Montaje de fotos de plano corto de Lola Lolita y Berta Aroca, ambas con rostro serio

OPINIÓN

Fundamentalismo secular: cuando la vulva te duele

Berta Aroca ha sido muy criticada por sectores que están todo el día hablando de cuidados, tolerancia, salud mental, en definitiva, “los que podríamos encasillar dentro de la familia de la izquierda”

Tengo un tenue conocimiento de los influencers y de sus relaciones, no sé ni cómo funciona tiktok y solo utilizo las redes como medio para hacer proselitismo de mis ideas. No sigo este tipo de contenido (suena a esnobismo pedante, pero así es).

Sin embargo, a través de Twitter, me entero de todas las miserias, habidas y por haber, de mi entorno. Así pues, situémonos: el jueves 1 de febrero del 2024, una usuaria de Twitter cuelga un recorte de vídeo en el que sale Berta Aroca hablando de las relaciones sexuales de terceros: Lola Lolita y su pareja.

Sin tener ningún contexto, ni saber de qué va el programa, puede deducirse que se trata de un cotilleo normal y corriente (por mucho que me parezca de mal gusto hablar de la vida sexual de terceros).

Cito las palabras que han causado una reacción que dejaría de moderados a los inquisidores que perseguían herejes en el s. XII: “Una relación es como una silla. Tiene cuatro patas: el amor, la admiración, el respeto y el sexo. Cuando una de estas cuatro patas baila, la silla baila un poquito. Pero cuando dos de esas patas caen, la silla no existe […]—para rematarlo con un— que tiene veinte años, que lo que te toca es que le duela la vulva”.

Se podría imaginar que los conservadores, reaccionarios y fundamentalistas de todo tipo se rasgarían las vestiduras por esta sentencia y, he aquí la contradicción: quien se ha lanzado al cuello, con toda clase de improperios y groserías, han sido los sectores que están todo el día hablando de cuidados, tolerancia, salud mental (deeply concerned, ha quedado patente), del peligro del odio en las redes, los defensores de la libertad de expresión y, en definitiva, los que podríamos encasillar dentro de la familia de la izquierda.

Pero, ¿por qué los que siempre tienen un discurso de “tenemos que normalizar la sexualidad, el sexo y romper tabúes (¿no es un tabú lo que postuló?)”, ¿han reaccionado como si de un cura de los años 50 se tratara?

Pues bien, resulta que el sexo, en relaciones de jóvenes de 20 años, no es importante (al loro, que este no va en detrimento de las tres patas restantes). Es evidente que hay elementos subjetivos y que cada uno vive su sexualidad como quiere (y puede), sin embargo, obviar que entre la franja de los 20 y los 30 eres una fábrica de hormonas sexuales me parece pelo atrevido.

De las cuatro patas mencionadas, tres puedes hacerlas con personas que no son tu pareja (amar, admirar y respetar), pero si hay una que singulariza la relación entre enamorados es precisamente la que ha encendido a medio Twitter.

El vídeo ha escalado hasta los 5,6 millones de visualizaciones y, evidentemente, esto ha provocado que el alud de críticas se intensificaran. Incluso ha habido personas convencidas de que estaba fomentando la cultura de la violación…

No cabe ni un tarado más en esta red social. La extrema izquierda, tan crítica con el catolicismo (no con otras religiones), resulta que ha acabado por defender una suerte de castidad, pero al mismo tiempo no desiste en su apología hacia las relaciones abiertas, sexo sin compromiso y cuestiones por el estilo.

Más allá de este caso concreto, el artículo no va encaminado a defender a una persona, Berta, de la que no sé nada (tanto es así que desconozco si ella forma parte de esa cultura de la cancelación), sino ver qué hay detrás de todo esto.

Los nuevos inquisidores predican, de viva voce, que ellos son los tolerantes y los que defienden la pluralidad de opiniones, ya es curioso que quienes más se empeñan en ello hayan instaurado, a base de coerción social, un pensamiento kafkianamente uniforme.

La ideología buenista ha hecho de la cancelación su cultura y este caso no era una excepción. La autora de la desafortunada frase tuvo que hacer marcha atrás y pedir disculpas. Hora de la redención. En el cristianismo siempre puedes confesarte y conseguir el perdón, pero en el ámbito inquisitorial actual, el arrepentimiento, en el mejor de los casos, puede ser un mero atenuante.

En definitiva, nos encontramos ante un integrismo secular que ha creado religiones ad hoc y que siempre encuentra en su Savonarola dispuesto a quemar a los que les cuestionan o, incluso, a quienes se desvían de su retórica. Como postuló Voegelin, las ideologías y los movimientos de masa contemporáneos constituyen formas espurias del hecho religioso, los cuales, paulatinamente, van adquiriendo las características y el modus operandi de este.

Cuando el hombre mató a Dios (como concepto), a finales del s. XIX y XX, tuvo que buscar sucedáneos para hacer frente al vacío que había dejado, especialmente, en lo que respecta a la moral. Las nuevas religiones seculares intentaron crear, por todos los medios, un hombre nuevo basándose en esta idea, tan arraigada en la tradición cristiana, respecto a la cual una vez bautizado el creyente se deshacía del “hombre viejo” sustituyéndolo por una suerte de nueva forma de vivir y entender el mundo. Esto se convirtió en un patrón común a lo largo del s. XX con el intento de construir el übermensch (superhombre), el homosovieticus —como lo describió Alexiévich— y, más recientemente, el hombre deconstruido.

Recordando el ensayo de Giglioli, nos ha tocado vivir en la época en la que la víctima es el héroe de nuestro tiempo.

Captura de pantalla de un tweet de Ramon Audet donde enseña un libro de Daniele Giglioli

Es quien recibe prestigio, quien debe ser escuchado, tiene reconocimiento y está inmunizado hacia cualquier crítica. Incluso, si se presenta como víctima, puede permitirse el lujo de invertir la carga de la prueba y desmenuzar la presunción de inocencia ajena. Y es por eso que, en la actualidad, todo el mundo quiere ser víctima y ofenderse. Desgraciadamente, para ellos, hay tan poca oferta de ofensas que deben crear de la nada. De ahí el caso de Berta. De ahí la importancia de no autocensurarnos por temor a represalias.

PD: la mejor forma de decir lo que uno piensa sin temor a ser cancelado es a través de artículos que, por los tiempos que corren, duren más de dos párrafos. Muchas personas no llegarán al final, lo que reducirá la posibilidad de ofenderlas.