica, Fernández señaló que los que se dedican al perroflautismo contemplativo son “hijos de papá”. Esto es estrictamente cierto. Aquí no debemos dar pie a la caricatura: pero es que es así. Si algo demuestra la sociología electoral es que el votante de los cuquipartidos (Comuns, Sumar, CUP, Podemos, etc.) suele ser un urbanita muy formado y de clase media-alta. O sea, un frustrado.

Mora en las facultades de ciencias sociales y se desliza por el tejido institucional de los chiringuitos, que de alguna u otra manera lidian con abstracciones salvadoras. Es urgente extender los estudios perrofláuticos y añadirle la subdisciplina de la chiringuitología. Sobra material empírico. Servidor hizo una primera aproximación con el negocio del pacifismo en Cataluña.

Foto de personas

La última aportación de Fernández ¿Estamos ante un nuevo teorema?

El último dardo de Fernández es de ayer mismo. Se conoce que un antiguo diputado de la CUP, Antonio Baños, explicó en redes que había cogido un taxi en Barcelona y ¡oh, Dios, no, los pakistaníes que conducen los taxis no hablan catalán! Este taxista en particular no hablaba ni español y no sabía dónde estaba la Meridiana.

Parece que Baños descubrió ayer cómo funciona el boomerato en su modulación mafioso-sindical del gremio de taxistas de Barcelona. De paso, nos hizo partícipes de la obviedad de que la identidad catalana, como identidad minoritaria, es especialmente vulnerable a los cambios demográficos. Yo, insisto: es una labor humanitaria bajar a los catalanes a la realidad.

Ante esto, Fernández hizo una escueta aportación que se ha pasado por alto. También por redes sociales, comentó: “Todo cupaire lo es hasta que le afecta a él el problema”. Esta frase es una mina. De hecho, tiene una estructura muy similar a la de un argumento lógico condicional, concretamente a una refutación por contradicción.

Se podría estudiar una generalización de la frase para convertirlo en un teorema, que en honor a Antonio Baños lo podríamos bautizar como el Teorema de Baños: Todo perroflauta lo es hasta que experimenta la realidad. De hecho, podríamos explorar alguna otra formulación que fuera perfectamente sintética y recogiera la única enseñanza política válida: que la realidad existe y tiene consecuencias, tanto por asumirla como por ignorarla.

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