El independentismo insulta a Àngel Llàcer

Las redes sociales es lo que tienen: han superfetado aquello que decía Andy Warhol de que todos deberíamos tener, por lo menos, derecho a quince minutos de fama en la vida. Si tal cosa es o no un derecho inalienable es, sin duda, algo ciertamente discutible.

Con todo, y desde que existen Twitter y similares, cada vez hay más gente dispuesta a tomárselo al pie de la letra. Y como hacer cosas verdaderamente importantes es costoso, uno de los caminos más rápidos y practicados para conseguirlo es ciertamente reprobable. A menudo, esos breves minutos –ni a quince llega la mayoría beneficiarios- de fama  se logran a base de poner verde a otro mejor que tú. Esta semana, le ha tocado a Àngel Llàcer. 

 

¿Qué ha hecho?

En sí, nada muy especial. De hecho, se ha limitado a decir una obviedad. Algo, en concreto, que casi todo el mundo piensa, pero que nadie dice en esta Disneylandia procesista en que unos pocos han convertido a Cataluña. ¿Hasta qué punto hemos llegado para que decir verdades salga tan caro por aquí?

Àngel Llàcer, que de teatro sabe rato largo, lo dijo sin pelos en la lengua. Fue muy concreto: si el teatro de gran formato al que se dedica él y que se hace hoy aquí se hiciera en catalán, todavía tendría menos público del que tiene. Sucedió en Cafè d'Idees, el programa de Gemma Nierga en TVE.

¿Qué pasó después?

Lo habitual en estos casos: hordas de enfadados procesistas con dedo rápido y, muy probablemente, nómina pública o similar, agarraron sus móviles último modelo que probablemente paguemos entre todos. Lo hicieron, claro, para soltar improperios, burradas y bilis a litros. En definitiva, y como si fueran una sola persona, llamaron de todo al que fue en su día coach estrella de Operación Triunfo.

¿Le pasó algo parecido al ínclito Petri cuando llamó terrorista a un diputado del PP hace nada? Pues la verdad es que no al mismo nivel, pero hicimos un artículo aquí. Es lo que tiene: mientras unos escriben en Twitter, otros lo hacemos en la prensa digital libre. Tranquilo, Àngel: si ladran, será que cabalgas y que, además, seguro que no lo haces mal del todo.