Quima, quiero que sepas que eres una mala persona
Entre otras cosas, el caso de Quima demuestra que no podemos basarnos en la idea acientífica de que el sexo de una persona depende de sus sentimientos
La historia de Quima es de esas que podríamos encontrar perfectamente en Netflix. Concretamente, en el apartado de los true crime. Porque si algo tiene su relato, es maldad.
Quima, en realidad, no se llama Quima. Se llama Quim. Pero él se siente mujer. Solo a veces, eso sí. Asegura que, en su día a día, se siente hombre, pero “en la montaña, en mi momento de ocio, me siento mujer”.
Esta semana, Quima se ha hecho famoso/a/e/i/u porque ganó una carrera de montaña en la categoría femenina. Representa que fue la primera “mujer” (sic) en cruzar la línea de meta, aunque en realidad fue el 55º hombre en llegar al final del recorrido. Pero, como estaba en su “momento de ocio en la montaña”, el delirio queer en el que vivimos le permitió valerse de sus ventajas físicas para alzarse con el triunfo como “mujer”.
Más allá de que, algún día, alguien debería decirle al rey que va desnudo, sin miedo a que le caiga una multa (como pretende Tània Verge en su nueva ley trans), el caso de Quima demuestra tres cosas.
Una, que toda esta ideología de género que nos están imponiendo a la fuerza es un fraude. Porque no podemos basarnos en la idea acientífica de que el sexo de una persona depende de sus sentimientos. Dos, la decadencia de una izquierda que ha pasado de defender a la clase trabajadora a alimentar las ansias de protagonismo de sinvergüenzas como Quima. Y tres, que Quima es una mala persona.
Antes de que estallara la polémica, el grupo Los Meconios publicaron un mensaje que, de forma casi premonitoria, va como anillo en el dedo para definir a Quima. “Un hombre que transiciona a mujer y disfruta batiendo récords en disciplinas deportivas femeninas, más allá de si es hombre o mujer, lo que sí es, sin duda alguna, es mala persona”.
Y así es. Quima es mala persona. Porque Quima no solamente necesita alimentar su ego. Necesita hacerlo basándose en menospreciar, pisar y borrar a las mujeres. Pero es que, además, con sus acciones, lo que hace es faltar al respeto a toda esa gente que tiene disforia de género y que sufre por ello. Porque los que estamos en contra del delirio trans no estamos en contra de los transexuales. Estamos en contra de caraduras como Quima y, sobre todo, de aquellos dirigentes políticos y lobbies afines que están alimentando toda esta locura, empezando por Irene Montero, Tània Verge o Elisabeth Duval.
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