La ignorada tienda de Barcelona que lleva abierta desde hace casi 100 años

Ubicada en el número 145 de la calle Pau Claris de Barcelona, la tienda de marcos El Marco de Oro lleva clavada en el tiempo desde su inauguración, en 1939. El escaparate está decorado con antiguos carteles de Nestlé, del circuito de carreras de Montjuic o un brandi Veterano de Osborne, que son algunos de los productos que se pueden encontrar en esta tienda. 

Tal y como apuntaba Carlos Puigsech, propietario de El Marco de Oro en Barcelona, para Consumidor Global, la tienda la abrió su abuelo tras la Guerra Civil y desde entonces “no se ha tocado nada, ni un ápice”. Ahora la tienda de Carlos, y de su socio y hermano Joan, se encuentra rodeada de supermercados 24 horas y cadenas de panaderías, algo nada inusual en el Eixample de Barcelona. 

Sin embargo, el principal atractivo de esta tienda de Barcelona, más allá de sus 85 años de historia, es su escaparate. Y es que los dueños de El Marco de Oro cuentan que muchas son las personas que se paran a ver todos los carteles antiguos de su escaparate anclado en el tiempo. “Si cobrase un euro por cada foto que se hacen…”, bromeaba Puigsech. 

Tal y como apuntaban los hermanos, en su tienda se ofrecen reproducciones exactas de los carteles que se muestran en su escaparate. No obstante, los originales “están bien guardados y no están en venta”, cuentan los Puigsech al medio Consumidor Global. 

Aunque los hermanos lamentan ser la única tienda de marcos de la zona. Además, cuentan que muchos de sus clientes son colombianos ricos que llegan a Barcelona y buscan enmarcar algunas obras de arte. Ikea es otra de las marcas que han acudido a esta tienda de Barcelona para enmarcar los cuadros de sus oficinas.

El Marco de Oro, un museo viviente en pleno centro de Barcelona

Durante el siglo XIX, esta tienda casi centenaria fue una vivienda. Tras ello, a principios del siglo XX se convirtió en una ferretería. 

Sin embargo, pese a que antaño otros muchos comercios rodeaban El Marco de Oro, este parece encontrarse solo ahora. Y es que su vecino, una tienda de limpiabotas, cerró y ahora dicho local se ha convertido en un almacén cerrado al público. 

A pesar de ser el único edificio que se mantiene intacto desde 1939, Carlos y Joan Puigsech tienen claro que quieren conservar su esencia. “No nos matamos mucho poniéndolo mono. Está tal y como lo encontramos de pequeños”, explicaba Carlos. 

Aun así, y aunque la tienda atraiga a muchos clientes extranjeros, hay algo que los hermanos no están dispuestos a compartir con el público. “La mejor parte está en el sótano, pero esa no la enseñamos. Allí no entra nadie. Ni el Papa de Roma. Es nuestro tesoro”, contaba Joan Puigsech.