Un hombre sostiene una bandera palestina mientras una mujer ondea una bandera israelí, en el centro dos personas observan un mapa sobre una mesa, todo sobre un fondo rosa con detalles en negro.
OPINIÓN

El conflicto de Gaza 2023-2025. Manipulación narrativa y crisis política en Israel

Una salida sostenible al conflicto pasa por una redefinición profunda de las condiciones de seguridad, representación política y desarrollo económico de Gaza.

Imagen del Blog de Joaquín Rivera Chamorro

Tratar de escribir algo serio, apoyado en fuentes académicas y haciendo un esfuerzo por mantener un mínimo de equidistancia, se hace harto complejo por la pasión con la que se vive todo lo que está ocurriendo en la zona. La tragedia de una guerra en la que hay dos millones de civiles atrapados es dolorosa en extremo y a veces impide ver un poco más allá de la superficialidad con la que muchos medios generalistas abordan el conflicto.

Las raíces son profundas, no es necesario remontarse mucho más atrás, aunque sean ya varias décadas las que han contemplado el odio entre unos y otros. Para contextualizar en un formato moderno habría que retroceder a 2005, cuando Israel ejecutó su plan de "Desconexión Unilateral" y se retiró completamente de la Franja de Gaza. Aunque la comunidad internacional inicialmente interpretó el repliegue israelí como un avance hacia la paz, el vacío de poder fue rápidamente ocupado por Hamás tras su victoria en las elecciones palestinas de 2006 y el subsiguiente conflicto interno con Fatah, que culminó con la expulsión de la Autoridad Nacional Palestina de Gaza en 2007. Desde entonces, solo ha habido un dueño y señor en la Franja: Hamás.

Multitud de personas caminando y cargando cajas en una zona desértica con colinas al fondo y ambiente polvoriento

A partir de 2007, Israel y Egipto impusieron un bloqueo al enclave, con el objetivo declarado de impedir el flujo de armas hacia el grupo islamista. No obstante, Hamás logró consolidar un complejo sistema de túneles y redes de contrabando, en parte gracias a la ayuda económica iraní y al apoyo técnico de Hezbolá desde el Líbano. Entre 2008 y 2021, estallaron múltiples rondas de enfrentamientos entre Hamás y su poderoso vecino, normalmente caracterizadas por breves periodos de intensa violencia seguidos por treguas mediadas por actores como Egipto o Qatar.

El ataque masivo del 7 de octubre de 2023 representó una evidente ruptura con esa dinámica. La incursión supuso la primera acción terrestre de Hamás dentro de territorio israelí desde la Segunda Intifada, y un empleo simultáneo de cohetes, parapentes, movimientos motorizados y pequeñas unidades de entidad pelotón perfectamente instruidas y coordinadas. Este radical cambio estratégico y la toma de 240 rehenes desató una respuesta militar israelí de gran escala, que supuso el inicio de una guerra prolongada que al llegar junio de 2025 aún continúa y parece lejos de resolverse. Huelga decir que la respuesta israelí venía precedida de un gran apoyo de la opinión pública estatal que interpretó el casus belli como causa sobrada para iniciar acciones armadas.

La respuesta internacional a estos hechos fue inicialmente de respaldo a Israel, especialmente por parte de los Estados Unidos y la Unión Europea, con la excepción de algunos grupos políticos con representación minoritaria. Sin embargo, con el paso de los meses y el incremento del número de víctimas civiles en Gaza, el tono de la comunidad internacional comenzó a tornarse más crítico. A diferencia de los conflictos anteriores, el alcance regional del actual enfrentamiento, con ataques coordinados desde otros territorios como Siria, Yemen y Líbano, y el 'quiero y no puedo' iraní, ha generado una honda preocupación global sobre las posibilidades de escalada en una región que no se caracteriza por ser especialmente tranquila.

Así, la fase iniciada en octubre de 2023 no puede interpretarse simplemente como una continuación de los episodios de violencia anteriores. Representa una evidente mutación cualitativa del conflicto en la que Gaza se ha convertido no solo en un frente de carácter local, sino en el epicentro de una guerra de proyección regional con profundas consecuencias para la estabilidad de Oriente Medio. La naturaleza ideológica del conflicto, el uso de técnicas tácticas y procedimientos híbridos por parte de Hamás, y el aumento de la polarización interna en Israel convierten esta etapa en una transformación estructural que ya no puede reducirse a la dicotomía ocupación/resistencia, sino que debe abordarse como una guerra prolongada con múltiples dimensiones: religiosa, regional, tecnológica, humanitaria y narrativa.

Uno de los elementos clave, y que se obvia desde la pasión occidental cuando se enarbola con suma celeridad la bandera de los tres califatos y el rojo hachemí, radica en la ruptura interna dentro del movimiento palestino entre Fatah y Hamás, que presenta a Palestina como dos realidades contrapuestas. Es necesario recordar como en 2007 Fatah fue expulsada de la Franja tras días de enfrentamientos.

Mujer sosteniendo una bandera de Palestina durante una manifestación, con pancartas de apoyo a Gaza al fondo

Desde entonces, la división territorial y política entre Cisjordania, donde aún se mantiene el gobierno de la Autoridad Palestina, y una Franja controlada por Hamás, ha obstaculizado cualquier esfuerzo de reconciliación palestina o de negociación viable con Israel. Egipto y otros países árabes trataron de conseguir un gobierno de unidad nacional, pero siempre sin éxito. Existen profundas diferencias ideológicas y estratégicas entre ambas organizaciones.

Visto pues en retrospectiva, la toma de poder de Hamás transformó el enclave en una plataforma militarizada y autónoma, en constante confrontación con Israel. El carácter islamista radical del grupo, su rechazo a la existencia del Estado de Israel y su dependencia de apoyos regionales como Irán y grupos en el Líbano y Yemen han impedido cualquier avance diplomático significativo durante más de una década. Sin comprender esto es imposible analizar el conflicto actual.

Análisis estratégico de los ataques múltiples

El mismo día 7, Hamás demostró una capacidad operativa mucho más sofisticada, cualitativa y cuantitativamente, que en los conflictos anteriores. El uso simultáneo de más de 5.000 cohetes en cuestión de horas no solo superó por completo la capacidad de defensa aérea israelí en ciertos sectores, sino que fue acompañado de un asalto terrestre sin precedentes y con un nivel de violencia y brutalidad que no se conocía. Aparte de lo atroz de la incursión, lo cierto es que se evidenció una preparación de largo plazo y una coordinación regional que sorprendió a todo el mundo.

A la ofensiva inicial se sumaron rápidamente ataques al norte de la Blue Line, por parte de Hezbolá, que disparó cohetes hacia la región de Galilea y Metula, así como proyectiles desde Siria y drones explosivos lanzados por los hutíes desde Yemen. El Estado Mayor de las iDF ha declarado que más de 18.000 cohetes han sido lanzados hacia su territorio entre octubre de 2023 y mayo de 2025, de los cuales, cerca del 85% han sido interceptados. Sin embargo, el 15% restante han causado importantes daños estructurales y también algunas bajas civiles.

Los cohetes empleados incluyen desde los rudimentarios Qassam hasta algún misil como el Fajr-5 suministrado por Irán. El uso de drones armados incluye también una expansión hacia la dimensión aérea con difícil defensa. Por su parte, la doctrina israelí ha recurrido a ataques masivos de represalia conocidos como "Doctrina Dahiya" y ha ampliado el uso de inteligencia artificial para seleccionar objetivos urbanos en Gaza.

Los sistemas de guerra electrónica han aumentado su ya reconocida importancia. Israel ha empleado el sistema Scorpius para interferir señales de drones hostiles, mientras que Hamás ha recurrido a GPS modificados y sistemas de navegación inercial para evitar el rastreo. La guerra presenta una fusión entre tácticas insurgentes tradicionales y tecnologías militares modernas, haciendo cada vez más difusa la frontera entre guerra convencional e insurgencia híbrida.

Netanyahu y unos militares

Desde una perspectiva estratégica, Israel se enfrenta a un dilema sumamente complejo, como ya adelantamos en un artículo en octubre de 2023 en este mismo medio: responder con contundencia para mantener su disuasión sin erosionar su legitimidad internacional. Mientras tanto, Hamás ha demostrado que puede coordinar con otros actores regionales, lo que transforma el conflicto en una amenaza de mayor alcance.

En términos tácticos, uno de los aspectos más llamativos ha sido el uso de enjambres de cohetes como estrategia para saturar los sistemas defensivos israelíes. Iron Dome, aunque ha demostrado su incontestable eficacia para interceptar lanzamientos esporádicos, no responde con el mismo éxito ante oleadas masivas. Uno solo tiene que seguir el perfil de Telegram de las IDF (Fuerzas de Defensa Israelí) para darse cuenta de que Israel es atacada prácticamente a diario en su suelo y que sus ciudadanos deben acudir a los refugios mucho más de lo imaginable en occidente.

Esta simbiosis entre actores no estatales con patrocinadores estatales, fundamentalmente Irán, presenta un desafío estructural para el equilibrio de poder en Oriente Medio. El componente misilístico de esta guerra, combinado con la creciente presión internacional y los dilemas éticos que presenta el combate en zonas urbanizadas, convierte el conflicto en Gaza en un escenario especialmente singular.

Crítica metodológica a los conteos de bajas

Vamos ya a uno de los aspectos más polémicos del conflicto, la difusión de cifras de víctimas civiles en Gaza. Huelga decir que una sola baja civil presenta ya un fracaso de la propia humanidad.

Diversas organizaciones, incluyendo la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios de las Naciones Unidas (OCHA), han informado desde el inicio de las hostilidades sobre el número de muertos y heridos, basándose principalmente en datos proporcionados por el Ministerio de Salud de Gaza. Esta entidad, sin embargo, está directamente subordinada a la administración de Hamás, lo cual ha suscitado no pocas sospechas de manipulación. Por otra parte, como sucede en el sur del Líbano con Hezbolá, Hamás controla a los trabajadores locales que trabajan para Naciones Unidas, el flujo de ayuda humanitaria y cualquier factor organizativo sobre el terreno.

A pesar de estas preocupaciones, muchos organismos internacionales continúan utilizando las cifras de Hamás como base de sus informes y artículos, incluso cuando no se proveen listas detalladas o pruebas documentales de las identidades y edades de las víctimas. En anteriores rondas del conflicto, se ha documentado que Hamás ha incluido combatientes entre los muertos civiles. En todo conflicto asimétrico, cuando cada soldado se enmascara como un civil más, es muy difícil poder verificar si se trata de un miliciano o no. Todo el mundo ha sido testigo también de la manipulación de imágenes y de la atribución a Israel de explosiones causadas por cohetes fallidos propios. No cabe duda de que todos estos eventos debilitan la legitimidad de las cifras dadas por Hamás.

Adicionalmente, organizaciones como B´Tselem y el Jerusalem Center for Public Affairs han advertido sobre la imposibilidad práctica de realizar verificaciones independientes dentro de una zona de guerra controlada por una organización armada que persigue a periodistas y restringe el acceso a observadores externos. Las IDF, por su parte, han publicado imágenes de instalaciones militares camufladas en hospitales, escuelas y mezquitas, subrayando que la lucha urbana en Gaza no permite una diferenciación entre edificios protegidos por el derecho internacional humanitario y otros que no lo son. El uso de estos para fines bélicos hace que estas instalaciones pierdan sus estatus de protección.

Este contexto plantea una disyuntiva para la comunidad internacional: si no existen mecanismos fiables de verificación, las cifras difundidas pueden terminar reforzando la narrativa de Hamás, afectando la percepción pública global sin aportar un conocimiento real de la situación en el terreno.

Varias personas observan y caminan entre los escombros de un edificio destruido

Algunos analistas, que cito al final de este artículo, han propuesto que se establezca una comisión internacional de verificación de bajas, similar a las que se usaron en los Balcanes o Ruanda, con participación de organizaciones no gubernamentales independientes y acceso controlado por corredores humanitarios. Sin embargo, Hamás ha rechazado sistemáticamente cualquier tipo de fiscalización externa, argumentando que constituye una forma de "colonialismo informativo".

Mientras tanto, los medios internacionales, y en esos hay que incluir a los españoles, reproducen diariamente los informes de víctimas sin clarificaciones metodológicas. Este fenómeno genera un efecto de retroalimentación narrativa en el que los números, sean precisos o no, terminan configurando la percepción de legitimidad de las acciones militares israelíes. El análisis crítico de estos datos es, por tanto, no solo una cuestión técnica, sino también política e informativa. Así, el uso de terminología muy dura, empleando incluso el término genocidio, ha salido de los labios de periodistas, políticos y hasta de responsables públicos occidentales.

El impacto político interno en Israel

La guerra prolongada ha generado fuertes tensiones dentro del sistema político israelí, marcado por una coalición de gobierno inestable y un creciente descontento ciudadano. El primer ministro Benjamin Netanyahu ha sido criticado por su gestión del conflicto, particularmente por no haber previsto ni evitado el ataque del 7 de octubre de 2023, que algunos consideran como uno de los mayores fallos de inteligencia de la historia del Estado de Israel.

Si echamos un vistazo a las encuestas internas más recientes, la del Instituto Democrático de Israel y Kan News desveló que más del 64% de los israelíes considera que Netanyahu no ha gestionado adecuadamente la guerra. Además, cerca del 48% de los encuestados apoyaría la disolución del Parlamento actual y la convocatoria de elecciones anticipadas. El conflicto ha profundizado las ya notables diferencias entre sectores conservadores, nacionalistas y religiosos con una oposición secular que denuncia la pérdida de legitimidad del actual gobierno.

Dentro de la coalición que ostenta el poder, figuras como Itamar Ben-Gvir, ministro de Seguridad Nacional, y Bezalel Smotrich, a cargo de la cartera de Finanzas, han presionado para que el bloqueo a Gaza se endurezca aún más, oponiéndose a cualquier tipo de tregua o negociación con mediadores internacionales. Esta presión ha restringido el ya escaso margen de maniobra de Netanyahu en su débil política exterior. Sobre todo, en un momento en el que las demandas de sus aliados internacionales para que se facilite la entrada de ayuda humanitaria en la Franja de Gaza se han intensificado.

En paralelo, las protestas ciudadanas han ganado fuerza, especialmente en Tel Aviv, Haifa y Jerusalén. Miles de ciudadanos exigen responsabilidades políticas, reformas en los servicios de inteligencia, y una estrategia distinta frente al conflicto palestino. La sociedad israelí, acostumbrada a sufrir ataques y a implicarse de lleno en asuntos de seguridad y defensa, se enfrenta a una crisis de confianza institucional que no se planteaba desde la Segunda Intifada.

Desde un punto de vista estratégico, la fractura interna debilita la capacidad de Israel para formular una política de largo plazo en Gaza. Es innegable que existe un consenso amplio sobre la necesidad de desmilitarizar la Franja y neutralizar a Hamás, aunque no existe acuerdo sobre como lograrlo ni que papel deben jugar actores externos como Estados Unidos, Egipto o la ONU. A la Unión Europea no la sumo en la ecuación por su propia división interna y las decisiones unilaterales que han tomado algunos líderes nacionales cuestionando una respuesta común de los 27.

Un grupo de personas vestidas de negro se consuelan mutuamente en un ambiente al aire libre con banderas y fotografías alrededor.

En definitiva, el frente interno israelí se ha convertido en un campo de batalla político, donde la guerra en Gaza no solo se libra con las armas que portan decenas de miles de jóvenes y reservistas, sino también con votos, encuestas y movilización civil.

Esta situación también ha reavivado el debate sobre el papel de las IDF y la relación cívico- militar. Algunos sectores dentro de las filas de los de verde han expresado informalmente el desacuerdo con las decisiones del gabinete político, especialmente en lo que respecta a la duración indefinida de las operaciones sin una estrategia clara de consecución de objetivos y salida de una situación cada vez más compleja. No son pocos los exgenerales que han hecho declaraciones pidiendo un replanteo de la política de ocupación y bloqueo, advirtiendo sobre sus efectos a largo plazo, la crisis humanitaria y el barrizal urbano en el que las tropas deben combatir cada día.

En este contexto, el conflicto con Hamás no implica únicamente un reto militar y diplomático. Se ha convertido también en un catalizador de posibles transformaciones institucionales profundas dentro del propio sistema político israelí. La crisis actual puede marcar el inicio de una reconfiguración del liderazgo nacional o, alternativamente, de una mayor radicalización del bloque gobernante si se percibe que ceder es sinónimo de debilidad.

Cobertura mediática occidental y narrativa en los medios

El componente mediático del conflicto ha cobrado una importancia estratégica que no tenía precedentes. Desde los primeros días de la ofensiva israelí en respuesta a los ataques de Hamás, las redes sociales se convirtieron en un escenario paralelo de confrontación, donde imágenes de niños muertos o heridos, edificios destruidos, un paisaje desolador y madres o padres destrozados por la pérdida de sus hijos capturaron inmediatamente la atención global. Hamás, consciente de esta dinámica, ha desarrollado una muy eficaz maquinaria propagandística que emplea la emoción como arma principal para la victoria del relato.

Esta estrategia ha conseguido un doble impacto. Por un lado, generando una ola de apoyo popular hacia la causa palestina en sectores progresistas de Occidente que desde muy temprano se posicionaron contra las acciones israelís. Todos hemos visto las reacciones en universidades y el activismo de algunos medios independientes. Por otro lado, se ha socavado la imagen internacional de Israel, que aparece retratado como una potencia ocupante desproporcionadamente violenta, incluso cuando actúa en respuesta a ataques terroristas deliberados.

Plataformas como TikTok, Instagram y X han facilitado la difusión de contenidos manipulados o fuera de contexto. Algunos vídeos virales mostraban imágenes de conflictos antiguos o incluso de otras regiones como Siria, atribuidas falsamente a bombardeos israelíes. Organizaciones de verificación de datos como Bellingcat y Digital Forensic Research Lab han documentado múltiples casos de desinformación activa impulsada desde cuentas asociadas a grupos islamistas.

Mujer sonriente ondeando una bandera de Israel junto a un cartel de advertencia en un camino rural

El uso de inteligencia artificial generativa para crear imágenes de sufrimiento o martirio ha añadido una capa más de complejidad al combate narrativo. Aunque Israel ha tratado de contrarrestar esta ofensiva digital mediante ruedas de prensa, publicaciones oficiales en múltiples idiomas y presencia diplomática en redes sociales, su impacto ha sido limitado en el ámbito de la opinión pública joven global.

El conflicto de Gaza no solo se libra con armas y cohetes, sino también con algoritmos y tendencias. El resultado de esta guerra simbólica tiene graves consecuencias directas en la legitimidad política de los actores involucrados, en la narrativa histórica del conflicto y en la presión que los gobiernos democráticos tienen que soportar para definir una postura diplomática.

Perspectivas diplomáticas

Los debates en foros internacionales se han intensificado buscando una solución al conflicto, desde el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas hasta encuentros bilaterales con potencias regionales. Sin embargo, hasta hoy, 4 de junio de 2025, no ha emergido una estrategia clara de resolución que sea aceptable para las partes involucradas. Las propuestas de cese de las hostilidades presentadas por Egipto, Qatar y Estados Unidos han chocado con la negativa de Israel a permitir que Hamás permanezca como actor político.

Una de las alternativas exploradas ha sido la conformación de una administración interina en Gaza bajo tutela internacional, posiblemente, con participación de la Autoridad Nacional Palestina y el monitoreo o mentorización de países árabes como Jordania. No obstante, esta fórmula presenta graves dificultades, incluyendo el propio consenso de los actores palestinos y la desconfianza de Israel hacia cualquier solución que no garantice una desmilitarización efectiva. La experiencia con el Líbano tras el conflicto de 2006 es un ejemplo de que el desarme de un grupo armado con naturaleza híbrida es complejo para tropas de Naciones Unidas.

Otra propuesta plantea el establecimiento de un corredor humanitario permanente gestionado por una coalición internacional, con inspección de cargamentos y personal para asegurar que no se introduzcan armas. Aunque teóricamente viable, su implementación requeriría presencia militar extranjera en una cantidad sin precedentes en la región, lo cual es políticamente sensible para muchos países implicados.

La diplomacia del gabinete Trump se encuentra en una posición ambigua. Por un lado, defiende el derecho de Israel a la autodefensa; por otro, enfrenta crecientes presiones internas y externas para exigir un alto al fuego humanitario prolongado. La Unión Europea, por su parte, se ha dividido entre los países que abogan por sanciones a Israel y los que mantienen posturas más alineadas con Tel Aviv.

En definitiva, cualquier salida sostenible al conflicto requiere una redefinición profunda de las condiciones de seguridad, representación política y desarrollo económico en la Franja de Gaza. La certeza de las autoridades israelíes del uso de corredores humanitarios para que Hamás reciba suministros de armas o municiones, así como la gestión de la necesidad que hace la organización con la propia población gazatí, a través del monopolio del reparto de la ayuda, ponen a Netanyahu en una complicada encrucijada. Por un lado, sus aliados, de los que depende para continuar con el esfuerzo bélico, le piden que garantice la ayuda humanitaria, por otro, sus socios de gobierno más radicales, de los que depende para seguir en el poder, exigen un bloqueo estricto y culpan a Hamás del desastre humanitario que se derive del mismo.

El relato ha llegado a un punto en el que hay sobre la mesa hasta acusaciones de genocidio hacia Israel y peticiones de aislamiento internacional. Hasta el concurso de Eurovisión, por segundo año consecutivo, se convirtió en un escenario de confrontación política. Es imposible permanecer ajeno e impasible ante las imágenes de destrucción y las múltiples bajas civiles, pero también es necesario reflexionar sobre la responsabilidad de cada una de las partes en este desastre humanitario.

Para escribir este artículo se han consultado las siguientes fuentes:

  • Dostri, O. (2023). Hamas’s October 2023 Attack on Israel. Military Review.
  • Segell, G. (2025). Israel vs. Hamas Expands to Eight Fronts. IGI Global.
  • United Nations Security Council (2024). Document N2418399.
  • Byman, D. (2024). A war they both are losing: Israel, Hamas and the plight of Gaza. Survival.
  • CBS News. (2025, May). U.S.-Israel-backed Gaza humanitarian aid effort off to tumultuous start.
  • Reuters. (2025, May 28). Israeli government hits back as international pressure over Gaza mounts.
  • Times of Israel. (2025, May). Encuesta: mayoría critica la gestión de Netanyahu del conflicto.
  • Bellingcat & Digital Forensic Research Lab (2024). Reports on social media misinformation during Gaza conflict.
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