El caso de Antonio –ahora Milan- es la gota que ha colmado el vaso. Después de que este condenado por maltrato haya aprovechado las mal cosidas costuras de la Ley Trans para intentar ser indultado y salvarse de la pena, la paciencia se acaba. Quien se planta es el Consejo Nacional de Mujeres y Menores Resilientes a la Violencia de Género.
Ni más ni menos que lo mismo que la gran mayoría de la población. Y eso no es otra cosa que una “revisión y un ajuste” de los artículos de la Ley Trans que permiten “acciones fraudulentas y situaciones dañinas para mujeres, menores y otras víctimas de la violencia machista”. Conocidos ya los resquicios de la defectuosa norma que inspiró la todavía ministra de Igualdad Irene Montero, todo se complica. Y lo hace porque hay muchos elementos que indican que los violadores y maltratadores que van a declarar sentirse mujeres para evitar la cárcel serán legión.
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Y es que la situación revicitimiza a personas que, y de eso se olvida la ministra en funciones, ya han rebasado en muchos casos el límite de lo soportable. El Consejo, por boca de su portavoz Elena Ramallo, quiere cambios. Y esos cambios se deben hacer “desde el conocimiento y no desde ideologías políticas y en base a casos que demuestran sus consecuencias”. Una Ley que duplica el daño a la víctima y permite al victimario echar mano de subterfugios para librarse de la pena que le corresponde es, sin duda, una mala norma.
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La Ley Trans, conviene no olvidarlo, nace en su planteamiento de la Teoría Queer, cuyos apóstoles mantiene que los individuos tienen una identidad u otra en función de su autopercepción. En este sentido, la norma es clara: los condicionantes físicos no cuentan y cada uno puede ser lo que considere.
Por eso, el maltratador Antonio no ingresa en una cárcel masculina. No lo hace porque la norma avala su último acto de maltrato: definirse como mujer y registrarse como tal para reírse en la cara de sus víctimas y la de todos. La Teoría Queer está bien como juego intelectual e, incluso, como planteamiento de debate, pero no puede inspirar leyes.