Silueta de una persona leyendo bajo una sombrilla multicolor sobre un fondo rosa.
OPINIÓN

Demasiadas vacaciones o 'Verano Azul'

Si quienes tienen dificultades pierden ciertas rutinas, les va a costar encajar el próximo curso académico

El fin de curso nos trae el periodo vacacional más largo y caluroso de todo el curso, el verano azul. Este sirve para reducir la ansiedad estudiantil, evadirles de tanta memorización y tener nuevas experiencias fuera del aula. Pero tres meses de vacaciones pueden ser muy perjudiciales para sus estudios si no se rigen por rutinas diarias entre diversiones y obligaciones.

Si quienes tienen dificultades pierden ciertas rutinas, les va a costar encajar el próximo curso académico. Durante las vacaciones el chaval no necesita descanso con los estudios, necesita olvidarse un poco de ellos con un cambio de actividad, una desconexión parcial. Claro que algunos expertos argumentan que las vacaciones estivales devienen demasiado largas.

Una alumna atiende durante una clase semipresencial de Matemáticas impartida por la jefa de Estudios, Celeste Molinero a alumnos de 4º de la ESO en el Colegio Ábaco, en Madrid (España)

A menudo muchas voces rugen en contra de las vacaciones veraniegas. Estos expertos afirman que son excesivas, que deberíamos recortarlas, pero hay tres argumentos para dejar el calendario escolar tal como está. Las razones que apoyan la actual agenda son las horas lectivas europeas, nuestro clima y el fracaso escolar nacional.

La primera razón para no cambiar las cosas es que España imparte muchas más horas de clase que la media europea, unas 1050 al año. Es decir, nuestro estado ostenta uno de los mayores horarios europeos, mientras Estonia luce su éxito escolar con un veinte por ciento menos de horas educativas y menos años de escolarización que en España.

Es decir, el modelo estoniano resulta bueno, bonito y barato. Añadamos que en Estados Unidos han observado que el estrés de los alumnos no viene causado por más o menos horas lectivas, sino por el exceso de actividades extraescolares, algo que implica simplemente que nuestros estudiantes requieren menos horas de clases y más descansos bajo atención familiar. Por tanto, y en cuanto a vacaciones, o todos los estados europeos y americanos lo hacen mal o el nuestro se excede en sesiones de paraninfo.

Una profesora da clase el día del inicio del curso en el colegio de la Alameda de Osuna, a 5 de septiembre de 2022, en Madrid (España)

La segunda razón, la climática, nos explica que concentremos en verano el mayor grueso de las vacaciones. En caso contrario, significaría impartir clases en julio bajo la necesidad de un buen aire acondicionado, algo nada ecológico, económico, ni sostenible. Alargar el horario escolar durante el verano resultaría complicado dada la sauna entre adolescentes y sus hormonas.

Nuestro clima hace siglos que nos marca el calendario lectivo y ahora todavía más con el asunto del calentamiento global. De hecho, la ley laboral indica que no se puede trabajar por encima de los 27 grados centígrados, pero en junio a menudo se rebasan los 30 en clase.

La tercera razón para no extender el horario escolar en verano es que el 99 por ciento de los alumnos problemáticos se origina en el seno de familias con falta de dedicación y tiempo de calidad, es decir, la mayoría de los alumnos que no reciben atenciones desde su hogar fracasan en los estudios y en su madurez.

Imagen de unos alumnos en clase

El problema real, por tanto, no son más horas de colegio, sino la baja atención de muchas familias hacia sus hijos. En ello hay padres que no quieren y otros que simplemente no pueden. La hipoteca por una vivienda cuyo precio cuesta pagar, la crisis económica o un consumismo extremo, les obliga a trabajar todo cuanto pueden restando tiempo familiar.

Educar es algo más que querer alargar el horario escolar para que los centros hagan de guardería, educar es dedicar tiempo a nuestros hijos con límites, justicia y cariño; educar es dirigirlos e incentivarlos hacia su autonomía y madurez.

En fin, el problema no es aumentar las horas lectivas, sino facilitar a los padres mayor tiempo con ellos gracias a políticas de conciliación laboral, algo que en Estonia se aplicó con un éxito educativo clamoroso. Eso pasaría por viviendas a precios razonables, ayudas a familias sin recursos, avisos a los progenitores desatentos y horarios laborales adaptados a la realidad familiar. Menuda utopía, no me lo diga.

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