El profesor amiguete por ley
Entre alumnos y docentes no existe igualdad de derechos y obligaciones
Jesús decía de los niños, dejad que se acerquen a mí, pero no que le tomaran el pelo. Hay pedagogías que pregonan la igualdad entre alumnos y profesores bajo el precepto que se debe enterrar aquel docente franquista dictador de antaño a cambio de potenciar la democracia vigente. Pero la democracia se sustenta cuando unos adultos tienen iguales derechos y obligaciones para elegir.
Entre alumnos y docentes no existe igualdad de derechos y obligaciones, ya que el docente educa y el pupilo adquiere aprendizajes. No obstante, hay muchos teóricos y políticos progresistas, que jamás han pisado un aula, que defienden esa democracia en el paraninfo. Y lo curioso del caso es que el enseñante autoritario que estos teóricos atacan no fue en origen franquista, ya que existía en la república, en la escuela bolchevique, e incluso mucho antes en la Babilonia del cuneiforme.
Bolchevique, fascista o anterior, aquel colegio de golpes y tortas fue un extremo de donde huir. Quizás por ello hay algunos pedagogos teóricos que defienden que los docentes deben regalar felicidad, que deben transformarse en alguien cercano a los alumnos, en un profesor progre y amigo de sus alumnos. Pues ni tan corto ni tan largo, ya que ser colega de un menor no asegura su confianza.
Si un adolescente ve a un adulto como a un camarada, difícilmente le hará caso ante un consejo o petición. Conseguir que un grupo de adolescentes crea en un adulto reviste todo un arte que el educador debe manejar con gran pericia. El docente amigo de sus alumnos difícilmente alcanzará tal cima educativa, aunque, y como hemos comentado, sí podrá manipularlos y adoctrinarlos.
El secreto de ser justo y enseñar verdades reside en ser objetivo y saber imponerse ganándose su confianza. Si los alumnos así acceden, se hallan ante una autoridad sin autoritarismo. Por desgracia, la igualdad entre educadores y escolares que defienden algunos expertos ha hecho mella en los alumnos.
Se lo diré a mi padre y ya verás como te pondrá luego el consejo escolar – amenazaba un escolar al docente en plena clase.
La democratización del aula, con su consecuente ausencia de autoridad, también llega a veces a la familia. Algunos padres influenciados por este progresismo mal entendido afirman que son muy amigos de sus hijos, en fin, que la democracia se comprendió fatal.
Para votar hay que saber y ser adulto, ¿o acaso defenderemos que nuestros alevines puedan votar al presidente del gobierno?, ¿se imaginan lo fácil que sería manipular su voto? Los educadores deben enseñar realidades y los escolares aprenderlas.
Los primeros poseen libertad a cambio del peso de las obligaciones, los segundos deberían aprender el equilibrio entre ambas. Es decir, mejor que los profesores sean algo conservadores por causa conocida y que los alumnos sean revolucionarios por conocimiento de causa. O como escribió el filósofo francés André Comte-Sponville, solo si somos culturalmente conservadores podemos ser políticamente progresistas.
En resumen, un sistema de enseñanza es democrático si asegura que no deja atrás a sus aprendices, algo que Finlandia y Estonia tienen muy claro. En estos aplaudidos sistemas educativos se practican tres premisas contrarias a la amistad con los alumnos: el conservadurismo, la profesionalidad y la autoridad.
En definitiva, educar en libertad bajo la empatía y la confianza no debe significar educar bajo la dictadura del capricho, la tolerancia y el proteccionismo, sino todo lo contrario, se debe educar bajo el esfuerzo para que los alumnos valoren lo que se aprende y quien lo enseña. Los expertos que promueven el aula democrática en donde todos los escolares opinen de todo siendo el docente uno más, confunden el argumentar con conocimientos y el parlotear con la ignorancia.
Más noticias: