Salvador Illa y el efecto anestesia
Si el jesuitismo socialdemócrata de Salvador Illa no funciona, se le habrán agotado los cartuchos al sistema en Cataluña
Excepto a los que van con una servilleta para limpiarse la espuma de la boca, el nuevo Govern de Salvador Illa despierta cierta ilusión en Cataluña ¡Pero alto aquí! Hablamos de una ilusión muy particular, particularísima, estrictamente intransferible a cualquier otro lugar del espacio-tiempo que no sea la Cataluña postprocesista. Si alguien no la conoce y todavía está a tiempo de no conocerla, que corra a toda velocidad en dirección contraria. Aquí, en Cataluña, es como si el Mediterráneo, también el viento, se hubieran vuelto estupefacientes.
Y como casi todo en Cataluña está invertido, los contenidos de esta ilusión no tienen nada que ver con la ilusión habitual. Más bien, se trata de un alivio desesperanzado, de una decepción edificante y de un tedio conveniente. En Cataluña ya no se toleran más jugadas maestras, proyectos faraónicos, catequesis mediáticas y procesos varios. Hasta las juntas de vecinos provocan estrés postraumático.
Solo en este humus de decepción podría haber triunfado el PSC, que es la nada con careta, una agencia de colocación con gafas, una sucursal de maniquíes. O sea, un partido serio en un contexto partitocrático. Porque ya se sabe que uno puede ser bueno en lo suyo, pero eso no significa que lo que haga sea bueno.
Por su parte, Salvador Illa es un señor católico, que lleva aquí más tiempo que la puerta, correcto, objetivamente dialogante y con una sorprendente entereza parlamentaria; “un señor amable”, que diría el gran Alejandro Fernández. Pero también es un mentiroso a tiempo parcial, aunque sea por culpa del master of puppets que es Pedro Sánchez.
Hay que recordar que Illa, hace nada, dijo bastante airado (en fin, todo lo airado que puede estar Illa) que “¡Ni amnistía, ni nada de eso! Lo repito para que quede claro ¡Ni amnistía ni nada de eso!”. Esta es la misma gente que a conveniencia te dirán que llevar la camisa por dentro es un discurso de odio o se inventarán un impuesto a las comidas preparadas o a la natación estilo crol.
En cualquier caso, para mí esto no es ningún obstáculo insalvable. Desde que hay política hay contradicciones de palabra, de obra y de pensamiento. De hecho, es incluso un buen síntoma que te contradigas hasta cierto punto: revela que estás en la realidad. Por paradójico que resulte, todo depende de si mientes con un fondo de buena fe, que sea nutritivo y fecundo. Pero, en fin, vamos a dejarlo. Esto se presta mucho al purismo moralista y en consecuencia a la mala fe.
¿El oasis del PSC o el espejismo del PSC?
En resumen: sin contar con acontecimientos extraños, el PSC tiene la legislatura hecha.
A nivel operativo, ERC y Comuns harán lo que diga Illa porque es eso o desaparecer. Y a nivel espiritual, la gente está tan desencantada después del procés que pasa olímpicamente del ronroneo partitocrático. Sobre todo hoy, que las personas están más preocupadas por tener un piso que por los cantos melancólicos del ruiseñor de Waterloo (Octavio Cortésdixi).
Es tal el vacío político que ha dejado el procesismo y sus contrarreacciones - el desaparecido Ciudadanos, por ejemplo, que era procesismo reflejo . que el PSC podrá vivir solo del contraste.
Cataluña es ahora mismo como esos países pobres que cuando empiezan a crecer todo parece un éxito; como vienen de tan abajo, cualquier mejora es extraordinaria. Pues algo parecido. Pasar de un consejero de Interior que te dice que el aumento de la inseguridad son bulos de la extrema derecha a una consejera de Interior que pone la prioridad en atajar el aumento de armas blancas es todo un efecto óptico. Tan solo el hecho de no torear a los ciudadanos es hoy un activo político en Cataluña.
El efecto anestesia
Esto no es tan idílico como parece. No olvidemos que el fondo de esta situación es una decepción por diferido. Con este panorama, el PSC no constituye nada, no convoca una ilusión sincera, sino más bien un hartazgo sincero, del cual vive y se nutre. Pero esto no es inocuo. Estamos ante el efecto anestesia, que consiste en que la anestesia te tape el dolor y por lo tanto la herida.
Y a lo que ahora asistimos es a la herida que ha dejado una década de desgobierno en Cataluña. La vivienda por las nubes, la inseguridad disparada, tensiones migratorias crecientes, fragmentación política (no hay que olvidar que aquí hay dos identitarismos en sentido contrario) y el nacimiento de un proyecto independentista verdaderamente peligroso, como es Aliança Catalana. Aviso a navegantes unionistas: olvidaos de Junts y mirad a Orriols.
Si el jesuitismo socialdemócrata de Salvador Illa no funciona se le habrán agotado los cartuchos al sistema en Cataluña. Por no olvidar que la Unión Europea ha empezado a hacer slalom con su propia supervivencia. Yo ya no sé cómo decirlo: lo divertido empezará a partir de 2027.
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