La nueva CUP, tan inútil como la vieja CUP

La CUP, al parecer, ha culminado un proceso de renovación, refundación o regurgitación, no se sabe, cuya máxima novedad es un nuevo logotipo más o menos idéntico al anterior. Para esto han servido los largos meses del llamado “Procés de Garbí”, que ha consistido en una plétora de reuniones, asambleas y charlas a las que ninguna persona en su sano juicio ha prestado la menor intención.

¡Cómo les gustan las asambleas y las reflexiones a estos muchachos, cómo se divierten! Es algo que despierta auténtica ternura. Entre los mamíferos más evolucionados, es común que los círculos de despiojamiento tengan un sentido de ritual comunitario; entre los mamíferos menos evolucionados (como es el caso de los camaradas de la CUP) la cosa es, básicamente, pasar el rato. Lo más bonito de todo esto es que han viajado durante meses para llegar al mismo sitio, como vamos a comprobar a continuación.

• ¿Siguen defendiendo el animalismo, la menstruación por aspersión y la crianza tribal? Siguen. En este punto, hay que celebrar que renueven su apuesta por el paleolítico, la barbarie y los instintos subhumanos, cosa que les evita prosperar y les aparta de cualquier lugar donde se decida algo importante.
• ¿Siguen defendiendo el afro-trans-feminismo de Basha Changue y todas las chorradas woke imaginables? Siguen. De nuevo, hay que celebrar que los camaradas orienten sus instintos hacia prácticas eróticas no reproductivas y así se impida que sus genes pasen a la siguiente generación. Un noble servicio a Cataluña.
• ¿Siguen alentando la versión más estúpida del independentismo? Siguen. La república que ellos proponen sería una mezcla de gulag y granja porcina, con toques de fumadero de porros en una casa okupa. Gran parte del descrédito ético del independentismo se debe a la CUP y no parece que el rumbo vaya a variar.
• ¿Siguen promoviendo la total islamización de Cataluña? Siguen. Cuanto antes llegue el califato y la sharia, más contentos estarán. De hecho, lo único bueno de una Cataluña dominada desde las mezquitas sería ver a los camaradas de la CUP intentando encajar sus teorías seborreicas en la doctrina del añorado Ayatollah Jomeini, mientras van siendo decapitados uno a uno en los minaretes.

En resumen, las tropas cupaires han pasado largos meses rebozándose en su propia mugre y han emergido con fuerzas renovadas exactamente el mismo lugar en el que estaban. Ahora llega la segunda parte del ciclo, en el que han de sufrir tres o cuatro descalabros electorales, de modo que puedan volver a convocar otro Proceso Nauseabundo de Reflexión que les tenga entretenidos un par de años.

Como ya hemos dicho, hay que apoyar que estos muchachos estén ocupados en algo, porque si no se dispersan entre la población civil y molestan a los vecinos. Toda sociedad necesita algún tipo de sumidero para la inevitable carga de idiotez fecal y la CUP realiza ese servicio a las mil maravillas.