Un montaje con un primer plano de Sílvia Orriols y a su lado los logos de Aliança Catalana y el Front Nacional de Catalunya

OPINIÓN

Aliança y Front, ¿es posible una coalición nacionalista?

El entendimiento a día de hoy parece muy difícil, pero nada es imposible. Las encuestas que tienen los dos partidos los invitan a un entendimiento

El independentismo catalán está en un callejón sin salida desde 2019, cuando el desperdicio de la movilización ciudadana en las manifestaciones post-sentencia empujó el movimiento hacia la rendición, como mínimo, temporal.

No obstante, desde el silencio y la discreción, el nacionalismo catalán, huérfano durante muchos años incluyendo los del proceso, ha ido creando tejido. Lo empezó a hacer el Front Nacional de Catalunya, cuando nadie más planteaba los temas que ellos ponían sobre la mesa: independencia, oficialidad única de la lengua catalana y regulación migratoria. El año 2019 con este discurso consiguieron una regidora a Ripoll, hoy ampliamente conocida por la sociedad catalana.

Posteriormente una pequeña parte del FNC se escindió, y con ellos se llevaron la regidora de Ripoll, con quién vieron la oportunidad de hacer crecer el nuevo partido, Aliança Catalana, que en algunas cosas, sobre todo en las formas, difiere mucho con el Front, pero en el contenido estas diferencias se desvanecen.

Parece ser que la media docena de militantes que se marcharon, bastante jóvenes y que no llevaban excesivo tiempo al partido, querían hacer las cosas de manera diferente, quizás demasiado diferente, hecho que desde el FNC se vio como un intento de injerencia y de desestabilización externa del partido, cosa que quién conozca el funcionamiento de los partidos políticos entenderá.

Las aguas se calmaron en las disputas, pero no en las relaciones, tensas entre direcciones desde entonces, con bloqueos en redes sociales y reproches personales.

El momento clave llega el mayo pasado, con las elecciones municipales. Aliança gana en Ripoll y acaba llevándose la capital de la comarca (además de un regidor en Manlleu y otro en la Ribera d'Ondara), algo público y notorio, pero el Front no se quedó corto y consiguió 2 regidores en la capital del Bages, una ciudad de 80 000 habitantes (70 000 más que Ripoll) y la alcaldía de un pequeño pueblo del Camp de Tarragona con mayoría absoluta. Se hace difícil de entender el apagón informativo sobre este último partido. Un apagón iniciado entonces y que sigue hoy en día con la evasión de los medios tradicionales de hablar sobre la incorporación a la militancia del FNC del alcalde de Lérida por Convergència, Delegado Territorial en Lérida y hombre de confianza de Jordi Pujol a Poniente, como hemos sabido recientemente.

Pero volvemos a estar en la calle, ¿y ahora qué?

Pues ahora nos encontramos en pleno año electoral y los movimientos empiezan a sucederse. Desde el Front, o perfiles afines, se ha sugerido con frecuencia la unión del nacionalismo catalán, cosa que parece querer incluir a Aliança Catalana, si bien estos últimos no han dado nunca ninguna señal de querer esta coalición, sino al contrario.

Según las encuestas internas, las cuales no acostumbran a ser publicadas en medios, el primer partido estaría alrededor del 1-1,5 por ciento de los votos, mientras que el partido de la alcaldesa de Ripoll se encontraría a las puertas de la representación con un 2,5-3 por ciento de los votos totales. Así pues, si fueran por separado, no está garantizada la entrada de ninguno de los dos partidos, pero si fueran juntos en una supuesta coalición, no solo está garantizada la entrada, sino que lo harían de manera holgada, acercándose a la cifra de los 8-10 escaños.

Solo hay una manera de llegar a esta situación de entendimiento, y es que las dos partes se pongan de acuerdo, cosa a estas alturas, inviable. Inviable no es imposible, tan solo se tienen que construir, o quizás reparar, las vías malogradas con los rencores y las traiciones del pasado. No es trabajo fácil, se tendrán que construir mecanismos que eviten injerencias externas hacia cualquier de los dos partidos, intentos de asimilación, falta de entendimiento o diferencias de voto y establecer una proporción representativa en las cámaras, sin esconder nada ni nadie, desde la máxima transparencia y adultez, porque si algo tiene el nacionalismo catalán es que ya está harto de disputas personales y partidistas. Hay que priorizar el país, su gente y su libertad.