Montaje de fotos de Pere Aragonès, con rostro serio, y de fondo una imagen difuminada del Senado

OPINIÓN

Aragonès se embarulla en el Senado

Aragonès ha hecho una defensa equivocada de la amnistía

Pese a una dicción clara y el dominio del catalán, Pere Aragonès se ha embarullado en el Senado, donde intervenía en una Comisión como presidente de la Generalitat, en el sentido que ha hecho una exposición de reivindicaciones de Cataluña sin relación con las necesidades reales, incoherente pues con su responsabilidad institucional. Además de hacer el feo de marchar sin escuchar a los otros presidentes autonómicos, descortesía copiada por los presidentes del PP que han pirado después de sus intervenciones, excepto el de la Junta de Andalucía.

Ha sido una oportunidad doblemente perdida: por desaprovechar la ocasión de defender reivindicaciones respecto a las cuales hay un verdadero consenso en Cataluña: financiación, ejecución de las inversiones del Estado e infraestructuras, y por el tono innecesariamente provocador, la redundancia de “Si Cataluña les importara…” ha acentuado el efecto de la mala comunicación.

Se había creado cierta expectación alrededor de la intervención de Aragonès, valorada como “corajuda” -un coraje “interruptus” por su marcha pies para qué os quiero-, pero ha sido una frustración, no hizo ninguna aportación de interés. Lo más relevante ha sido precisamente esto, ninguna sorpresa, los unos y los otros esperaban o temían alguna sorpresa.

Quienes lo hemos escuchado hemos oído los tópicos y tergiversaciones habituales en la retórica de Aragonès: el discurso en nombre de toda Cataluña, allí tocaba hacerlo, pero lo ha hecho con los temas equivocados; el conflicto político de “Cataluña con España”, que dijera conflicto con el Estado viene a ser lo mismo, puesto que a España la llaman Estado en la jerga independentista; el carácter de nación de Cataluña, serían nación los cerca de 8 millones de habitantes de Cataluña, obviando los millones que no sienten esta nación (me remito a mi reflexión “¿Y si no fuéramos una nación?”, Política&Prosa digital, septiembre de 2023, en modo abierto).

Primer plano del político de ERC, Pere Aragonès, de perfil en la sala de prensa del palacio de la Generalitat

Encima, el déficit fiscal, que, según él, alcanza los 22.000 millones, sin ninguna referencia a una prueba, sin descontar el porcentaje de solidaridad federal, sin decirlo, un “España, nos roba”; la causa general contra el independentismo, si existiera no habría podido hablar de ella en el Senado, y la represión de los independentistas presuntos autores de malversación, desobediencia, disturbios, daños, lesiones, después de la supresión del delito de sedición no hay otras imputaciones ni procesados; delitos bastante frecuentes y que los autores del común, que no pueden alegar una “eximente política”, los purgan en chirona.

Finalmente, ha hecho una defensa equivocada de la amnistía, que era la razón principal de la participación en la sesión, presentándola como una exigencia de vencedores, en lugar de argumentarlo como la oportunidad de iniciar una nueva etapa. Llamar “punto de partida” a la amnistía para, una vez lograda, exigir el referéndum de independencia ahuyenta toda posibilidad de comprensión de la conveniencia de la amnistía.

Y en cuanto al referéndum, nada nuevo. La seguridad mostrada por Aragonès de que habrá uno, se asemeja demasiado al “referéndum sí o sí” de Puigdemont. Los oyentes presenciales no se han inmutado lo más mínimo de tanto que les parecía lo dicho una cancioncita tan repetida que aburre.

Montaje con Carles Puigdemont visiblemente enfadado y Pere Aragonès sonriendo con el Parlamento de Catalunya de fondo

Escuchando a Aragonés se tenía la impresión de que solo se dirigía al público de Cataluña y, en particular, a Puigdemont y sus seguidores, más que a senadores y presidentes de otras autonomías, con los cuales podía haber buscado alguna complicidad, al fin y al cabo, gobiernan poblaciones con carencias parecidas más o menos a las de la población de Cataluña.

Justo es decir, que las intervenciones de los presidentes del PP, que Aragonès se ha ahorrado, también han estado llenas de tópicos y de ideología, las de Ayuso, unos disparates castizos. Esta poca altura habría permitido a Aragonès destacar fácilmente, pero ni lo ha intentado.

Lo que sorprende del falaz y simplista relato del independentismo -sea de Aragonès o de Puigdemont- es todavía su repetición y atractivo (en retroceso) en un contexto general tan terrible como el actual, quizá se explica porque ofrece “una escapada ilusoria” de esa estremecedora realidad.

Uno se puede imaginar el diferente papel que haría Salvador Illa, que tiene los pies en el suelo, mañana posible candidato a la investidura como presidente de la Generalitat, ante una Comisión del Senado que tratara sobre la cuestión de la financiación autonómica u otra de interés para Cataluña.