OPINIÓN

Un papa diferente

El sucesor del Papa Francisco tendrá que esforzarse para preservar la transparencia que él impuso en el Vaticano

La muerte del papa Francisco nos ha conmovido a todos. Al mundo eclesiástico, evidentemente, que vive con especial estima la figura del pontífice, pero también al resto de católicos, practicantes o no, e incluso a los militantes de otras culturas religiosas por quienes el papa Francisco veló durante sus años de vida y como líder supremo de la Iglesia católica.

Francisco, que como se ha repetido estos días, ni él mismo esperaba acabar sus días en el Vaticano, habiendo comprado el billete de vuelta a Buenos Aires al finalizar el cónclave del año 2013, ha sido un papa diferente. Un pontífice que ha abierto la institución eclesiástica, con valentía y desafiando a los más conservadores, hasta el punto, en mi humilde opinión, de garantizar su permanencia, a pesar de los momentos complicados que ha pasado la Iglesia en los últimos años.

Una imagen muestra un altar con velas rojas encendidas, flores y una fotografía de una figura religiosa -que es el Papa Francisco- sonriente.

La firmeza a la hora de condenar los abusos sexuales que se cometieron desde algunos sectores del clero, su determinación en exigir que se dejaran de encubrir esos actos atroces, el reconocimiento de la diversidad sexual y los diversos modelos de familia, así como la voluntad de dar pasos largos en la introducción de las mujeres en lugares hasta ahora reservados para hombres, incluso en el rito de su funeral y dejándolo por escrito en su testamento, son un pequeño resumen de la transformación que Francisco ha querido dejar como legado. Y que sus discípulos, el papa que salga elegido del próximo cónclave, debe intentar mantener para garantizar la permanencia de la institución.

Y es que, como servidor, que a pesar de profesar en la fe católica por tradición familiar, somos muchos los que poco a poco nos hemos ido sintiendo excluidos de la Iglesia católica. Y ha sido el papa Francisco, el santo padre que nos acaba de dejar, quien con su bonhomía y especial atención por los más desfavorecidos o minorías perseguidas, nos ha hecho reconectar de nuevo con la comunidad religiosa. Aunque, en mi caso concreto, sin ejercer la militancia más que en los casos que así lo requiera y siempre desde el máximo respeto.

La despedida del papa Francisco, más allá de todo lo mencionado anteriormente, supone también un desafío para la Santa Sede y quien lo releve en el cargo. La empatía de Francisco será difícil de mantener, ya que esto es algo que va con cada persona. Pero su sucesor, que conoceremos en unas semanas, después de un proceso solemne, con un protocolo estricto, y que junto con el relevo en la monarquía británica y los Premios Nobel es de las pocas ceremonias que perduran a pesar del paso del tiempo, tendrá que hacer mucho trabajo para mantener la transparencia que el papa Francisco impuso en el Vaticano y la relación tan cercana con la prensa, en muchas ocasiones, casi la única ventana que conecta la Santa Sede con el exterior.

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