La matanza de Calabria
El gran espectáculo de luz y color que Oriol Junqueras y Marta Rovira están protagonizando es digno de película
He de reconocer que mi habitual sobrepeso ha aumentado mucho por culpa de la crisis de Esquerra Republicana y de las docenas de bolsas de palomitas que me he zampado. Y es que el gran espectáculo de luz y color que Oriol Junqueras y Marta Rovira están protagonizando es digno de la película de masacres más efectiva que pueda rodar Hollywood. Todos los sectores de ERC lo están dando todo para que el show sea impresionante, y somos muchos los que estamos disfrutando de los litros de sangre simulada que vierten sobre la pantalla política catalana.
Como en el mítico film ‘Los inmortales’, solo puede quedar uno y estoy convencido de que va a ser Oriol Junqueras. Y es que el ex ídolo de Joan Bona Nit y el resto de excursionistas nocturnos a Lledoners es una mezcla entre la Madre Teresa de Calcuta y Terminator. Le pones un micro delante y te suelta el sermón lleno de buenas palabras y propósitos amables, y cuando se apaga la cámara, coge la piedra de afilar y prepara los machetes para que sus huestes se abalancen contra los adversarios internos.
Tal nivel de hipocresía no lo ha visto Cataluña desde que Pep Guardiola se fue a otras tierras a obsequiarles con su magisterio falso-monjil. Eso sí, al menos el de Santpedor sabe de lo suyo, y lo ha demostrado. Junqueras de historia sabe el catecismo nacionalista y poco más.
El escándalo de los carteles de Ernest Maragall y el alzhéimer de su hermano es lamentable, pero tampoco puede sorprender a nadie. El juego sucio y las campañas de falsa bandera forman parte desde hace siglos de la actividad política, tanto en la región catalana como en el resto del planeta. Y, como siempre pasa en estos casos, la porquería no la esparce los rivales de otras formaciones, son siempre los ‘compañeros’ de partido los que se encargan de ello.
Pero es que Esquerra tiene una especial maestría en el arte de desollar a los rivales internos. La historia de peleas a vida y muerte dentro de esta formación es más digna de una novela bélica que de un tratado de ciencia política. El acto que protagonizó Junqueras en el Teatro de la Pasión de Olesa debería formar parte de la historia del cine ‘gore’ catalán, y su filmación debería competir en el Festival de Cine de Sitges.
La ‘Matanza de Texas’ va a quedar en un chiste al lado de la ‘Matanza de Calabria’, calle de Barcelona en la que Esquerra Republicana tiene su ‘sede nacional’ y en la que el día después del congreso de esta formación reinará el sonido de la motosierra que Oriol Junqueras ya se ha comprado. Javier Milei va a quedar como un aprendiz al lado del historiador golpista a la hora de demostrar su maestría con esa herramienta.
Por eso los ‘roviristas’ son tan activos en filtrar cualquier cosa sobre Junqueras y los suyos, porque les va su supervivencia política. Si el zampalangostinos de Lledoners gana, no va a quedar ni uno. Y se los cargará – políticamente —, uno a uno, con una sonrisa y mientras les dice “somos compañeros de partido, tenemos un proyecto común para nuestra milenaria nación, no corras”.
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