Salvador Illa con gafas y chaqueta marrón junto a una torre humana sobre fondo rosa.
OPINIÓN

Illa y los Castellers: anatomía de una pitada

Pitar a Salvador Illa es fácil, pero exigir responsabilidades a los tuyos les cuesta un poco más a los independentistas

Imagen del Blog de Octavio Cortés

El acontecimiento político del fin de semana ha sido la asistencia del MHP Salvador Illa al concurso casteller de Tarragona, donde fue recibido con pitidos y gritos de "independencia". La política catalana es un erial tan desolador, que detalles folklóricos como este son elevados a categoría de hito: las redes indepes estallaron de júbilo, con la idea de que "aún estamos aquí" y todo tipo de ensoñaciones húmedas (como en el mensaje del Ruiseñor de Waterloo) acerca de un "pueblo" que rechaza a sus "opresores", cuando en Tarragona, sin ir más lejos, PSC y PP ganaron clarísimamente las últimas elecciones al Parlament.

La cosa puede leerse desde un enfoque menos miope: entonces se ve la dimensión de la tragedia, en la que una parte (no despreciable, pero menguante) del electorado sigue prisionera de la rebeldía de salón de los mismos que sostienen al partido de Salvador Illa tanto en el Congreso como en el Parlament. ¿Hay una parte de Catalunya irrecuperable, atascada en el eterno kumbayá procesista? Si ese el caso, el país va a sufrir de lo lindo en los próximos años, porque un sector de la casta política va a tener impunidad total para sus mangoneos mientras sigan conmemorando efemérides ridículas y repitiendo consignas partalianas. Y la experiencia dice que otorgar impunidad a los mediocres nunca da frutos positivos.

Un hombre con traje azul está hablando frente a un estadio lleno de gente donde se está formando una torre humana.

Que sea "no surrender" el lema de los que no han hecho más que rendirse desde hace siete años, de forma cada vez más vergonzosa, puede servir para calibrar el estropicio. Que un personaje como Toni Comín, vividor supremo, pueda aún asomar de vez en cuando jugando a ser un Simón Bolivar de casa de masajes, nos da una idea de cómo el procés devoró a su paso todo sentido de realidad. Que las tareas de reflexión en retaguardia hayan sido entregadas a Albano Dante Fachín (caña y pincho de tortilla de patatas) y al insomne Josep Costa, nos indica que nos hallamos ante un movimiento en agonía, en el que ya hace tiempo que solo prima el sálvese quien pueda.

Pitar a Illa es fácil, claro está. Exigir responsabilidades a los tuyos por el fraude más colosal jamás visto, eso al parecer cuesta un poco más a las tropas indepes. Pero la limpieza en algún momento ha de hacerse, no por el bien del mundo indepe, sino por poder tener de nuevo un debate político plural en el que no haya un sector patológicamente desconectado de la realidad.

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