Joel Díaz con expresión seria en una imagen en blanco y negro sobre un fondo rosa con un marco de líneas negras.
OPINIÓN

Chistes sotaneros: contra el rival todo vale

La libertad de expresión incluye hablar de los políticos, pero entrar en temas personales no aporta absolutamente nada

En los últimos días ha habido una polémica que nos ha tenido entretenidos a buena parte de la comunidad de X (Twitter) en Cataluña: el chiste del humorista Joel Díaz sobre la hija de Sílvia Orriols. Por lo pronto, hay que defender la libertad de expresión en todas sus vertientes; es decir, también en cuanto a las bromas de mal gusto. Si bien algunos ya han escrito sobre la cuestión, por ejemplo, el brillantísimo filósofo de cabecera de la Cataluña abstencionista, Bernat Dedéu, al cual se lo responderá también aquí, pero nadie ha entrado en el fondo (hay que prestar atención en el artículo brillante y conciso de la periodista Gemma Busquets).

Dejándonos de preámbulos, adentrémonos en la cuestión. La Sotana es un podcast de humor donde tratan temas vinculados con el fútbol. Se tiene que reconocer que, sus creadores, son personas con dotes comunicativas y humorísticas muy notables. Es menester mencionar que, cuanto más rato hables en cualquier medio de comunicación, más posibilitados tienes de desviarte y cagarla. Dicho esto, la libertad de expresión incluye hablar de los políticos, pero entrar en sus cuestiones personales cuando no tienen ninguna importancia para la res publica puede constituir una afrenta.

Podría agraviarse cuando, en el caso de Sílvia, se mencionan a sus hijos. Imagino que todo el mundo podrá convenir conmigo que, normalmente, son lo más preciado que tienen las personas y, en concreto, los menores de edad disfrutan de una protección jurídica mayor que aquellos que ya tienen 18. En el capítulo de La Sotana se hace mención de los cinco nombres de los hijos menores de Sílvia. ¿Por cuáles siete sueldos, en un programa donde se destila odio hacia la figura de Orriols, tienen que decir los nombres de sus hijos? Esto teniendo en cuenta que de su vida privada no suele hablar y que Xavier Torrens ya se tomó la confianza de mencionarlos en su libro, haciendo una analogía con los nombres de los perros de Milei (Cataluña es un psiquiátrico a cielo descubierto).

Una mujer con cabello corto y oscuro, usando una chaqueta azul con estampado floral y pendientes azules, está de pie en lo que parece ser una sala de reuniones o un parlamento, con varias personas desenfocadas en el fondo.

Mientras los sotaneros recitaban los nombres de los menores, hacían mofa sobre el hecho de que, per se, ya era un problema ser hijos de Sílvia (¿planteando que no es una buena madre?). Las palabras literales fueron "hacer hijos de... -es un problema ya de primeras. Me sabe mal". A propósito de esto, Joel ya había lanzado parte de su chiste una vez escuchó el nombre de "Violant": "Es un gerundio", mencionó. Nadie le hizo demasiado caso, pero él volvió a insistir "están violando el Violant". Parte de la razón de ser del humor negro es que no necesariamente habla de personas reales, por ejemplo, cuando David Suárez tuvo la polémica con el chiste de la chica con síndrome de Down, era una ficción: no existía. En este caso, Violant existe, es menor y es hija de Sílvia.

La defensa enconada de los seguidores del podcast no se hizo esperar; por un lado, algunos argüían que era humor, que si Sílvia se había ofendido, algo estarían haciendo bien, etc. El mismo Joel intentó excusarse diciendo que: "Como se ve en el vídeo, yo creía que Violant es nombre de niño". Según parece, en caso de que fuera un niño, vincular su nombre con una violación sería un atenuante a aquello dijo. Se tiene que considerar también que, por poco que la hija de Sílvia estuviera en la escuela o en el instituto, este "juego de palabras" puede afectarla. No hace falta que mencione cómo pueden llegar a ser de crueles los niños cuando encuentran algún disparo característico de sus compañeros que se salen de la norma, especialmente en un nombre.

A todo ello, la escena de un humorista de 43 años, haciendo un escarnio público del nombre de una niña como si se tratara de un bully de clase, es esperpéntica. Pero, se podría considerar que una disculpa por su parte hubiera sido la reacción lógica. Erraría quién pudiera pensar esto. Joel no tuvo el honor de decir: 'Pues sí, me he equivocado'. Pido disculpas. Todo' lo contrario, su tweet al respeto es una salida por la tangente, afirmando que él no quería decir aquello que se le atribuía y que solo era un juego de palabras. No quiso retractarse y continuó defendiendo que no había hecho nada malo.

La reacción de Sílvia fue mencionar que emprendería las acciones judiciales necesarias porque lo que había dicho no le saliera gratis. Por mucho que el ilustre Dedéu plantee argumentos muy pobres, apelando al hecho de que, denunciar a alguien por decir X o Y no forma parte de la tradición occidental, tendría que saber que en prácticamente todos los códigos jurídicos de Occidente hay una protección máxima a los menores y que meterse con ellos (cuando no se pueden defender) no está demasiado bien visto en nuestras sociedades.

Joel Díaz era el presentador del 'Zona Franca'

El derecho al libre discurso (como lo denomina él, nadie más lo hace); es decir, el derecho a la libertad de expresión, suele tener un rol preponderante en las sociedades democráticas, pero no es un derecho absoluto (por mucho que cite la primera enmienda de los EE. UU., ciertamente, algún juez de la Corte Suprema defendió que sí que lo era, pero de excepciones el mundo va lleno). La mayoría de los derechos constitucional no son absolutos porque colisionan con otros. Plantea que, si tuviera hija, no lo importaría en absoluto este hecho; mira por donde, el mundo no se mide por su ombligo. Para poner un ejemplo, si yo acuso algún filósofo de ser un cocainómano (presuntamente), hago uso de mi libertad de expresión, pero cuidado, el filósofo podría denunciarme por un delito de calumnias, recogido a nuestro Código Penal. Por lo tanto, mi libertad de expresión no es absoluta, como la de nadie.

Finalmente, no hay que caer en la trampa de los censores moralistas de turno, no hacer gracia no es delito, pero meterse con una menor y hacer un juego de palabras con las violaciones quizás sí que lo es, y como madre tiene derecho a defenderlo. A pesar de todo el ruido, quizás la izquierda, tan feminista cuando le conviene, hubiera salido en masa si la niña se llamara "Fátima". Nuestra intelligentsia continúa anquilosada con el hecho de que, hacia Sílvia, todo vale.

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