La ministra de Igualdad, Irene Montero (c), celebra la aprobación de la Ley Trans, junto a la secretaria de Estado de Igualdad y contra la Violencia de Género, Ángela Rodríguez Pam (i), y la directora general de Diversidad Sexual y Derechos LGTBI, Boti García Rodrigo (d), a la salida del Congreso de los Diputados, a 22 de diciembre de 2022, en Madrid
OPINIÓN

Un reojo a los despiertos

La aproximación woke a la política también se la podría llamar “crítica”, al fin y al cabo, woke es solo una forma de decir despierto

El término woke, muy popular en nuestros tiempos, es un significante difícil de dotar de contenido (de un contenido leal, se entiende). Otros términos, como “políticamente correcto”, también se enfrentan a este reto.

Proveer de significado a una etiqueta sometida al barro ya es complicado, más aún si esta se utiliza de forma solo peyorativa. Nadie, en este sentido, exclamará: “¡Soy políticamente correcto!”. Nadie tampoco, si quiere mantener su reputación, justificará en una discusión: “Yo pienso así porque soy muy woke”. 

Sin embargo, creo que se puede hacer un esfuerzo —muy poco esforzado, por otro lado— por conferir algo de utilidad a este término en el teatro político. Cuando pensamos en woke solemos pensar en el sintagma “izquierda woke”; y, cuando referimos izquierda woke, invocamos ya manidas ideas: la generación de cristal (también llamados snowflakes), la activista de pelo azul, el ofendidito, las protestas en campus americanos contra conferenciantes, la fobia de turno (sírvase el lector de añadirle el prefijo oportuno), incluso la censura a libros de Mark Twain o de Roah Dahl.

Hay, al fin y al cabo, un sabor familiar que nos permite asociar esas imágenes en una misma trama. Una neblina —the fog of woke, como le llaman algunos, jugando con la expresión fog of war (niebla de guerra)— que une a los múltiples. 

Mi definición tentativa de woke tampoco pretende sentar cátedra, pero sí dar una oportunidad de redención al crítico y al militante. La aproximación woke a la política también se la podría llamar “crítica”, al fin y al cabo, woke es solo una forma de decir despierto. Fijémonos en que la izquierda woke, en este sentido, tiende a buscar una explicación subyacente a los asuntos sociales, a todos los asuntos sociales. 

La Secretaria de Estado de Igualdad y contra la Violencia de Género, Angela Rodríguez Pam y la ministra de Igualdad, Irene Montero, durante la gala de los Premios Triángulo 2023, en los Teatros Luchana, a 19 de junio de 2023, en Madrid

Así, una inundación, nunca es solo una inundación: es culpa del cambio climático. El cambio climático, a su vez, no es solo un fenómeno meteorológico e industrial, es culpa del capitalismo. Veamos otro ejemplo: una algarabía en medios, propiciada por la última ocurrencia de una ministra no será solo una anécdota política, será causada, necesariamente, por el machismo (incluso, por el capitalismo, ya puestos, si esta se encauza por medios de comunicación privados y redes sociales). 

El woke, en definitiva, se impone el esfuerzo —loable, vale decir— de revisar las estructuras que pueden explicar los fenómenos de la comunidad. Ahora bien, su ejecución suele acabar siendo esotérica, religiosa y, en la mayoría de los casos, impermeable a todo empirismo, discusión o retracto. 

Esta clase de lecturas, no mentiremos, pueden ser tan estimulantes como cargantes. Entretener el debate acerca de los hilos que mueven las naciones, las comunidades y sus tribus debería llevarnos a sofisticar nuestras ideas particulares y generales. No obstante, como muchas discusiones analíticas, puede acabar incurriendo en predicados imposibles de demostrar; imposibles, también, de trasladar a la política pública (por muchos afanes y dineros que se empleen a tal cometido). 

La derecha, una derecha potable, no debe rehuir estos debates. Debemos zambullirnos en estas discusiones allá donde se produzcan, en cada plaza, en cada palestra, en cada aula, ¡en cada cadalso (metafórico)! Y debemos enfrentarnos al esoterismo woke con “ánimo humilde, fe firme y ganas de aprovechar”, como escribió Benedicto XV. Opongamos a la seducción del dogma woke las herramientas de nuestro credo: razón y empirismo; fraternidad, igualdad y libertad.

La derecha, una derecha potable, debería no caer en la tentación de adoptar los vicios de la izquierda woke. Sería cómodo, seguro, pero nunca fundamos nuestra ideología en la facilidad de la explicación, sino en la dificultad de la construcción. Apreciamos que la libertad y sus productos no se cosechan sin empeño. 

No siempre despertar entraña la vigilia.

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