OPINIÓN

Fermín Galán, africanista y revolucionario

La vida de Fermín Galán estuvo muy vinculada a las Campañas de Marruecos y a las tensiones políticas de su época

Imagen del Blog de Joaquín Rivera Chamorro

La figura de Fermín Galán Rodríguez está férreamente asociada al advenimiento de la República Española. Su vida, marcada por las Campañas de Marruecos y las tensiones políticas de su tiempo, culminó en su papel protagónico en la sublevación de Jaca en diciembre de 1930, una insurrección que sufrió la absoluta descoordinación de un golpe de estado con componente militar y civil, promovido por un Comité Revolucionario en el que estaban todos los grupos políticos republicanos y que acabó con los capitanes Fermín Galán y García Hernández frente a un pelotón de fusilamiento.

Hijo de un soldado

Fermín Galán nació el 4 de octubre de 1899 en San Fernando, Cádiz, en el seno de una familia vinculada a la profesión militar. Su padre, perteneciente al Cuerpo de Artillería de la Armada, ascendió desde el empleo de artillero de mar hasta convertirse en condestable de segunda clase. La carrera militar de su padre tuvo un fuerte impacto en el origen de la vocación de sus hijos, pero también impuso grandes dificultades a la familia. Cuando el padre murió en 1909 debido a una neumonía contraída en campaña, Fermín y sus hermanos quedaron huérfanos y en una situación económica muy precaria.

Su madre, María Rodríguez Castañeda, se trasladó con sus hijos a Madrid en busca de oportunidades. En 1910, logró que sus tres hijos varones, Fermín, Francisco y José María, ingresaran en el Colegio de Huérfanos de Guerra de Guadalajara. Esta institución estaba orientada principalmente a la formación para el ingreso en las distintas Academias de Oficiales del Ejército. Fermín vistió de férrea disciplina y estudio en su pubertad y adolescencia. Los jóvenes alumnos vestían uniforme, aunque no fueran militares, y seguían un riguroso horario y un exigente plan de estudios.

En 1915, a la temprana edad de 16 años, Fermín Galán ingresó en la Academia de Infantería, formándose entre los emblemáticos muros del Alcázar de Toledo. Solo tres años después, en 1918, recibió su real despacho con su estrella de segundo teniente cosida sobre la bocamanga de su uniforme.

Marruecos

La guerra en Marruecos, con más o menos intensidad, se había prolongado durante 10 años cuando Fermín pisó las montañas de la Yebala por primera vez formando parte del Batallón de Cazadores de Barbastro en 1919. Las consecuencias del episodio de las Juntas de Defensa, que cercenaron las posibilidades de promoción de los africanistas, estaban en pleno vigor. Las posibilidades de caer en una descubierta, en un convoy o en la defensa de un puesto eran enormes, especialmente para los oficiales que mandaban tropas indígenas, ya fueran estas regulares o de las mías de policía.

La guerra era vista desde España como un suceso terrible, pero romántico. En la Academia habría escuchado las gestas de sus profesores y como estos recordaban las acciones bélicas más importantes que habían marcado sus experiencias vitales. No obstante, lo que no solían contar los protos era la realidad de las campañas. Las acciones peligrosas y dinámicas llegarían, pero las horas de espera en una posición sin más misión que la vigilancia eran dominadas por el aburrimiento del joven teniente. Galán encontró en la lectura la manera de evadirse de los reductos en los que, junto a su sección de infantes, debía mantener una posición fortificada que tenía como objetivo asegurar una mal llamada carretera, un pozo de agua o dominar desde una altura una zona despejada. En ese momento, el peso de las operaciones que se dirigían a combatir, lo llevaban las unidades indígenas y los soldados europeos se dedicaban al mantenimiento de las posiciones. Galán comenzó a interesarse por la filosofía y la política que leía en sus libros y cuyo contenido no aparecía en los temarios de su formación militar.

Un hombre sonriente con tirantes de colores y corbata en un paisaje rural antiguo.

En 1921, Galán, ávido de las aventuras que demanda la juventud de un soldado, fue transferido a la Policía Indígena de Ceuta, una unidad formada por askaris, soldados marroquíes, y que requería un enfoque diferente al de las unidades regulares. Los oficiales al mando debían ganarse la confianza de sus hombres y mostrar iniciativa en el manejo de las delicadas relaciones con las tribus locales. Galán destacó en esta función desde el principio, actuando en varios puestos de policía en la carretera que unía Tetuán, capital del Protectorado Español, con Xauen, la ciudad sagrada en el interior de la Yebala y que representaba el máximo avance de las tropas españolas en el complejo territorio occidental. Comenzó su andadura en la 5ª Mía, y año y medio después cambió a la 7ª, quedando definitivamente destinado en la ciudad de Xauen. Con la excepción de un corto periodo en la península, Galán desarrolló su actividad en la aquella zona que le convirtió en un experto conocedor de la idiosincrasia yebalí y el terreno del interior de la región.

El golpe de Estado de septiembre de 1923 trajo consigo el inicio de una política abandonista por parte de las autoridades españolas con respecto a Marruecos. Para Primo de Rivera, conservar el terreno ganado a base de pactos y combates implicaba un derroche de medios que la nueva España que pretendía construir no se podía permitir. Pronto, tomó la decisión de abandonar el interior del sector occidental y reducir la presencia española a la zona costera, manteniendo la carretera de unión entre las principales ciudades. Eso le permitiría poder replegar contingentes y, al mismo tiempo, permitir que Abd el Krim se creciera y tratara de someter las kábilas de la zona francesa del Protectorado, cruzando el río Uarga, que delimitaba el área española de la francesa. De ese modo implicaría a Francia en una acción conjunta.

Galán decidió cambiar su experiencia y fue destinado en abril de 1924 al Tercio de Extranjeros, formando parte de la 7ª Compañía de la 3ª Bandera. La Legión, a pesar de su reciente creación, era ya una unidad mítica y henchida de prestigio. Su jefe era el jovencísimo teniente coronel Francisco Franco quien, con tan solo 31 años, dirigía las banderas del Tercio en la zona oriental, en las posiciones donde había tenido lugar en 1921 el desastre de Annual.

Primo de Rivera cometió el error de confesar a la prensa su plan de repliegue, lo que alentó a las harcas de Abd el Krim a ejercer presión sobre las posiciones españolas y a someter las kábilas de la Yebala. Franco se trasladó al escarpado terreno occidental y llevó a su lado al teniente que había estado tanto tiempo con la Policía Indígena en aquella zona, Fermín Galán. De ese modo, se convirtió en la principal referencia para el planeamiento de las operaciones por ser un gran conocedor del terreno. En una ocasión, para la realización de una gran operación, el general Serrano Orive, que mandaba la misma, se fía de los consejos de Galán que aseguraba la existencia de una amplia meseta con un gran manantial donde se iba a ubicar una posición. Cuando el general se percató de que no había ni manantial ni meseta, quiso arrestar a Galán. El joven teniente se libró porque tanto su jefe, el teniente coronel Franco, como el jefe del Grupo de Regulares de Larache, teniente coronel Emilio Mola Vidal, intercedieron a su favor.

Un soldado sentado en el suelo entre arbustos mientras fuma y sostiene un objeto en sus manos.

Las seis banderas de la Legión participaron cubriendo el repliegue de las posiciones del interior, en una operación que costó muchísimas bajas entre los legionarios. El primer día de octubre de 1924, el teniente Galán es uno de los tres oficiales supervivientes de lo que resta de la 1ª y 13ª Compañías del Tercio, asumiendo el mando de los menos de 150 hombres que las componían. Tienen como misión establecer un blocao al sur de una pista que hay que mantener para el repliegue. Los blocaos eran posiciones fuertemente protegidas con piedras o sacos terreros que albergaban posiciones pequeñas de entidad pelotón o sección. Los Zapadores se encargaban de su construcción y Galán con su fuerza protegía los trabajos. Una vez queda instalado el blocao, el teniente tiene la orden de incorporarse al grueso de la columna que se está replegando hacia Tetuán. Galán, conocedor del terreno, decide moverse a través de un caserío en lugar de la ruta que le habían ordenado para su incorporación a la columna. Es emboscado por el enemigo y el teniente coronel Franco, que es el mando de toda la operación, tiene que empeñar el grueso de la columna en rescatar a las tropas de Fermín Galán que ya habían sufrido numerosas bajas.

Todos los oficiales resultaron heridos, incluido el propio Galán que cuando estaba siendo evacuado recibe la visita del teniente coronel Franciso Franco quien le recrimina duramente por su actitud y desobediencia de las órdenes recibidas, cayendo en una emboscada y sufriendo numerosas bajas.

A pesar de su iniciativa y el resultado de esta, Galán no dudo en solicitar la apertura de un expediente para la concesión de la Cruz Laureada de San Fernando por su actuación en la acción. La solicitud fue rechazada y esto le contrarió profundamente. Su actitud rebelde, pendenciera y, al mismo tiempo, indisciplinada, fueron protagonistas de varios episodios que forjaron un carácter cada vez más inconformista y contestatario.

De soldado a revolucionario

Mientras se recuperaba en Madrid de sus heridas, volvió a la inmersión en la lectura, conformando una mentalidad política contradictoria que mezclaba el anarquismo con el comunismo y el nacionalismo y que reflejaría en su libro Política ya no solo es arte, sino ciencia. En él, despliega una teoría en la que el sindicato se conforma como la principal entidad política y el Estado es el único poseedor de la riqueza, quedando suprimida la propiedad privada.

Un hombre de pie junto a una ventana con luz suave, vistiendo una camisa verde.

También escribió La barbarie organizada: novela del tercio, obra que fue publicada póstumamente en 1931, en la que criticaba con dureza a la Legión Española y la brutalidad de la guerra en Marruecos. La escribe en un momento de frustración tras la negación de la apertura del expediente por la laureada.

La convalecencia de Galán se prolongó varios meses y se reincorporó al tercio para permanecer en él tan solo unas semanas, ya que el ascenso a capitán en julio de 1925 le llevó destinado a Tarragona. Muy comprometido contra la dictadura, fue detenido por sospechas de estar implicado en la sublevación apodada como 'La Sanjuanada', en junio de 1926. Acabó condenado por incitación a la rebelión, siendo condenado a la pena de seis años de prisión y la separación del servicio, esto significaba su expulsión del Ejército.

En la cárcel coincidió con anarquistas y esto contribuyó a aumentar aún más su compromiso contra la Monarquía y en favor de una República de corte social con teorías mezcladas y apoyadas en un comunismo libertario, pero bajo un estado totalitario.

La marcha de Primo de Rivera y la llegada al poder de Dámaso Berenguer en enero de 1930, trajo consigo un intento de apaciguar las aguas para abrir camino al regreso del régimen de la Restauración y la vuelta a la escena de los partidos políticos. Se revisaron las condenas y Galán fue liberado y recuperó su empleo de Capitán, siendo destinado al Regimiento Galicia, de guarnición en Jaca.

Fue en este contexto que Fermín Galán se involucró activamente en los preparativos para una insurrección militar que buscaba derrocar a la monarquía y proclamar una república en España. Los republicanos, junto con varios militares descontentos, conspiraban coordinar un levantamiento que combinara huelgas obreras con sublevaciones militares.

El levantamiento, previsto para el 12 de diciembre, se aplazó al día 15 y al político gallego Santiago Casares Quiroga se le encargó dirigirse a Jaca para avisar a Galán de este hecho. Generales africanistas de conocido prestigio como López de Ochoa, Queipo de Llano, Miguel Cabanellas, Núñez de Prado o Villabrille participarían en la sublevación. Otros, como Ramón Franco Bahamonde, se encargarían de sublevar a los pilotos de la Aeronáutica Militar y la UGT sacaría a la calle a sus huestes tras proclamar una huelga general revolucionaria. Todo el plan se había gestado desde el Comité Revolucionario en el que se encontraban todos los que conformarían el primer Gobierno de la República Española.

Casares no llegó a tiempo; cuando estaba próximo a Jaca decidió parar a dormir en una pensión y Galán inició la sublevación quedándose completamente solo con las pocas fuerzas de su Regimiento.

La sublevación de Jaca fue aplastada en pocas horas, y Galán, junto con los demás oficiales implicados, fue capturado. Se llevó a cabo un consejo de guerra sumarísimo en el que, sin garantías jurídicas adecuadas, Galán y García Hernández fueron condenados a muerte. El 14 de diciembre de 1930, ambos fueron ejecutados en Huesca. Fermín Galán, en un acto de desafío final, rechazó los auxilios espirituales que le ofrecieron antes de su ejecución y solicitó dar las órdenes al pelotón de fusilamiento.

El capitán encaró la muerte con una determinación inquebrantable, reafirmando su compromiso con la causa republicana hasta el último momento de su vida. Este acto de valentía y su negativa a aceptar las últimas confesiones, en contraste con García Hernández, quien sí las aceptó debido a su ferviente catolicismo, marcaron el final de una vida de mentalidad rebelde y revolucionaria.

Una ilustración con dos retratos de militares enmarcados por una cinta con los colores de la bandera republicana y una corona de laurel en el centro.

El impacto de la ejecución de Fermín Galán y Ángel García Hernández fue inmediato. Sus muertes fueron presentadas como una injusticia brutal y una muestra de la represión del régimen monárquico contra cualquier intento de cambio. Al ser fusilados, se convirtieron en mártires de la causa republicana, y sus nombres comenzaron a resonar en toda España como símbolos de resistencia y sacrificio. La sublevación de Jaca, aunque fallida, se convirtió en un catalizador para los eventos que seguirían.

El nivel de mitificación fue tal, que el 14 de abril de 1931, tan solo unos pocos meses después del fusilamiento de los dos capitanes de Jaca, muchos de los que se dirigieron a la Puerta del Sol de Madrid para celebrar la proclamación de la República, llevaban pancartas con las fotografías de los dos mártires. El propio Lerroux reconoció que el error cometido por el régimen, fusilando a los dos jóvenes oficiales, fue el mejor acto publicitario para el triunfo republicano en las elecciones municipales del 12 de abril de 1931.

Se produjo una película titulada Femín Galán, el héroe que narraba los eventos de la sublevación de Jaca y la vida de su protagonista. Aunque no se conservan copias de ella, su creación refleja el impacto cultural del héroe republicano en la sociedad de la época. Alberti escribió una obra de teatro para ensalzar aún más su figura.

Imagen de un cartel promocional de una producción española que presenta las obras

En 1934, bajo el gobierno de centro-derecha presidido por Alejandro Lerroux, Fermín Galán fue condecorado póstumamente con la Cruz Laureada de San Fernando por su destacada actuación en las operaciones militares en Marruecos. Aquel expediente que se negaron a cursar se reabrió y el juicio contradictorio votó a su favor.

El legado de Fermín Galán también tuvo un impacto en su familia. Sus hermanos, Francisco y José María Galán, formaron parte del Ejército Popular durante la Guerra Civil Española (1936-1939). Ambos sobrevivieron al conflicto, pero, como muchos otros republicanos, se vieron obligados a exiliarse tras la victoria de las fuerzas franquistas. Francisco Galán emigró a Argentina, donde vivió el resto de su vida, mientras que José María se trasladó a Cuba.

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